Dos antiguas pupilas de Verónica Casado ensalzan al «Rafa Nadal de la Medicina de Familia». José C. Castillo

Valladolid

Parquesol rinde un sentido homenaje a Verónica Casado, «mucho más que una gran médico»

«¿Pero cómo te vas ahora que ya vamos para cacharros?», le recriminan con cariño sus pacientes en el acto que se celebró en el centro cívico del barrio

J. Asua

Valladolid

Viernes, 14 de junio 2024, 21:21

Tiene que ser una gozada culminar una carrera profesional como lo ha hecho este viernes Verónica Casado. Con el cariño sincero de aquellos pacientes a los que has atendido y la admiración profunda, casi reverencial, de todos esos médicos a los que has formado. Parquesol ... se ha volcado esta tarde con la que es, como se ha demostrado, un referente para miles de familias del barrio alto de la ciudad en un homenaje que se ha celebrado en el centro cívico. Un tributo a su dedicación lleno de largos abrazos, muchas lágrimas y algún que otro reproche. «¿Pero cómo nos haces esto ahora que ya vamos para cacharros?», le reñía Águeda Fuentes desde el mismo escenario entre una cerrada ovación del público que llenaba la sala.

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Con un auditorio entregado y una protagonista guerrera hasta en su despedida, la que ha sido «la casa» de esta doctora durante 35 años «no va olvidar nunca» el paso de esta «muchachita que soñaba con ser profesora» y que acabó mejorando la calidad de vida de miles de personas gracias no solo a sus conocimientos en Medicina, sino a una empatía de las de verdad, de la que salen de lo más hondo del corazón. «Según entrabas en su consulta, ella ya sabía lo que podía pasarte, te preguntaba por ti, por la familia, por el trabajo, estaba en todo...», rememoraba Gloria Martín.

El sentimiento de haber disfrutado de una médico completa es unánime. Y también ese cierto cabreo cuando Verónica Casado tenía que atender otras obligaciones. Porque en su centro de salud se sufrían «sus ausencias». Cuando fue consejera y batalló contra la covid-19 o cuando tenía que atender a sus «aprendizajes». «Estabas en el pasillo y cuando alguien salía le preguntabas: '¿ya está ella?'», recordaba Martín. Si la respuesta era afirmativa, la tranquilidad y la calma se instalaban de nuevo entre los enfermos que esperaban su turno. Ojo sin desmerecer a los sustitutos, aunque la doctora Casado siempre ha sido «muy especial». Porque, como subrayaba Antonio Cordovilla, ella ha sido de todo: «una gran médico, una amiga y una comprensiva psicóloga con una especial paciencia y trato con los que somos más mayores». «Ha sido un orgullo y un honor compartir treinta años de tu compromiso con nosotros», abundaba Juan José Álvarez, presidente de a asociación de vecinos, la entidad organizadora del acto junto con el centro de salud.

Lejos de que ese éxito en su carrera haya provocado envidias entre los colegas de profesión, la actitud de esta mujer, por contra, ha generado una adhesión inquebrantable entre sus compañeros, principalmente entre los que la han tenido más cerca. Salían al escenario Gemma Almonacid y Carolina Loriente, ambas doctoras, ambas formadas por la maestra, para confirmarlo. «Es el Rafa Nadal de la Medicina de Familia, su mejor embajadora», subrayaban. De su referente, no perderán las expresiones con las que Verónica ha animado a sus pacientes cuando las cosas remontaban. ¿Cuáles? «Tienes un colesterol de lujo asiático, la próstata está como la de un chaval de 18 o esos análisis los puedes enmarcar para colgarlos en el salón», recordaron. Eso sí, seguirle el ritmo era otra cosa. «¡Qué capacidad de trabajo!», destacaban de la que fue nombrada en 2018 como mejor médico del mundo.

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Llegaba el turno de la protagonista, quien antes de llorar por enésima vez, volvía a la carga con el que ha sido uno de sus empeños desde que comenzó en su profesión: la defensa a ultranza de su especialidad, «los vikingos de la atención primaria», esos profesionales que abren la puerta al paciente y que «si son competentes pueden llegar a resolver el 90% de los problemas del enfermo» sin necesidad de derivarlos a especialistas.

Recalcaba Casado que el trabajo en el centro de salud -«no digáis ambulatorio, que eso es para curarte y así», matizaba- que en esta labor se trata no solo de atender la dolencia que toca en cada momento, sino de implantar, siempre desde una actitud cercana y de escucha, hábitos al paciente que le eviten a él y al sistema mayores problemas a futuro. Recordarles que se tienen que hacer la prueba del cáncer colorrectal cuando toque, preguntar por su alimentación y frenarle los excesos en comida o alcohol o hacer unos análisis de control forman parte de la importante labor de prevención, la clave para que todo funcione mejor.

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Verónica Casado, que en COU eligió Filosofía, Literatura y Latín como optativas con el objetivo de cursar Filología Francesa para luego dedicarse a la enseñanza, algo que más tarde cambió por el empeño de su padre, subrayó la importancia de la vertiente humanista en la Medicina. Y también «la de ser una buena persona para ser un buen médico». O al menos intentarlo por principio. La homenajeada quiso rendir un tributo cariñoso a sus pacientes. «Habéis sido muy importantes para mí y a muchos hasta os he llevado a la cama conmigo, aunque no en sentido estricto, pero muchas noches daba vueltas con algunos de vosotros: qué le pasará, estaremos yendo por el buen camino...», confesaba.

Cerraba Casado su intervención con un poema de José Saramago sobre las bondades de la vejez tras anunciar su intención de escribir un libro con la colaboración de sus pacientes. A ellos les reclama que sean exigentes para que los que les atiendan sean profesionales de la especialidad y que no permitan que cada día sea uno diferente. Porque, como se demostró en el acto, ella ha sido algo «más que una gran médico». Ella ha sido familia. Y de la buena.

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