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Son poco más de las 17:00 horas y Elena García, vallisoletana de 33 años, se sienta en el sofá de su casa en ... Madrid después de una larga jornada de analíticas, controles pulmonares y mediciones de temperatura entre camas separadas al menos por dos metros de distancia por culpa «del dichoso coronavirus».
Su vida transcurre entre el pabellón 9 del hospital de campaña levantado en la Feria de Madrid (Ifema), y la compañía de su hermana Ester, enfermera en otro hospital de la capital. «La forma de llegar a casa se ha convertido en un ritual. Nos toca lavar y desinfectar toda la ropa a ambas, y todo después de la jornada», afirma Elena, que, disciplinada «para no volverse loca», aún tiene tiempo para «desestresarse» con «algo de yoga» y la voz de Orlando Bloom en la 'tele' con la afamada Carnival Row como entretenimiento.
Hace menos de una semana que esta vallisoletana recibió la llamada para incorporarse a Ifema, a un hospital de campaña que evoluciona según pasan las horas. «Los primeros días podía haber algo más de desorganización en algunos aspectos, en concreto respecto al personal, pero también hay que tener en cuenta que montar un hospital de campaña en tan poco tiempo no es fácil», señala antes de incidir que «lo más importante son los pacientes». Un mensaje «vocacional» que certifica el por qué esta médico de familia cambió su destino ligado a la Biotecnología por los estudios de Medicina.
En su incipiente trayectoria profesional se ha cruzado el Covid-19 y el mayor reto para los servicios sanitarios de nuestro país. «Eso dice mi tutor y otros compañeros... Dicen que no han vivido algo igual», admite antes de dejar claro que los sanitarios afrontan esta pandemia «como una carrera de fondo en la que los pacientes y sus familias son la meta».
El trabajo en Ifema no tiene por qué ser más duro que en urgencias o en las guardias hospitalarias. «Contamos con equipo de protección personal, nuestro EPI, algo que no sucede en urgencias, así que por ese lado mucho mejor», agrega al tiempo que señala que después de cada jornada en el hospital de campaña tiran el EPI a la basura, para contar con uno nuevo al día siguiente. «Por eso digo que estamos mejor», incide.
El trabajo en ese complejo, erigido en cuestión de días en los mismos pabellones que no hace tanto tiempo albergaban ferias de turismo, exposición o gastronomía, se distribuye entre enfermos con cuatro perfiles. Desde pacientes en fase de prealta hasta cuidados paliativos. Esta misma semana también se han instalados salas de UCI «para descongestionar al resto de hospitales», afirma.
Su trabajo en el pabellón 9, con enfermos «más leves» consiste en el control «de una media de diez pacientes». «Todos llegan con neumonía provocada por el coronavirus, y tratas de que estén lo mejor posible», indica.
De momento, la profesional vallisoletana ha tenido «suerte», y no ha vivido fallecimientos a cauda de la pandemia, aunque sabe que «es una realidad que está a solos unos metros». Es precisamente la otra cara la que más destaca Elena de su primera semana en Ifema. «No se me olvidará la firma de la primera alta», eleva la voz, antes de explicar que ya lleva dos. «En Ifema es muy especial –lo es siempre, matiza–, pero aquí das el alta y el paciente se marcha aplaudido por la puerta del pabellón. Para mí fue muy especial ver como se marchaba Wilber», destaca.
Los altas son la parte «favorita», pero a estas las preceden los ingresos, la realidad que más ha impresionado a Elena. «Lo peor es el número de casos... No paran de llegar pacientes a las urgencias. tanto de los centros de salud como de los hospitales, hasta el punto de tener que doblar camas», señala sin poder recordar cuándo y cómo comenzó todo. «No soy capaz. Lo he intentado, pero cada día es un mundo. Recuerdo que nos comenzaron a pasar una serie de protocolos de cómo actuar con personas con una serie de síntomas, y cómo llegaron los primeros pacientes con problemas respiratorios... Luego se disparó todo», expresa. «Sí recuerdo esa sensación inicial de riesgo por mi salud, pero luego asumes que tienes que hacer tu trabajo con normalidad. Eso sí, con todas las medidas de seguridad que puedas, y desarrollar tu labor con toda la profesionalidad que se pueda».
Elena confiesa que esta situación le produce «una dualidad» constante. «Por un lado, está la realidad de que esta crisis sanitaria me está haciendo vivir un hecho histórico en primera línea, con un desafío prácticamente diario, y, por otro, tengo esa sensación de riesgo, y aunque no tengo miedo, sé que es importante y que está ahí», explica al tiempo que admite que la peor parte se la llevan sus padres, en Valladolid, con ella y su hermana en Madrid, enfrentándose a diario al «bicho invisible».
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