Secciones
Servicios
Destacamos
«Nadie quiere acercarse a una persona que está en la calle y mucho menos darte un trabajo», lamenta Félix, un joven madrileño de 32 años que desde hace un año y medio vive atrincherado bajo el tablero de hormigón del puente de Isabel ... la Católica junto a su perra y la compañía de una mujer, en su caso vallisoletana, que han convertido este hueco razonablemente alejado de la civilización (solo están a la vista desde el camino que discurre al borde de la ribera) en su improvisado hogar con colchones montados en palés, mantas y muebles viejos. No son los únicos. Ocho indigentes, al menos, malviven en las mismas condiciones que ellos bajo el mismo paso sobre el Pisuerga, con asentamientos a los dos lados, y bajo el puente de la Condesa Eylo. Este último 'goza' de una situación más privilegiada por su cercanía al comedor social instalado durante el estado de alarma en el barrio de La Victoria. La mayoría aseguran que están allí porque no les ofrecen cobijo en los albergues para indigentes, aunque la realidad muestra que muchos no quieren someterse a las reglas de la convivencia impuestos en los alojamientos públicos.
Noticia Relacionada
El perfil de los inquilinos de estos dos puentes es variado, si bien es cierto que la mayoría son jóvenes, de entre 30 y 40 años. Hay españoles e inmigrantes y algunos, no todos, evidencian un deterioro físico evidentes, signo inequívoco de una adicción a las drogas. El asentamiento más veterano se encuentra en el puente de Isabel la Católica, un lugar cercano al comedor social de Huerta del Rey (ahora cerrado) y al centro. «Esto no es vida, pero es lo que hay y nos toca esperar a que todo esto pase para intentar buscar una oportunidad», asegura Félix, cuyo hogar se encuentra del lado del paseo de Isabel la Católica. «Aquí no tenemos nada y, aunque es cierto que recibimos la visita de la gente de Cruz Roja (tres días a la semana) y la comida y la cena sí la podemos recoger en bolsas del comedor social, la verdad es que al no haber más servicios abiertos, como el de Cáritas (el centro de día de la calle José María Lacort), no tienes siquiera un lugar para asearte más allá del agua del río», explica antes de reconocer que a estas alturas del estado de alarma lleva mes y medio sin poder ducharse.
En su caso, el joven madrileño asegura que no fue a los albergues sociales porque no quería separarse de su perra. Pero la situación en la calle, y en plena pandemia, no es sencilla. «Los policías nos dejan estar aquí con la condición de que no nos movamos mucho y que lo mantengamos limpio», aclara antes de lamentar que estos días «la gente ni se te acerca porque se piensa que por vivir en la calle tienes que tener el coronavirus a la fuerza».
«Llevamos meses conviviendo con estos asentamientos, aunque eso es lo de menos, ya que el problema es la suciedad y las heces que te encuentran alrededor y, sobre todo, la presencia de jeringuillas, cucharas quemadas y restos de papel de aluminio que dejan tirados por los caminos», resume un vecino del entorno de la plaza del Milenio, que recuerda cómo lleva advirtiendo de esta situación al Ayuntamiento y a los policías desde «hace meses». Los indigentes que allí viven afirman que intentan «limpiar todo lo que podemos» y reconocen que los agentes les han puesto como condición que «no ensuciemos».
Félix, y su compañera (ella asegura que solo está allí de visita, aunque su 'casa' tiene dos camas), tienen la maleta a mano por si acaso. Él asegura que vino de Madrid, donde «tenía trabajo», al quedarse en el paro debido a que estaba empadronado en Valladolid, «donde ofrecen más recursos asistenciales que allí». Ahora solo piensa en que «todo esto pase para poder buscar trabajo de lo que sea y salir adelante».
En la otra margen del río, del lado de la Cúpula del Milenio, viven en tiendas de campaña y en un tenderete improvisado con mantas y telas viejas, al menos, dos inmigrantes. «Llevo aquí ya casi dos años, soy extranjero, no tengo papeles y tampoco trabajo», lamenta uno de los residentes bajo el puente antes de reconocer que «así no puedo ir a ninguna parte».
Su presencia bajo el paso de Isabel la Católica, previa a la declaración del estado de alarma, sí ha suscitado numerosas quejas de los vecinos por «suciedad» y, en algunos casos, «por la presencia de jeringuillas, cucharas quemadas y otros restos» de consumo de drogas en los caminos que discurren junto al río por las dos márgenes. «No hacemos mal a nadie, pero los vecinos avisan a los policías en cuanto nos ven pasar», coinciden en señalar los aludidos.
El problema añadido a su presencia bajo el puente, en lo que a la cuestión sanitaria, se refiere se encuentra en las casetas para las colonias de gatos (autorizadas legalmente por el Ayuntamiento) con las que conviven los indigentes entre los soportes del puente. «No todo es malo», reconoce Félix, ya que «hay vecinos que también nos ayudan con algo de comida o con artículos de limpieza».
La escena se repite aguas arriba del Pisuerga, en el recién creado asentamiento bajo el puente de la Condesa Eylo. Allí, del lado del Seminario (también habilitado estos días como refugio para personas sin hogar), también están viviendo estos días otras cuatro personas, al menos. La situación, en lo que a limpieza se refiere, es mucho peor en ese entorno. A un lado, en una tienda de campaña, duerme una pareja formada por un bilbaíno y una valenciana. Él, Óscar, asegura que le echaron del albergue por una «incoherencia». El caso es que ha acabado durmiendo bajo este puente. «Sin dinero no puedes ir a ningún lado y, encima, estamos sin poder pedir limosnas en ningún lado al no haber casi gente por la calle y estar las iglesias cerradas», relata antes de reiterar que «no se puede vivir así en estas condiciones». Unos metros más allá, en un cobertizo de mantas, asoma la cabeza un joven inmigrante, quien lamenta que «nos han dejado aquí tirados sin poder casi movernos».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.