El desfile de banderas, a su paso por la calle Puente Colgante, en Valladolid. Carlos Espeso
Valladolid

Pingüinos se despide y se prepara para una futura edición que dure una semana

El temporal que ha afectado al norte y oeste de España ha condicionado la afluencia de motoristas

Sergio García

Valladolid

Sábado, 13 de enero 2024, 14:40

Apenas quedarán unas cenizas de las primeras hogueras que se encendieron en la Antigua Hípica Militar hace una semana. Ya falta menos para la próxima, se dirán aquellos veteranos que no se pierden la cita motera por nada del mundo. Ni con la tibia y ... peroné rotos, como era el caso de Gallo, el motero de 69 años de Pozaldez que no hacía caso a nadie, ni a su traumatólogo, solo a su pasión, que comparte con su hija. Han sido cuatro días de continuo goteo de motos en Valladolid. La 42ª edición de Pingüinos comenzó con la intención de superar el récord de 43.316 inscritos alcanzada en 2023. Marcar de color verde este objetivo todavía es una incógnita. La última cifra a la que han apuntado desde Turismoto, organizadores de la concentración, era de 26.000 poco antes del mediodía de ayer. «Manejamos cifras un 10% más bajas que el año anterior, algo que achacamos al temporal del norte de España y de Galicia, que ha hecho que baje la afluencia de los moteros que vienen de estas zonas», explicaba el responsable, José Manuel Navas.

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Temporal que ha afectado a otros que también venían desde el este de España. «Crucé todo Aragón con lluvia, tuve un susto con un camión en el camino y al final tuve que parar. Hice noche en Aranda de Duero para un trayecto que podría hacer en unas horas en condiciones normales», aseguraba Polaris, un motero que ha venido solo desde Barcelona. En Valladolid, el cielo ha respetado los grandes eventos de Pingüinos. Desde las dos excursiones, a Esguevillas de Esgueva y a Mojados, hasta los dos eventos del sábado, día grande de la concentración. El primero de ellos, el desfile de banderas, que inundó el centro de Valladolid de espíritu motero.

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La cabalgata del ruido. De los claxons, del rugir del motor y de las dos ruedas sobre el asfalto. El desfile de banderas reunió a miles de motos, que hicieron de Valladolid el mayor circuito para los amantes de este mundillo. El desayuno pingüinero en la campa sirvió de anticipo a una mañana fría, desde donde salió la comitiva a las doce de la mañana. Más allá de los números, en sensaciones, el desfile de banderas se convirtió un año más en el evento a enmarcar de Pingüinos. Los miles de motoristas que se dieron cita tardaron 45 minutos en recorrer el trayecto desde el nido de la concentración hasta la Acera de Recoletos. Con esa mítica estampa de las motos invadiendo el Paseo de Zorrilla, los vehículos avanzaron con paso lento pero firme para recorrer los escasos siete kilómetros de distancia entre los dos puntos.

Mientras los más pingüineros desfilaban a una velocidad media de siete kilómetros por hora -calculando la distancia del trayecto y el tiempo hasta que han llegado a Colón-, otros aficionados del motor esperaban ya con café en mano. «Este año decidí no desfilar. La moto sufre mucho en el trayecto y he preferido no arriesgar. En otras ediciones lo he vivido desde dentro, pero el ambiente previo que hay aquí también merece la pena. Son dos maneras de vivirlo, pero con la misma pasión», explica Guillermo Escudero, que se ha trasladado hasta el centro de Valladolid en su Honda CBR 600F. Ha venido junto con su amigo, Alberto Corada, que conduce una Atlanta 125.

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Y como ocurre en la primera cabalgata del año, la de los Reyes Magos, aquí los niños también son protagonistas. Así como los moteros se dejan las muñecas en el manillar, los más pequeños lo hacen en saludar a los pingüinos. «Nosotras desfilamos siempre por el lado derecho, despacio y dando la mano a los niños. Es una gozada ver cómo les cambia el gesto. Lo disfrutan, y también los mayores. El desfile de banderas es el más emocionante de Pingüinos», asegura Rosa Benito, presidenta de las Pucelanas Moteras, unas clásicas de la concentración que se han incorporado al desfile de banderas desde La Rubia.

Y el público, el de Valladolid, se entregó al desfile y al ruido. Son espectadores acostumbrados, apenas se inmutan ante los constantes rugidos feroces de las motos. Al petardeo del motor, a esa foto con el vehículo extraño, a comprar un pin de recuerdo. Estampas más que típicas de la ciudad. Los aplausos, que si dale al acelerador que no se escucha, a ver si es que está apagada, el pasillito en Recoletos. La ciudad recibe otro año más a sus pingüinos y todos los vallisoletanos, peatones y conductores, son tras el desfile, un poco más moteros.

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Con la mirada en 2025

A falta de la jornada del domingo, destinada a la vuelta a casa de los moteros, llegados de todas partes de España y desde Europa, esta edición de Pingüinos dice adiós como una de las más tranquilas en cuanto a número de incidentes se refiere. En 2023 hubo que lamentar la muerte de un motorista segoviano de 70 años, que tiño de luto el sábado en Pingüinos. Esta mañana se registraron ocho incidentes con motos implicadas, que se saldaron con seis trasladados al hospital tras sufrir caídas o colisionar- con coches, según informó el 112. «Esperamos que esta edición sea una de récord en cuanto a participación, pero también en cuanto a seguridad. Especialmente cuando hablamos de un colectivo tan vulnerable en las carreteras», aseveró el delegado del Gobierno, Nicanor Sen.

La edición número 42 de Pingüinos también ha servido para dar algunas pistas sobre lo que los aficionados pueden esperar para 2025. Lo primero, el inicio de los trámites para que la concentración se declare como fiesta de interés turístico nacional. Lo segundo, la posibilidad de alargar la concentración durante una semana, que añadiría nuevas actividades como excursiones en moto a castillos de la provincia, bodegas y una jornada cultural con visitas a museos y proyecciones de películas.

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