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«¿82 años?... Pues no los aparentaba. No le hubiese echado más de 70», le espetaba este domingo un vecino de La Rondilla a otro a la hora del vermú y con el periódico en la mano. «Sí, la calle se llenó de policía, ambulancia, ... bomberos... Parece mentira lo tranquilo que está todo ahora», insistía mientras apuraba una caña y fijaba su vista en la televisión en la que el fútbol servía de hilo conductor para pasarse a una conversación más agradable y no seguir con los ecos de la muerte de Onésimo, el primer mayor fallecido en soledad en Valladolid en 2020.
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Los únicos restos del «ajetreo» de la tarde del sábado se dejaban ver en el interior del portal número 6 de la calle Virgen de La Saleta, en el que la puerta del bajo 'C' aparecía tapiada por un bloque de conglomerado, que reflejaba cómo los bomberos la habían forzado para poder acceder al domicilio y encontrarse con la víctima, cuya muerte fue natural, según apunta la Policía.
En los dos bares de la misma calle el fallecimiento de su vecino fue el tema más comentado –con el permiso del Real Valladolid-Real Madrid de por la noche–. El inquilino llevaba varios días sin dar su tradicional paseo por la plaza Ribera de Castilla, en la que solía conversar con algún vecino de su bloque o de los colindantes; incluso acercarse a comprar a algunas de las tiendas de la calle Soto. «Hay mucha gente mayor en esta zona, y hemos tenido algún susto», reconocía Julián, quien recordaba un episodio de la pasada semana en la que Vicente, otro octogenario, había llegado a saltar por una ventana de su casa al patio comunitario gritando que le tenían secuestrado. «Algún día va a pasar algo», agregaba entre palabras de tristeza y cierto temor ante la soledad que rodea a muchos ancianos.
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Onésimo Casas vivía solo en el bajo de un inmueble de cinco pisos y contaba con la ayuda de un sobrino que le visitaba cada poco tiempo y que fue el que alertó al 112. El fallecido no sufría que la comunidad no contase con ascensor, pese a que «estaba en buenas condiciones» físicas. De hecho, las obras para la construcción del elevador habían empezado la pasada semana, y el estrecho portal de acceso a las escaleras estaba tomado por las bolsas de cemento. «Era un hombre amable. Antes le veíamos mucho más, pero los médicos le recomendaron que dejara de beber, y ya no venía mucho por el bar», reconoce David, propietario de otro de los establecimientos de la calle Maribel. «Era muy activo y yo había coincidido con él hace unas semanas en el hospital, porque había visitado a un cuñado suyo», añade David.
Onésimo había sido obrero de la construcción y había desarrollado su trabajo siempre en Valladolid como peón. Fueron varios los vecinos los que le despidieron en el tanatorio y posteriormente en el cementerio de El Salvador.
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