Ilona en la nave de la Avenida de Soria donde preparan ayuda humanitaria para Ucrania. José C. CASTILLO
Ilona, ucraniana residente en Valladolid

«Las madres de Ucrania gritan porque ya no queda leche para sus bebés»

La mujer, que lleva 25 años en Valladolid, pide ayuda para sus compatriotas y para que sus padres –ancianos y enfermos– puedan salir de Jersón, una ciudad tomada por las tropas rusas

Sofía Fernández

Valladolid

Miércoles, 9 de marzo 2022, 00:07

Sus expresivos ojos azules están empañados de tanto llorar, de apenas dormir, de no parar de pensar. La ansiedad que siente Ilona -una ucraniana de 51 años que lleva 25 en Valladolid- desde que el 24 de febrero estallara la guerra en su país ... natal le impide descansar. Esa ansiedad se transforma en rabia, impotencia y agotamiento que se convierten en dolor cuando verbaliza en alto el principal motivo de su profunda preocupación: «Mis padres están allí. Atrapados, no tienen cómo salir. Son mayores (81 años) y están enfermos. Mi madre tiene Alzheimer y mi padre es minusválido», explica estrujando de forma nerviosa unos guantes con los que lleva días cargando cajas de ayuda humanitaria que salen rumbo a Ucrania desde una nave de la avenida de Soria. Está allí mañana y tarde, «hasta que haga falta» y no deja de repetir una y otra vez «la maldita mala suerte» que ha tenido su familia. Ilona pone voz a la situación de miles de personas cuya vida se ha frenado en seco por el imparable avance de la guerra.

Publicidad

Ella fue en agosto con su hijo menor y sus padres a su ciudad natal, Jersón, asediada ahora por las tropas rusas. Hace diez años que sus padres no podían ir, «por salud y operaciones no habían vuelto, pero querían ver cómo estaba su casa y los pocos familiares que aún les quedan, así que fuimos este verano y después mi hijo y yo nos volvimos porque él empezaba la universidad».

Sus padres decidieron quedarse un par de meses más, «les atendía una cuidadora de confianza», pero la covid truncó sus planes de vuelta en noviembre. «Han estado muy enfermos sin salir de casa desde entonces», relata mientras saca fuerzas para no derrumbarse. Se siente culpable a la vez que agradece, sin encontrar las palabras, el gesto de esa salvadora que según Ilona «ha venido del cielo, porque el segundo día de guerra se los llevó a su casa, a la otra punta de la ciudad», explica. Un gesto solidario que ha salvado la vida de ese matrimonio de ancianos que ella prefiere dejar en el anonimato.

El bloque de pisos donde sus padres tenían su pequeña casa está ahora tomado por francotiradores rusos. «Es un escenario de terror que no se puede explicar». Ambos viven desde el 26 de febrero en la casa de una salvadora que trata de mantener con vida a su propia familia, que ahora son también los padres de Ilona y una vecina que tiene pánico a estar sola. «Duermen en colchones que han puesto en el suelo y cuando suenan las alarmas se meten en una pequeña bodega en la que apenas caben los 10 que son», relata reprimiendo el llanto, sobre todo cuando recuerda la videollamada que tuvo hace unos días con su padre. «Mientras hablábamos cayó un misil muy cerca de dónde se encuentran ahora, me entró el pánico y pese a su terror era él quien intentaba calmarme». Compran lo poco que queda en las tiendas, «para hacerlo tienen que hacer cola durante unas seis horas. Todo está racionado, hay desabastecimiento de lo más básico y las carreteras están cortadas», explica.

«Mis padres necesitan medicación urgente, porque allí ya no queda nada y las madres con las que hablo por Whatsapp gritan desesperadas porque ya ni siquiera hay leche para sus bebés. Esto es un genocidio. No tienen con qué alimentarles, no hay leche de fórmula, tampoco de vaca como suplemento que les permita alimentarles», añade clavando una mirada que refleja dolor que se hace más profundo cuando sabe que las toneladas de ayuda que suben al camión no llegarán a sus padres. «Es imposible que todo esto vaya a Jersón porque es considerada por Putin como punto de partida de invasión por su posición estratégica», explica. No paran mañana y tarde decenas de ucranianos, también vallisoletanos, que clasifican y empaquetan productos de primera necesidad. «Hacen falta pilas, linternas, productos de higiene, chalecos, ropa térmica y botas militares para los voluntarios, pañales y leche de fórmula para los bebés…» enumera de forma atropellada. Ilona hace un llamamiento desesperado a las administraciones para que hagan algo por la gente de su ciudad natal. «El Ministerio de Asuntos Exteriores solo recopila nuestros datos y nos mantiene a la espera porque nos dice que no hay manera de llegar». Admite que es «impresionante» la forma en la que se está volcando la sociedad «pero con una situación así, toda ayuda es poca, nosotros vamos a seguir recogiendo de todo y necesitamos con urgencia medios para poder llevar todo lo que tenemos, porque no tenemos infraestructura suficiente, por eso, pido ayuda a los transportistas, a los ayuntamientos y al ejército», remarca Ilona a la vez que sigue cargando un camión que ha cedido una empresa vallisoletana.

Publicidad

Sobre la desinformación que reina en esta guerra Ilona aclara que «muchos rusos no superan los 18 años y han sido engañados con la excusa de hacer maniobras». Por eso, pide a rusos y bielorrusos que no estén de acuerdo con Putin, «que son muchos, que alcen su voz y que no tengan miedo. Es la única forma de parar esto».

Ilona recoge una de las cajas que irán a la zona de conflicto. José c. castillo

«Necesitamos medios para llevar toda la ayuda a Ucrania»

Ilona pide mayor movilización para que sigan llegando camiones o furgonetas hasta la nave de la Avenida de Soria (ubicada junto a Porcelanosa) en la que recogen ayuda humanitaria desde que estalló la guerra en su país natal. «Con los medios que tenemos ahora no podemos hacer llegar todo, por eso es importante que cualquiera que pueda ayudar con su transporte venga para poder seguir llevando los productos que más necesitan».

La lista es larga y comprende alimentos no perecederos, productos de higiene, pañales, leche de fórmula, pilas, velas, walkie talkies, ropa térmica, chalecos, botas para los voluntarios que están en la calle, medicamentos de todo tipo o sacos de dormir y mantas, entre otros productos. «Ante una situación así cualquier ayuda es poca», asegura Ilona que lleva varios días trabajando sin descanso en la nave que se ha convertido en epicentro de esperanza para ayudar a sus paisanos que tratan de sobrevivir a casi 4.000 kilómetros de distancia.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad