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El Peral muda de piel para decir adiós al traqueteo del adoquinado en tres callesLa solución elegida en los albores del nacimiento de El Peral para el firme de muchas de sus calzadas, que se terminaron de urbanizar en ... torno al año 2008, lleva generando «continuos problemas» desde entonces y ya ocho años después obligó al Ayuntamiento a retirar el adoquinado de un buen puñado de viales para sustituir dicho material por asfalto en una intervención que se ha ido llevando a cabo desde entonces de manera progresiva en otras calles del barrio y que este mes alcanza a tres de ellas.
Los operarios, en este sentido, trabajan desde la semana pasada en la retirada del problemático adoquinado en una intervención que, sobre todo, mantendrá cortada al tráfico durante un mes una de sus arterias transversales, como es la calle Cerezo, en la que se perderá durante este tiempo (hasta que concluyan las obras) cerca de un centenar de plazas de aparcamiento, eso sí, en un entorno de adosados y viviendas unifamiliares sin demasiada presión en lo que a estacionamientos se refiere.
Las obras, que comenzaron el pasado 12 de febrero, cuentan con un plazo de ejecución que ronda el mes (hasta el 18 de marzo) y supondrán la retirada de los adoquines en las calles Cerezo, en el tramo completo de 450 metros lineales entre la Cañada Real y Mango; Mandarino (una vía de poco paso al carecer de salida en un extremo), desde el acceso por Limonero en un tramo de 175 metros; y Pomelo, en este caso en un pequeño tramo de 40 metros de acceso al patio del colegio El Peral (por el lateral de la calle José Velicia).
De manera que la intervención afecta en esta ocasión a 665 metros lineales de las calzadas de tres calles (Cerezo, Mandarino y Pomelo) del barrio, en las que se sustituirá el maltrecho adoquinado de sus calzadas por asfalto y se aprovechará la intervención, en el caso de Cerezo, para renovar los pasos de peatones de todas sus intervenciones, en los que se incorporará pavimento táctil y se mejorarán los rebajes para facilitar el tránsito.
Tanto Cerezo como Mandarino permanecen cortadas al tráfico estos días (hasta el citado 18 de marzo) para facilitar la labor de los obreros, que ya han 'desnudado' sus calzadas y que este jueves estaban terminando de rematar dicha operación en la entrada lateral al colegio del barrio. Durante el corte, no obstante, se permite el acceso a los vados de dichas vías. Lo que no se puede, en el caso de Cerezo, es estacionar en el centenar de plazas de aparcamiento de uno de sus laterales.
2025
2023
La sustitución del adoquinado de las calzadas, un material muy problemático en la mayorías de las calles de la capital en la que se optó por esta solución, comenzó en el barrio de El Peral tan solo ocho años después de que sus viales terminarán de rematarse en 2008. Entonces se asfaltaron solo las vías de servicio de la calle José Velicia (su principal arteria), que une la Cañada Real con el Camino Viejo de Simancas, y también de este último. Eso ocurrió en 2016. Después llegarían intervenciones idénticas en otras vías y hace dos años se realizó dicha operación en la calle Pomelo en toda su extensión (la vía que desemboca en el supermercado Mercadona), salvo el citado lateral del centro educativo en la esquina con José Velicia.
Y ahora, en 2025, les ha llegado el turno a las calles Cerezo y Mandarino y al acceso al colegio de El Peral. En el barrio, no obstante, aún se mantiene el adoquinado en las calzadas de numerosas vías, como Valdenebro de los Valles, Villán de Tordesillas, Villafrades de Campos o Níspero. Su futuro apunta que irán pasando por el quirófano para sustituir dicho material por el asfalto.
Esta muda de piel en las calzadas del barrio responde a una reivindicación vecinal por los problemas que generaba el adoquinado por el paso de vehículos y de los propios peatones. «El traqueteo de los coches provocaba ruidos y los adoquines levantados... tropiezos», coinciden en señalar los vecinos de las calles ahora en obras.
Y así lo reconocía el propio Ayuntamiento cuando realizó la primera intervención hace nueve años: «El pavimento elegido para esa zona (adoquines de hormigón con acabado pétreo) no soporta de manera adecuado el tráfico al que se ve sometido por el paso ocasional de vehículos pesados y por el alto número de maniobras de giro para entrar a los garajes (la mayoría de las viviendas son unifamiliares)». Por este motivo, los adoquines «se desprendían y desportillaban de manera sistemática» hasta el punto de imposibilitar su conservación «con unos medios proporcionados». Eso además de generar «continuas quejas de los vecinos» por los tropiezos y caídas causados por el mal estado del firme cuando atravesaban la calzada.
De manera que ya en 2016 se acordó que «la única solución viable» para poner fin a los problemas del adoquinado pasaba por «la sustitución completa del pavimento por uno continuo de mezcla bituminosa en caliente -léase asfalto- que soporte los esfuerzos a los que se sometido». Y en ello continúan nueve años después de aquella primera intervención.
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