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Unos testimonios desgarradores. De los que hielan la sangre y dejan a los presentes sin aliento. El mismo que no tenía Carmen Rodríguez, madre y abuela de Paloma Pinedo e India López, cuando al finalizar el entierro de sus dos seres queridos se dirigió ... a todos los allegados que este miércoles se acercaron a la parroquia de la Inmaculada Concepción (Franciscanos) para despedir a Paloma, de 45 años, e India, de 8, presuntamente asesinadas a cuchilladas por David Maroto Lentijo.
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«Para ti, Paloma, mi hija querida, qué difícil en estos momentos hablar, pensar... Me falta aire para coger fuerzas y poder seguir adelante sin vosotras. No puedo describir estos sentimientos, solo quiero recordar ahora los buenos momentos vividos en familia. Tu gran bondad, Paloma; tu dulzura, India, quedarán dentro de nosotros para el resto de nuestras vidas, esas vidas que a vosotras os han arrebatado, dejándonos vacíos por dentro», lamentaba la madre y abuela rota por el dolor.
«Hoy estamos aquí todos juntos, familia y amigos, para compartir nuestro dolor, para mirar al cielo, donde ya estáis con el Señor, con ese Dios al que pedimos consuelo. Paloma e India, os hemos querido y os seguiremos queriendo con toda el alma, porque el alma nunca muere, gracias a todos por el cariño que hemos recibido estos días, habéis sido un gran consuelo para nosotros, gracias a todos», concluía emocionada Carmen Rodríguez antes de dar paso a su hija, María Pinedo, en los días más duros de sus vidas.
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Porque el mensaje de María fue similar al de su madre, a quienes se les entrecortaba la voz en cada frase. «Eres la mejor persona que he conocido, Paloma. Buena, amable, generosa, familiar, pero sobre todo una madre maravillosa con absoluta devoción por tu hijita», incidía su hermana para continuar su agradecimiento recordando los momentos vividos con Paloma y su hija (ahijada de María). «No puedo expresar con palabras el dolor que sentimos desde el día que nos habéis dejado. ¿Qué hago, Paloma, cuando no reciba tu llamada cada mañana? ¿qué hago cuando mire a la mesa de al lado en nuestra oficina y no estés? Cómo necesito tu apoyo, tu consuelo, tu consejo», agregaba la hermana y tía de las dos personas presuntamente asesinadas.
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El discurso continuó con palabras de recuerdo hacia su sobrina, «la niña de la eterna sonrisa». «Buena y cariñosa. Buscabas a tus primitas cada día en el recreo para darlas un abrazo. No te lo merecías, con toda la vida por delante, tan ilusionada con tus clases de natación, y sobre todo con tu primera comunión, que íbamos a celebrar en apenas cuatro meses», concluía María Pinedo tras mandar ánimos al padre de India, Pepe López.
Un último adiós para Paloma e India en el que su familia estuvo arropada por centenares de personas, como el día anterior en el tanatorio. Abrazos, besos y muchas lágrimas que se disimulaban entre gafas de sol y pañuelos. Era imposible no comentar lo sucedido en la madrugada del lunes a escasos metros de la parroquia. Era imposible no mirar hacia la casa en la que vivían Paloma y su hija. «¿Cómo se supera esto?», preguntaba una mujer a otra en la puerta de la iglesia. «Esto no se supera, hija», apuntaba entre lágrimas.
La misa estuvo oficiada por el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, que ha pedido una «solución para un problema que es una lacra social, la violencia marcada por las relaciones»,
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