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La odisea de encontrar alojamiento universitario: residencias llenas y pendientes de pisos desde Semana SantaLa Universidad de Valladolid acoge cada vez a más alumnos que vienen a estudiar desde provincias de fuera de Castilla y León. En el curso 2022-2023, últimos datos disponibles en el portal de la UVA, más de cuatro mil estudiantes de otras comunidades autónomas ... se matricularon entre todos los campus de la universidad. Estos suponen ya el 18% del total, mientras que otro 5% son estudiantes internacionales llegados de otros países. En total, uno de cada cinco universitarios ha llegado desde fuera de Castilla y León. Y claro, a eso hay que sumar un número indeterminado de alumnos de la comunidad que viene a Valladolid a estudiar. Como es lógico, todas estas personas tienen que dormir en algún sitio. Y cada año, comienza la odisea de encontrar alojamiento. La subida de los precios -el 8,7% el último año-, la reducción de la oferta frente al aumento de la demanda de pisos de alquiler y de las residencias universitarias hace que los universitarios se vean obligados a adelantar la búsqueda durante el curso previo y desde Semana Santa.
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«Cada vez empiezan a buscar antes. Se nota que la oferta ha descendido y que hay escasez de pisos para estudiantes. Si antes empezaban a preguntar en junio, ahora desde abril ya tenemos consultas», explica Javier González, gerente de Sotocasa. Ubicada en la calle Santa Clara, la inmobiliaria tiene una posición estratégica en una zona que los universitarios demandan mucho por su cercanía con las facultades de la UVA. Desde allí han observado en los últimos años un descenso de la oferta mientras que la demanda por parte de los alumnos de la universidad no ha hecho más que crecer. Una situación que también tiene sus consecuencias. «Los contratos de alquiler antes se formalizaban durante ocho, nueve meses. Lo que era el curso escolar. Ahora también hay casos donde el arrendador pide doce meses, con tanta demanda, siempre lo acaban colocando».
Esto se puede definir como trabas que se añaden a los universitarios y que podrían suponer un problema para encontrar interesados, pero nada más lejos de la realidad. «Los anuncios se cubren rápido. Hace una semana colgamos uno y en medio día tuvimos que cerrarlo porque ya tenía noventa solicitudes. Y el piso era un cuarto sin ascensor en La Rondilla. Eso sí, por 500 euros al mes», explica el gerente. Claro, es el precio otro de los principales problemas. Según calculan desde la inmobiliaria, las ofertas oscilan ahora entre los 600 y los 700 euros, si bien depende del número de habitaciones o de si los servicios se incluyen en el precio. «Si un particular alquila un piso de cuatro habitaciones por 250 euros cada una, ya obtiene un beneficio importante, como si tuviera un sueldo más». Lo más habitual son los alquileres de viviendas con tres dormitorios y situados en barrios y zonas cercanas a las facultades.
Otro de los alojamientos por excelencia para los universitarios son las residencias. Los estudiantes que quieran tener sitio también deben estar pendientes con tiempo suficiente para no quedarse sin plaza. Una de las más demandadas es la Alfonso VIII, que cuenta con un total de 244 plazas cada año. «Este año han renovado 130 personas. El resto de sitios se ha puesto a disposición de todo el mundo. En junio se abrieron las primeras solicitudes generales, lo que significa que en mayo ya teníamos más de la mitad de plazas cubiertas», explica Pilar Panero, directora de la residencia. Y a pocas horas de que inicie el curso para todos los estudiantes, apenas quedan dos plazas libres. No lo estaban, pero los últimos días antes de que empiece el curso alguna puede bailar por las admisiones en otras universidades. «Son casos habituales, la mayoría de estudiantes de Física y Medicina. Son plazas que se cubren en días».
Los primeros sitios se ofertan a los residentes que ya han pasado un curso, mientras que también se reservan diez plazas para estudiantes de Erasmus, que habitualmente viven un cuatrimestre en la residencia. «Hay muchos casos. Tenemos alumnos que pasan aquí los cuatro años y otros que están solo uno y después alquilan un piso con los amigos que han hecho en Valladolid». El precio es de 385 euros mensuales y también se incluyen los servicios de los que dispone la residencia. Cada año estudian en Valladolid miles de estudiantes, 27.170 de la UVA, de los que la mayoría son alumnos en la capital vallisoletana más otros cinco mil que acoge la Universidad Europea Miguel de Cervantes. Esto, más el aumento de estudiantes que llegan de fuera de Valladolid, hace que cada vez sea más complicado encontrar alojamiento.
Una de estas alumnas es Gala Alonso. Este año iniciará su tercer curso en la UVA y, tras dos años en una residencia, compartirá vivienda con otras dos personas. Segoviana y estudiante del grado de Relaciones Internacionales, este año ha tenido que lanzarse a la aventura de compartir piso y, lo que es más complicado, de encontrarlo. Al final lo hizo, tres meses después de que comenzara su búsqueda. «Empezamos a mirar en Semana Santa, porque los veteranos nos comentaban que cuanto antes mejor. Tienes que estar pendiente de páginas web, de amigos que conozcan gente que se va de su piso y de inmobiliarias. Y estar atento, porque igual que tú hay otros cientos de estudiantes que también buscan alojamiento en Valladolid».
Después de navegar por internet, buscar entre decenas de ofertas y ver otros tantos pisos, ella y sus dos amigas encontraron el ideal poco antes de que finalizara el curso, que era uno de sus principales objetivos. «Si no lo encuentras antes de verano luego es imposible, porque ya no estás en Valladolid y es más difícil». Durante el proceso acudieron a varias inmobiliarias para que les avisaran en caso de que hubiera alguna oferta con las características que ellas reclamaban. Tres habitaciones, dos baños y que lo alquilara a estudiantes.
«Y la primera llamada nos llegó en verano, cuando ya habíamos encontrado el piso». Lo hicieron gracias a un portal web, donde encontraron el anuncio. Pero no fue el primero que llamó su atención. Durante los tres meses que duró la búsqueda visitaron varias casas. «Tienes que estar alerta y en cuanto ves uno que te gusta, ir a verlo, porque si no te lo quitan. Ya nos pasó que quedábamos con el casero y antes de ir a ver el piso nos cancelaba la visita porque decía que ya había cerrado el alquiler con otra persona», relata.
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De hecho, cuando visitaron el definitivo, tuvieron que confirmar antes de salir de la vivienda para evitar que se lo quitaran. «Es una experiencia difícil, porque hay mucha gente buscando y en cuanto ves uno que cumple con lo que quieres tienes que decir que sí, porque nunca sabes si el que va detrás lo va a alquilar».
Por dentro, su casa, ubicada en una vivienda cercana a la facultad de Derecho, es como cualquier piso de estudiantes que se precie. Muebles de madera, una vivienda de toda la vida y sin reformar. La mayoría de los pisos que se alquilan se encuentran en barrios cercanos a las universidades, como son las zonas de La Rondilla, Vadillos o Batallas. «Es difícil encontrar uno que esté reformado. Cuando buscas tienes que dejar de lado algunas comodidades para entrar a vivir». Esta joven pagará cada mes 300 euros de alquiler, gastos incluidos, en un piso compartido con otras dos chicas. En total, 900 euros por toda la casa. Algo más de la media que calculaban desde Sotocasa.
Además, para completar el contrato tuvieron que abonar un mes de fianza, pero los caseros también suelen reclamar otros documentos a los estudiantes, como nóminas propias o de avales -los padres-. «Conozco casos de personas que les reclamaban un seguro de estudiante antes de firmar el contrato».
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