José Rodero, afectado post-covid desde la primera ola
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Deportista y habituado a un trabajo muy físico, este afectado por las secuelas del covid, sufre fatiga y dolor crónicoJosé Rodero, afectado post-covid desde la primera ola
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Deportista y habituado a un trabajo muy físico, este afectado por las secuelas del covid, sufre fatiga y dolor crónico21 de septiembre 2020. Y José Rodero no volvió a recuperar sus pasos, sus carreras por la montaña, sus paseos en moto, su trabajo como soldador y en el prefabricado de muebles. Dos años y medio desde que el covid hizo estragos en su cuerpo. ... Fue moderado mientras fue positivo de coronavirus, ni ingresos ni problemas serios. Llegaron con total crueldad después. José, con 50 años y deportista, es muy consciente de cuando se contagió, un compañero enfermo –yo di a los cuatro días y me llevaron en ambulancia al hospital, no tenía neumonía– y «me tocó. Empecé con fiebre, algo bastante inusual en mí, y fue como una gripe. Mi mayor miedo era mi mujer, no tenemos hijos, porque es asmática y necesita mucho ventolín... así que me aislé. Estuve 14 días en casa, era el protocolo de entonces, con mocos y poco más. Yo hacía mucho deporte en esa época, carreras de 80 kilómetros por montaña, pertenezco a un club y salía cuatro o cinco días a la semana. realizaba pruebas de esfuerzo... en fin, que estaba en forma, más de lo habitual, y mi trabajo era también muy físico. Ahora me cuesta llegar al cuarto de baño».
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«Estuve 40 días en cama, sin fuerzas, sin poder moverme, sin que nadie me diera indicaciones, sin cura, con problemas musculares por todo el cuerpo, agobiado, con fallos también de cabeza, de memoria...», repasa. «Me negaban que tuviera algo. No querían estudiar mi caso. No quisieron incialmente ni realizarme más pruebas a ver si seguía dando positivo. Me dije: O me muevo o vivo en la cama. Y comencé a salir de ella. Me asfixiaba, el agotamiento físico es indescriptible. Poco a poco fui moviéndome, obligándome a más. Hacía un paseo con muchos bancos, junto al río, para poder sentarme cada poco», añade.
«Te abandonan, nadie te dice qué hacer. Un día compré tres kilos de naranjas y al intentar ponerlas sobre la encimera creí que me había roto todo, todos los tendones. Terminé en urgencias, me hicieron una resonancia... que no tienes nada te dicen. No puedo subir los brazos por encima del hombro, te agachas instintivamente a coger un bolígrafo que se ha caído y te mueres de dolor. Aunque llevo zapatillas deportivas con gran amortiguación, es como si andara sobre agujas. Te agobias, muchísimo. Solo un neurólogo me ayudó, me quitó prácticamente del todo las migrañas. Estaba cuatro y cinco horas a oscuras con un dolor que parecíaque te ibas a morir. No puedes dormir, ni relajado en la cama pierdes el acorchamiento, la fatiga, el dolor».
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«Mentalmente –añade José–, yo tengo suerte porque en mi época de deportista aprendí a afrontar el dolor y el cansancio. A no abandonar por ello una carrera... y creo que eso me ha ayudado ahora. Me conozco bien, tengo fortaleza. La mayoría de los médicos me trataron mal, como si fuera una mierda, como mucho te decían que aprendieras a vivir con ello, que había venido para quedarse.. otros que no tenías nada. Te tratan fatal. Luego, por fin, detectaron que tenía una polineuropatía que afectaba a todas las fibras nerviosas. No he vuelto a trabajar, te hundes en la miseria. Te dicen que te busques otro empleo, de oficina. No quiero aceptar que tengo que convivir con ello el resto de mi vida, no lo acepto».
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Y «ya no es solo el dolor físico permanente, sino los fallos de cabeza, cognitivos. No es dislexia, es que llamo a las cosas o personas por otro nombre y cuando lo hago sé que no es el correcto, pero mi cabeza no sabe darme otro. Llamo a alguien Luis aunque al decirlo sé que no lo es... o a la naranja, manzana... mi mujer lo sabe y ha aprendido a interpretar lo que quiero decir. Sabes que te estás equivocando pero eres incapaz de hacerlo bien. Todo el cuerpo lo sientes descontrolado, como cambiado, hasta cuestiones tan físicas como ir al baño, antes era un reloj, ahora pasan hasta seis días. Tengo perdidas de memoria, no recuerdo lo que he hecho o me dejo algo encendido en la cocina».
Ahora, José se siente especialmente implicado en el proyecto terapéutico en el que está inmerso en la Unidad de Afrontamiento Activo del Dolor Crónico. «Estoy motivado a tope, me gusta mucho ir, mejora la cabeza, emocionalmente mucho... no sé hasta dónde llegaré, cuánto podré recuperar. Probablemente no pueda volver a correr pero igual sí a pasear por la montaña o al menos vivir sin dolores. Estoy superpositivo, acudo a cada sesión, leo mucho sobre ello, sobre neurociencia, repaso y repaso. Estoy entusiamado con esta oportunidad. Por primera vez alguien se preocupa por nosotros. Y sé que va a servir, si no es a mí a otros».
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