Mayores de la residencia Cardenal Marcelo ensayan para el festival de Navidad. alberto mingueza
Coronavirus

La residencia Cardenal Marcelo de Valladolid, un año sin brotes

Los supervivientes del contagio masivo de abril de 2020 celebrarán una Navidad «un poco más social»

M. J. Pascual

Valladolid

Viernes, 17 de diciembre 2021

La señora que hace un año protagonizaba con su fotografía estas mismas páginas, abrigada con su bata color burdeos, mientras recibía desde la pantalla de una tablet el saludo de sus hijas, no parece la misma, es como si hubiera rejuvenecido. Toda coqueta, ataviada con ... su collar de perlas y bien peinada, Juliana Rodríguez, de 86 años, que tiene alzhéimer, espera junto con otros «compañeros» en uno de los salones la hora de comer. También parece haber rejuvenecido la residencia Cardenal Marcelo, y no solo porque desde finales de septiembre se han empezado a recibir después de muchos meses nuevos ingresos, 14 residentes más hasta la fecha, ha sido el geriátrico vallisoletano que más ha tardado en empezar a admitir nuevos residentes.

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El contrapunto a los recién llegados son las ausencias, la de quienes sobrevivieron al sunami del coronavirus pero otras patologías acabaron con sus vidas, casi centenarias. Fallecieron este año Eutiquio Díez, que se renegaba a cada rato por la mascarilla, y Teresa Rico, que ya no ocupa su sitio en el comedor frente a su marido, Francisco Hernández. El viudo, a pesar de la pérdida, no deja de entonar sus canciones favoritas por los pasillos.

Roberto Villar y Francisca Calvo comparten mesa en el comedor, ientras que Francisco Hernández guarda el sitio de su esposa Teresa Rico. fallecida. a. mingueza

Es la resistencia de estos niños de la guerra civil. Nada más entrar en el vestíbulo principal, se atisba un movimiento alegre en el gran salón de actos; los mayores ensayan para el festival navideño del 21 de diciembre, que se grabará para que familiares y amigos que no podrán estar con ellos les acompañen en la distancia. Poco a poco las actividades colectivas, como las misas, se van recuperando, pero todavía hay que ir con mucho cuidado.

Visitas y salidas al exterior

El protocolo sigue siendo estricto para los visitantes, no se baja la guardia. Yolanda Martín, de seguridad, realiza un control exhaustivo de quienes quieren acceder a las instalaciones: hay que rellenar un impreso con todos los datos personales y hacerse de inmediato un test de antígenos para confirmar que es negativo en coronavirus quien pretenda pasar un tiempo dentro. «Hace un año, cuando no sabíamos por dónde nos venía, estos medios eran impensables», recuerda la enfermera Gemma Macías mientras prepara el bastoncillo del test. Entonces ni siquiera se le había puesto a los ancianos de Cardenal Marcelo la primera dosis de la vacuna. Eso fue entre el 8 y el 28 de enero. Ahora todos tienen inoculada la tercera.

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«Lo que pasó lo tienen latente y de vez en cuando les aflora», reconoce la nueva directora de la residencia, Sonia Marbán

Fuera, en los jardines, varios familiares recogen a sus abuelos para llevarles a dar una vuelta por la ciudad, tomar un café o estar un rato con ellos en el exterior si hace bueno y si no, en la sala de visitas. José García iba a ver a su madre, María Hernando, de 91 años, de Campaspero. «Me dice que está harta de verme por televisión, así le llama a la videoconferencia. Echa muchísimo de menos el contacto directo», indica mientras se dirige a su cita.

La frecuencia de las visitas de los familiares es mayor y ya los abuelos han podido hacer alguna excursión, como la que realizaron en autobús y que remataron con un cocido y baile en Mojados, viaje en el que gozó especialmente Servanda Guerra cuando la plataforma la elevó «con silla de ruedas y todo» para poder montarse en el vehículo. «La primera vez desde hacía ocho años» que subía en un autocar, recuerda entusiasmada la residente.

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Sin tentar a la suerte

«No hay que tentar a la suerte». Esta es la frase del año en la Cardenal Marcelo, donde tienen su hogar en la actualidad 153 residentes, la gran mayoría, con edades que superan los noventa años largos. Al inicio de la pandemia eran 200 los ancianos que vivían en el centro, que es como un microcosmos en el que están representados todos los pueblos de la provincia de Valladolid por los lugares de procedencia de sus moradores. En él llevan sin brotes y cruzando los dedos desde el gran susto del contagio masivo de abril de 2020 en el que el coronavirus de la primera ola atacó a 183 residentes y solo respetó a 16. «De hecho, estos que estaban bien, los negativos, fueron los que tuvieron que ser aislados en sus habitaciones y no al contrario porque los demás estaban todos contagiados, aunque la mayoría asintomáticos» rememora Vicente Herrero Cocho, jefe de Servicios Sociales de la Diputación, que hizo de cicerone en la primera visita al centro de El Norte de Castilla, cuando se levantó la prohibición y finalizaron los nueve meses de aislamiento de los ancianos en la residencia.

