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Hayat estudia cuarto de Primaria en Bolaños de Campos. Mientras ella realiza la tarea de la asignatura de Lengua Castellana, uno de sus compañeros, Omar, quien apenas ha comenzado a hablar español, aprende con una canción infantil las partes de la cara. Hace unos cuantos años, una de sus hermanas mayores también estuvo en ese mismo aula. Allí aprendió y estudió hasta que pasó al instituto. Ahora, está en Valencia, donde ha comenzado la carrera de Magisterio. Y aquí, en Tierra de Campos, Hayat es una de las alumnas que mantiene con vida el colegio del municipio, integrado en el CRA Campos de Castilla, que también aglutina los municipios de Becilla y Ceinos. Es gracias a ella y a sus tres compañeros, todos de origen marroquí, que la educación se mantiene viva en este pueblo vallisoletano. «Si no fuera por la población inmigrante, seguramente el colegio no existiría», asegura Rafael San José, director del CRA.
Y es la verdad. En el colegio de Ceinos, la situación es similar. Allí, el único aula del municipio permanece abierto con cinco niños. Tres de ellos son también extranjeros, dos hermanos de origen brasileño y una niña de República Dominicana. «Las familias que vienen de fuera y deciden empezar una vida aquí soportan la población de estos municipios. Cuando tienen niños, que la escuela permanezca abierta es una oportunidad que tienen para formarse y para orientar su futuro. De tener un proyecto, de avanzar en una escuela que cumple todas las garantías. Y son estos niños los que también dan vida a las calles de los pueblos», explica el director.
La situación no ha sido siempre la misma, y si ha cambiado, ha empeorado. «Cuando llegué hace quince años había 55 alumnos en cinco localidades. Ahora solo tenemos tres centros abiertos y con 15 niños». En más de una década, la escasez del alumnado ha obligado a la clausura de las aulas en Castroponce y en Unión de Campos. «Antes de que llegara también estaban abiertos e integrados los colegios de Villavicencio y de Urones de Castroponce, pero con el tiempo se vieron obligadas a cerrar», apunta San José. Porque claro, otro de los grandes problemas a los que hacen frente es el relevo de los alumnos. Según avanzan, si no hay nuevas matriculaciones en los cursos más bajos, cuando los niños suben de ciclo, es más fácil que las aulas se cierren al no haber nuevos escolares que den vida a los centros.
Las clases son dinámicas y la situación permite que la educación sea individualizada para cada niño. «Es una de las ventajas, puedes prestar una atención especial a cada uno. Luego, entre ellos también se apoyan, los más pequeños escuchan y aprenden de los mayores e incluso alguno de los pequeños les corrige», explica Cristina Alonso, maestra en el colegio de Ceinos por segundo año consecutivo y quien también es profesora itinerante de inglés en Becilla. Ella lo tiene claro. «Yo estoy muy contenta con lo que hacemos aquí». Como también lo está Iasmynn, una de las alumnas. «Lo que más me gusta del colegio es la asignatura de inglés», asegura esta niña, que comparte clase con su hermano, quien cursa Educación Infantil. Y dentro de las aulas también cuentan con material informático adquirido por Educación. Todas tienen pizarra electrónica táctil o tabletas desde donde los profesores puede acceder a aplicaciones para realizar actividades en clase. «Los colegios cumplen todas las garantías, a nivel tecnológico y de personal», destaca el director.
El tercer centro que integra el CRA está en Becilla, que es el colegio que funciona como cabecera. La situación en este municipio muestra una tendencia que, explica el director, empiezan a percibir también en los municipios. El aula permanece abierta con cuatro alumnos, dos niñas españolas y dos niños llegados de Venezuela. «En los últimos meses vemos que llegan familias de este país. Son personas que inician una nueva vida, que llevan a sus hijos al colegio, trabajan en el pueblo y mantienen su actividad en el municipio».
Una de las particularidades de estos centros es que en un aula se juntan niños que van a varios cursos. Por ejemplo, en Becilla, los pequeños estudian primero, segundo, tercero y quinto de Primaria. Cada uno lleva su libro, tiene sus deberes y adquiere sus conocimientos. Y para esto, los profesores tienen que organizar de una forma muy diferente sus clases. En total, hay un maestro en cada centro, un profesor intinerante de Religión, Música, Educación Física, Inglés y otro docente de apoyo. «Puedes empezar la lección con los pequeños, que también sirve de repaso a los mayores, a quienes les amplías la lección con nueva materia», explica José Carlos Gago, maestro en Bolaños de Campos, donde ha llegado este año. «Llevas a cabo lo que tiene que ser la enseñanza. Ver qué tiene cada niño, sus fortalezas, sus carencias, y poder ayudarle», apunta.
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Además del horario lectivo, los tres centros también están abiertos por la tarde durante dos horas y dos veces a la semana para que los niños realicen talleres en aula. Cabe destacar que a excepción de dos alumnos de todo el CRA, el resto de los niños cuenta con la gratuidad de los libros gracias al programa RELEO. La mayoría de los padres llegó a Valladolid en busca de una oportunidad y encontraron trabajo en el campo en estos municipios de Tierra de Campos. Ellos son también quienes ayudan a mantener la actividad en los pueblos. «Es importante no solo por las escuelas, sino también porque son ejemplos de que se puede desarrollar un proyecto de vida aquí», asegura el director.
Pero no todos se quedan a vivir durante mucho tiempo, por eso los profesores también tienen que hacer frente a la intinerancia de los propios alumnos, que muchas veces entran en el colegio con el curso iniciado o que se van del pueblo a mitad de año. «Muchas familias vienen y van. Mucha parte del trabajo consiste en hacer traslados de expedientes». De hecho, durante los próximos meses esperan añadir una nueva alumna procedente de Venezuela en el centro de Becilla mientras que hace unos días han perdido a otro niño que se ha mudado con su familia a un pueblo de Albacete. «En este caso, el número va a ser el mismo, pero también ha ocurrido que se marcha un niño y llegan dos, o al revés. Cuando acaba un curso no sabes cómo será el siguiente», lamenta el director. Pero de momento, las tres aulas de este CRA permanecen abiertas otro año más. Clases mantienen con vida la educación en Tierra de Campos.
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