Simón y Saúl Carriel, padre e hijo de Orense que comparten pasión por las motos, en el recinto de Pingüinos. Alberto Mingueza

Valladolid

Pasión sin límites: hasta Pingüinos con seis años o con la pierna rota

El primer día de la concentración arranca con 17.000 inscritos mientras los más rápidos ya esperan a los rezagados

Valladolid

Jueves, 11 de enero 2024, 19:46

«Lo peor es que te sientes un inútil. Pero no me puedo quejar, si quiero una cerveza no me tengo que levantar, ya me la traen», bromea Gallo, un motero de 69 años que tuvo un accidente a lomos de su R18 en la ... carretera de Potes. Muchas cosas se le pasaron por la cabeza cuando estaba tirado en el asfalto esperando a la ambulancia, pero ninguna de ellas fue perderse Pingüinos. Ocurrió hace un mes, cuando conducía por la noche cerca del municipio asturiano junto a su hija, quien salió ilesa después de que ambos cayeran del vehículo. Para él, el resultado fue peor. Tibia y peroné rotos. «No pienso dejar la moto. Otras personas cogen miedo después de un accidente, pero ese no voy a ser yo», asegura con la pierna izquierda en alto y las muletas apoyadas en una silla. «Me han puesto aquí una tabla, una roscachapas, desde la rodilla y hasta el tobillo», señala. Pero aún así, ha llegado desde Pozaldez, bajo la bandera de los Piratas del Asfalto, que este año dará cobijo a 40 compañeros en la campa de Pingüinos.

Imagen de Galeria — Gallo
Este motero de 69 años se rompió la tibia y el peroné tras un accidente en Asturias, pero no ir a Pingüinos no entra en sus planes. Alberto Mingueza

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No poder montar estos días no le preocupa, la única persona a la que le suben las pulsaciones por su presencia en la campa es a su traumatólogo. «Me dijo que me olvidara de venir este año. Pero vamos, yo esto no me lo pierdo por nada. Pingüinos es estar con la gente que quieres, con los amigos junto a la hoguera. Conocer a los de alrededor. El ambiente y el compañerismo que hay aquí no lo encuentras en ningún sitio», relata. A escasos metros se encuentra otro gran apasionado de las motos. Ya ha preparado la tienda, ha hecho la primera hoguera de la semana y ahora inaugura su parcela como mandan los cánones. Quemando rueda con su IMR Racing SX50. Es Saúl Carriel, un pequeño pingüino de Orense de seis años.

Ya todo un veterano de la concentración, pues es la tercera vez que viene hasta Valladolid junto a su padre, Simón. «Es un enamorado de las motos. Está todo el año deseando venir, se lo pasa genial», explica. La timidez que Saúl muestra ante la cámara se le olvida una vez se pone el casco y enciende el motor. Cuando arranca se transforma y parece que ya no puede parar, lo que es tener una pasión. «Yo solía venir con unos amigos y luego aquí conoces a mucha gente. Ya son 20 años que me dejo caer por Valladolid y cada uno es una experiencia. Ahora tengo la suerte de estar aquí con mi hijo», asevera el padre del pequeño. Hay cantera pingüinera.

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El compañerismo con el de al lado es el valor principal que destacan los moteros ya instalados en el recinto. Coinciden hasta los que acampan bajo una bandera negra con calaveras donde se puede leer 'Death zone. No prisioners'. «Nos ponemos siempre aquí porque tenemos buena relación con unos vecinos búlgaros que instalan su tienda al lado», explica 'Txomin' mientras iza el estandarte. Han llegado a Pingüinos a las diez de la mañana. El madrugón ha sido tremendo, han salido a las 3:00 horas desde Burdeos. Más de seis horas en furgoneta que se traducen en 600 kilómetros hasta Valladolid. «Hemos parado a tomar un café pero poco más. Estamos ya acostumbrados, venimos desde hace doce años», relata. Pero la confianza ha hecho que les falte un detalle importante en su parcela, ya que será la primera vez que no ondee la bandera de Francia. «Tiene que estar por casa, pero no he sido capaz de encontrarla», lamenta.

El entusiasmo por las motos es algo primordial para 'Txomin', que adquirió este apodo por unos amigos del País Vasco -la Ikurriña también ondea en su campamento-. Él se llama Dominique, pero lleva el mote como identidad y bordado en la espalda de su chaleco, donde también se ven los parches de las ediciones de Pingüinos que ha visitado y uno del Fútbol Club Barcelona. «Para mí, el motociclismo es sinónimo de libertad, de compromiso con tus compañeros, de coger la moto y salir donde quieras», asegura.

Pasear por la campa ayuda a entender el porqué de estos madrugones, el no hacer caso al médico o venir en plena recuperación tras un accidente: compartir la pasión sin límites por las motos.