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La pasión por las dos ruedas reconquistó ayer Valladolid y la revivió ante la incertidumbre y el miedo generado por la sexta ola de la pandemia, cuyas cifras de contagios han superado en cuatro ocasiones las 10.000 infecciones diarias este año en Castilla y ... León.
Desde marzo de 2020 y en distintas etapas, los grandes eventos se cancelaron o se celebraron con dudas y restricciones más o menos severas en función del nivel de incidencia. Pero tras una edición sin el rugido de motores resonando contra el asfalto vallisoletano, los pingüinos devolvieron la emoción y el pulso festivo -reprimido bajo las mascarillas por primera vez en la historia de esta cita- con la sinfonía de ruido, humo y banderas que desfiló desde la campa de la antigua Hípica Militar hasta la Acera de Recoletos.
Blanca pero soleada amaneció la zona de acampada del recinto del pinar en su día grande, el que todos los amantes de las dos ruedas que vienen a Valladolid marcan en su calendario.
Tras el festival que anoche convirtió la carpa central en un hervidero de moteros y vecinos deseosos de diversión y con la resaca propia del día siguiente, el café y la hoguera levantaron el ánimo de los moteros que iniciaban con los primeros rayos de sol los preparativos con temperaturas bajo cero. Ni el frío, ni el cansancio. Nada pudo parar la marea de motos y cascos que horas antes del comienzo del desfile formaron impacientes en la campa y alrededores con el sol apadrinando su despliegue.
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Mientras, en el centro de la ciudad los vallisoletanos se echaron a las calles para disfrutar de uno de los acontecimientos más arraigados en la idiosincracia de la ciudad. Con las motos instaladas en la Plaza Zorrilla ya desde media mañana, el corazón de Valladolid se convirtió en un continuo peregrinaje hacia la Acera de Recoletos y el Paseo de Zorrilla, donde muchos se apuraban para colocarse en los costados de la vía y reservar las mejores posiciones para maravillarse con las motocicletas al pasar con su serenata. De todas las clases y colores, el paso de las máquinas persistió durante una hora y 45 minutos después de salir de su nido ante la atónita mirada de los niños, que emulaban a las motos con sus monturas de juguete anticipando una buena cantera de futuros pingüineros.
Incluso algunos balcones volvieron a mirar hacia la calle, no para buscar un atisbo de vida humana como en aquella oscura y no tan lejana época de confinamiento, sino para deleitarse con un espectáculo sobre ruedas cuya fuerza logró restituir el significado prepandémico de las galerías y terrazas.
Al pasar, las personas venidas de distintas partes del globo animaron al gentío tirando cortes cuyos estallidos alegraron a unos y resultaron demasiado estruendosos para otros, que trataban de protegerse tapándose los oídos. Una de las imágenes más repetidas durante el camino al punto de llegada fue la de los saludos. Tras 21 meses, la distancia personal no provocó recelo sino que se metamorfoseó en un signo de agradecimiento ante una celebración histórica por su significado, la primera 'sin restricciones' desde el inicio de la pandemia.
Bajo la atenta mirada de Cristóbal Colón desde lo alto del monumento que preside en la plaza homónima, los moteros cerraban su recorrido mientras jóvenes y mayores abrían sus bocas, alucinados con los saltos de los pilotos Maikel Melero, Pedro Moreno y Greg Rowbotton en la exhibición de MX Free Style y Stunt, que congregó a miles de curiosos para maravillarse con acrobacias como el 'Superman', el 'Cliffhanger' o los tradicionales 'Backflips' en los que el acróbata parece suspenderse en el aire para voltear cuerpo y moto para aterrizar impasible sobre la rampa.
Para la hostelería de la ciudad, las llegadas de las últimas motos rezagadas que cerraban el desfile dieron el pistoletazo de salida a una jornada en la que se apreció un notable aumento del ambiente durante toda la mañana en los establecimientos céntricos. El evento supuso el lleno en muchos de ellos, que aprovecharon el sol y la agradable temperatura del comienzo de la tarde para llenar sus terrazas y coger una bocanada de aire que desde la llegada del coronavirus venía ahogando al sector.
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Bajo la atenta mirada de Cristóbal Colón desde lo alto del monumento que preside, los moteros cerraban su recorrido mientras jóvenes y mayores abrían sus bocas, alucinados con los saltos de los pilotos Maikel Melero, Pedro Moreno y Greg Rowbotton en la exhibición de MX Free Style y Stunt que ha congregado a miles de curiosos para maravillarse con acrobacias como el 'Superman', el 'Cliffhanger' o los tradicionales 'Backflips' en los que el acróbata parece suspenderse en el aire para voltear cuerpo y moto para aterrizar impasible sobre la rampa.
Para la hostelería de la ciudad, las llegadas de las últimas motos rezagadas que cerraban el desfile han dado el pistoletazo de salida a una jornada en la que se ha apreciado un notable aumento del ambiente durante toda la mañana en los establecimientos de hostelería. El evento ha supuesto el lleno en muchos de ellos, que aprovechaban el sol y la agradable temperatura del comienzo de la tarde para llenar sus terrazas y coger una bocanada de aire que desde la llegada del coronavirus venía ahogando al sector.
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Pese a las 27.000 inscripciones contabilizadas hasta las 14 horas y la previsión de superar la barrera de las 30.000, la organización repartió unas 10.000 comidas pingüineras, cifra mermada porque muchos «aprovecharán para quedarse a comer en los restaurantes del centro de la ciudad», explicó una de las trabajadoras en las carpas montadas en la Acera de Recoletos.
La ministra de Turismo, Reyes Maroto, visitó la concentración y el desfile, como era habitual antes de la aparición de la covid, para certificar el punto de inflexión que esta cita internacional y esta edición de Pingüinos en particular deberían suponer en el futuro más inmediato. «Una concentración pionera y a la vanguardia que va a servir de palanca para recuperar el ánimo de la gente tras la pandemia y que marcará lo que esperamos de este año, mejorar la calidad del modelo turístico», aseveró.
Como si la ciudad hubiese viajado en el tiempo, los vallisoletanos celebraron ayer algo más que un desfile de aficionados a las motos con insignias ondeando al viento. Festejaron el regreso de Pingüinos, que tornó la inquietud por contagiarse en euforia ante la goma quemada en el asfalto y volvieron a salir a la calle con optimismo, como hacía tiempo que no podían.
Después de un parón para alimentarse y descansar, los pingüinos regresaron a la campa para iniciar los preparativos de la segunda cabalgata del día, que albergó un tono más emotivo. Tras los homenajes y recuerdos, el director de Pingüinos, José Manuel Navas, confirmó lo que intuían algunos de los moteros más veteranos. «No hemos visto tantas motos en todos estos años», decían con asombro. Y lo cierto es que la cita, además de memorable por el contexto, también lo será en los registros, puesto que se superó con creces el dato de 2020.
«Estaremos en torno a las 37.000 suscripciones y aún se seguirá inscribiendo gente probablemente», afirmó orgulloso. Además, aunque no descarta cumplir la previsión de 40.000 solicitudes, si no se llega a esa cifra asegura que la edición será igualmente un «éxito rotundo». «Espectacular poder volver a vivir Pingüinos este año, Valladolid ha vuelto a inundarse de motos y esperamos poder hacerlo de nuevo el año que viene». deseó.
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