De izquierda a derecha, Jesús Chillón, médico, David Baena, director, Alexandra Lourenco, supervisora, Diego Aguado, enfermero, Maribel Sanz, residente, y su hija, Sonia Santos, en la Residencia El Villar de Laguna de Duero. A. RODRÍGUEZ

David Baeza, director de una residencia

«Por necesidad, la recuperación de las plazas ha sido rápida»

El miedo no forma parte del día a día de los ancianos que afirman que «dentro de la residencia estamos muy bien atendidos y no nos falta de nada»

Sábado, 2 de marzo 2024, 00:05

Fueron el punto de mira durante la pandemia y la atmósfera de incertidumbre, miedo y temor que se instaló sobre ellas tras los brotes por covid-19 no hace justicia al trabajo realizado. Las residencias de ancianos recuperaron la ocupación total, tras una tasa de ... mortalidad alta durante la pandemia, cuatro meses después de la misma cuando todavía había restricciones, obligatoriedad en el uso de mascarillas y control en la distancia de seguridad. «En la Residencia El Villar siempre estamos rondando el 100% de ocupación. En el 2019 tuvimos 100 residentes de media y en el 2020 la media fue de 97 pero tuvimos meses con 82 residentes, aunque la recuperación de las plazas fue rápida debido a las necesidades», confiesa David Baeza, director de la residencia ubicada en Laguna de Duero.

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Son muchas las personas mayores que han entrado a formar parte del día a día de la Residencia El Villar tras la pandemia. Con cierto temor pero con la confianza de que estaban dejando en buenas manos a sus padres, madres o hermanos, los familiares de los residentes post-pandemia coinciden en que «cuando es necesario da igual todo lo demás, no va a haber un sitio donde estén mejor atendidos». Es el caso de Carlos Gil, sobrino de Mario Villate, usuario de la residencia. «Mi tío necesitaba una serie de cuidados que en un piso de 60 metros cuadrado no le podían ofrecer. Fue un consenso de toda la familia y decidimos traerle aquí», explica Villate. Durante la pandemia y en el exterior de las residencias las consultas telefónicas se realizaban de manera telefónica: «Aquí dentro tenía servicio médico, enfermería y fisioterapeuta de manera presencial», puntualiza Mario Villate.

Aunque antes de la pandemia ya no salía de casa, a finales de septiembre del 2022, Sonia Santos decidía, junto a sus hermanos, traer a la Residencia El Villar a Maribel Sanz, su madre. «Vivía con mi padre y ella no quería salir no cocinaba y un día se desmayó. Cuando fuimos al hospital le diagnosticaron covid-19 y estuvo muy mal con respirador. A raíz de hacerle pruebas le diagnosticaron un principio de demencia también. Salió del hospital en silla de ruedas, muy delgada y mi padre no podía hacerse cargo de ella», explica Sonia Santos, hija de la residente, quien añade: «Mi padre no podía hacerse cargo de ella. La decisión nos costó pero mejor que aquí no iba a estar en ningún otro sitio».

La trayectoria de Maribel Sanz en la residencia es definida por el director de la misma como «una montaña rusa». «La mejoría es muy notable, aunque tiene sus achaques como todo el mundo. Ahora camina, utiliza el andador y gracias al fisio cada día está mejor», señala Maribel Sanz. La situación de tener que vivir separados marido y mujer resulta extraña sobre todo al principio: «Antes mi padre venía todos los días mañana y tarde pero ahora le hemos quitado la idea. Es una situación complicada porque son un matrimonio que ha tenido que cambiar de vida por completo», esboza. «He subido más veces el puente —que cruza el Canal del Duero— cuando estaba bien que me he escacharrado por eso», bromea Maribel Sanz, residente.

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María Jimeno, hija de Eugenia, residente de El Villar, y Alexandra Lourenco, supervisora. A. RODRÍGUEZ

Eugenia entró en la Residencia El Villar en octubre de 2023 «por decisión propia». Su hija, María Jimeno, relata como fue la toma de decisión: «intentando ayudarla en la medida de lo posible. En casa no podía estar y nos dijo ella que quería venir a una residencia. Durante la pandemia tenía asistencia a domicilio con una chica y las tres hijas que vivimos aquí íbamos a verla. También es un descanso para nosotras que esté aquí porque aunque venimos a verla todos los días sabemos que está en las mejores manos posibles». «Ella ha venido por su propia voluntad y está muy satisfecha con lo que tiene aquí. El equipo es maravilloso», apunta María Jimeno, hija de la residente.

«La ocupación de las residencias tras la pandemia ha ido en aumento». Así lo corrobora David Baeza, director de la Residencia El Villar. «Cuando surgieron los diferentes brotes antes de vacuna, la mortandad era elevada y la propagación muy rápida. Las vacunas ralentizaron la propagación que era lo más peligroso», explica el director, quien añade: «Las personas que ingresan en una residencia están en la última fase de su vida, pero vienen aquí a vivir en las mejores condiciones posibles y no a morir. Lo más importante de todo es ofrecer transparencia siempre», finaliza.

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