
«Lo que peor llevo es no saber si a quien dejas el paquete está infectado»
Wellington Suárez, repartidor ·
Este colombiano reconoce que si pudiera se quedaría «encerrado en casa», pero apela a la «responsabilidad y las necesidades por cubrir»Secciones
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Wellington Suárez, repartidor ·
Este colombiano reconoce que si pudiera se quedaría «encerrado en casa», pero apela a la «responsabilidad y las necesidades por cubrir»Está en primera línea en la batalla contra el coronavirus. «Constantemente expuesto». Wellington Suárez, colombiano residente en Valladolid desde hace un mes, es uno de ... esos profesionales que durante la pandemia están «al pie del cañón». Es repartidor en una empresa de paquetería y, aunque reconoce el «nerviosismo y la preocupación» existente, asegura estar «orgulloso de poder aportar mi granito de arena para que la gente esté mejor». «Este trabajo es así;es lo que toca, es una responsabilidad y hay una serie de necesidades que hay que cubrir», afirma. El ritmo constante de entrega –«entre ochenta y cien paquetes cada día», calcula– le impide detener el paso. «Tengo mucha prisa, sino no acabo», justifica mientras tira de un carro de carga sobre el que coloca las cajas que seguidamente entregará a sus destinatarios.
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Son las once y media de la mañana. Acaba de entregar un paquete a un cliente en la Plaza de San Miguel y ya está pensando en el siguiente. Coge su teléfono móvil para comprobar hacia dónde tiene que dirigirse. Este hombre, casado y padre de un niño de nueve años, se encarga del reparto en el centro: San Miguel, San Pablo, Mercado del Val, Plaza del Corrillo y La Rondilla «al completo». A pesar del «poco tiempo» que lleva trabajando en esta empresa –no así en el sector, pues lleva vinculado unos dieciséis años–, tiene estas zonas «dominadas».
Le da «mucha caña» y «en poco tiempo» se peina el entorno. «La entrada es fija, pero luego depende de cómo te organices y de la cantidad de trabajo que haya», sostiene. Con el estado de alerta no solo han aumentado «bastante» las entregas y, por tanto, su trabajo –«la gente lo que está haciendo es utilizar el tema de que te lleven la correspondencia a casa», incide–, sino que Suárez percibe «muchísima calma» cuando circula por vía pública. «Hay más comodidad a la hora de andar porque las calles no están muy congestionadas en cuanto a tráfico, y eso también se nota a la hora de hacer el reparto», apunta.
Afronta la pandemia del Covid-19 lo mejor que puede, aunque reconoce estar «preocupado y con algo de miedo». «Llevo tan solo un mes con esta empresa, también estoy preocupado en ese sentido. Mi mujer tenía dos trabajos, en una hamburguesería y una casa, y se los han suspendido, por lo que ahora solo vivimos de mi sueldo y hay una familia y una responsabilidad común por la que salir hacia adelante», cuenta visiblemente afectado.
Precisamente por esa «responsabilidad común», como se refiere a su hijo, Wellington Suárez se echa cada día a la calle. Por «necesidad». No obstante, asevera que, si pudiera no exponerse, lo haría sin pensárselo dos veces. «Me quedaría en casa encerrado, pero entiendo que es mi responsabilidad y la empresa ha confiado en mí, por lo que yo respondo con profesionalidad y dejando a un lado los miedos», señala. «Tengo a mi mujer a mi hijo en casa, y no me gano nada teniéndoles en casa metidos si luego yo me puedo infectar en la calle y traerlo a casa», continúa.
Dice estar «angustiado» porque no les está «blindando la protección que merecen». De ahí su «nerviosismo» constante». «La situación es algo tensa; mi familia está muy preocupada, es lógico, estoy todo el día en la calle, pero intento tranquilizarles y decirles que todo va a ir bien», sostiene. «Lo que peor» lleva de trabajar en plena pandemia por el coronavirus, cuenta, es la «incertidumbre» por no saber a quién entregas el paquete. Si el destinatario está o no infectado. «No sabes dónde estás yendo, si la persona a la que estás dejando el paquete puede estar infectada», asegura.
Sin embargo, Suárez destaca la «gran predisposición» de todos los clientes con los que ha tratado hasta el momento durante el estado de alerta. «La gente también coopera mucho. Es consciente de la gravedad de la situación, guardan la distancia de seguridad y te entienden a la hora de dejarles el paquete en el pasillo, en las gradas... Lo más lejos posible», prosigue.
Pero también ha vivido malas experiencias. De esas que, dice, te dejan «tocado y afectado para el resto del día». Durante uno de los primeros días de cuarentena, a punto de concluir su jornada laboral, llevó un paquete a un cliente, pero no pudo dársele porque éste «estaba mal». «Llegué a una casa y me dice: 'Oiga, ahora no puedo salir que estoy tosiendo mucho'. Entenderás cómo se queda uno, no sabe si ya va con el virus encima o no», incide. «Por suerte es solo una mínima parte. Estamos todos cooperando para llevar lo mejor posible el virus», concluye.
A Wellington Suárez le «gusta ir siempre bien preparado». Ya lo hacía antes del estado de alerta y ahora, dice, «mucho más». Sabedor de que está «continuamente expuesto» a un posible contagio de coronavirus, este repartidor colombiano asegura que ha «intensificado» las medidas de seguridad e higiene en las últimas semanas.
La primera fue «evitar» que los clientes rubricaran en un papel que habían recibido el correspondiente paquete. Por el contrario, lo que hace es «pedir todos los datos»: documento de identidad, nombre, dos apellidos y especificar a quién se está dejando la entrega. «Es mucho más seguro para ambos», afirma.
A ello, además, cabe añadir que va «completamente equipado». «En cuanto llego a la furgoneta de hacer una entrega», cuenta, se desinfecta las manos con alcohol, el método que considera «más seguro». «No utilizo guantes porque no lo veo lógico. Es como la mano; si vas a estar con guantes todo el tiempo y se te infecta luego puedes tocarte el rostro, por eso procuro echarme alcohol constantemente. Para mí esa es la mejor prevención y más seguro que llevar guantes», señala este distribuidor.
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