«Los malos recuerdos se van marchando de la cabeza. Dentro de lo que ha habido, estamos extraordinariamente»

claudio minayo

residente

«Iré con los hijos algún día en Navidad, pero las noches las pasaré aquí y también en Reyes, que lo disfruto mucho»

servanda guerra

residente

«Vivimos ahora una situación más tranquila, pero tenemos que andar con cuidado y seguir con las mascarillas»

miguel fernández

residente

Le da el relevo a Sonia Marbán García, la nueva directora del establecimiento, otro de los «cambios» de este año que, para ella, ha sido «de transición», de poner las bases para recuperar una cierta normalidad. Se incorporó al cargo el 1 de septiembre y ha sido cocinera antes que fraile, pues ha estado durante 23 años ejerciendo como enfermera en la otra residencia de la Diputación, la de Doctor Villacián, además de formar parte del comité de crisis que se creó para gestionar la pandemia en ambos centros tras el gran contagio de la Semana Santa de 2020. En la primera ola fallecieron cerca de una treintena de residentes en los centros de la Diputación por coronavirus confirmado.

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Hoy es «un oasis» en el que se encara la sexta ola con esperanza de remontarla sin víctimas. «La situación actual no es la misma que en plena pandemia, estamos con tranquilidad, pero hay que estar alerta», señala la nueva directora. Se siguen las directrices de la última guía de la Gerencia de Servicios Sociales publicada el 15 de octubre y los protocolos de la Gerencia de Salud «y nos vamos adaptando a lo que nos indiquen».

Cumpleaños

Ahora que hace frío y ya no se puede sacar tanto partido al gran jardín para las actividades colectivas que se retormaron en septiembre, se empiezan a hacer algunas cosas en el interior, como las fiestas mensuales de cumpleaños (con dos familiares invitados como máximo), con el aforo muy controlado y también se mantiene el control de las visitas, habilitando terrazas y otros espacios a cubierto que antes no se usaban. «Hay que darle muchas vueltas a la logística, hemos aprendido a afrontar cualquier situación con una previsión muy a corto y medio plazo, siempre pendientes, buscando como dar cabida a las familias en un centro en el que el espacio está limitado, y poder recuperar en lo posible la vida normal, porque no hay que olvidar que para los residentes este es su hogar».

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Un hogar en el que la pandemia entró a caso, pues la Cardenal Marcelo fue una de las residencias de Valladolid con mayor mortandad y contagio por coronavirus. «A pesar de su enorme resistencia, a ellos les ha afectado esa experiencia y la tienen ahí latente y de vez en cuando les aflora. Ojalá que esto termine y no vuelva a pasar lo de antes», manifiesta Sonia Marbán mientras llama al ascensor en dirección al vestíbulo principal, donde esperan, con la música de un pasodoble de fondo, tres de los protagonistas del reportaje del año pasado. Claudio Minayo, Servanda Guerra y Miguel Fernández, que aprovechan las cámaras para deshacerse en elogios sobre el trato recibido por el personal en los meses más duros y ahora, cuando parece que la pandemia les ha dado un respiro a las residencias y empiezan a moverse sus habitantes con mayor libertad dentro del centro y pueden también salir al exterior. Dicen que se encuentran «excepcionalmente bien, teniendo en cuenta lo ocurrido», pero tampoco ellos bajan la guardia, muy conscientes de que «ahí fuera» la sexta ola está empezando a incrementar las estadísticas de contagios y fallecidos, a apenas una semana de las fiestas navideñas. Servanda insiste en sus agradecimientos y en que «esto no es una residencia, es una familia» y cuenta que, aunque irá con sus hijos los dos días clave de las vacaciones , volverá al centro para dormir en su cama. Asegura, no va a perderse la noche de Reyes. «La disfruto aqui como una niña». Miguel Fernández insiste en que «todavía esto no se ha terminado» y en que la gente de dentro y de fuera de la residencia «se ponga la mascarilla».

Renovar la participación

La renovación en los órganos de participación de la residencia está pendiente hasta comprobar como evoluciona la pandemia y su incidencia en el centro después de las fiestas navideñas. Es lo que ocurre con el consejo de residentes y la presencia de las familias, un órgano que mantiene a los representantes anteriores a la pandemia hasta que mejore la situación. En paralelo, explica la nueva directora, se trabaja para ir reintroduciendo algunas tradiciones que tienen mucha importancia para los residentes, como ocurre con la festividad del Día de las Águedas que se celebra el próximo febrero.

Los tres supervivientes se despiden, es la hora de comer, les recuerdan sus cuidadores. Falta el colofón de los versos de Pilar Reglero, que estaba pachucha en la enfermería, con algunos achaques. Fuera, en los escalones, monta guardia al sol la gata 'Rita', la mascota de la residencia. Ella también estaba hace un año.

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