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Investigador entre retablos, pinturas, monumentos y artistas de Valladolid y Sevilla, Enrique Valdivieso mantuvo toda su vida una estrecha vinculación con ambas ciudades y provincias siguiendo el hilo del arte. Nacido en 1943 en la capital del Pisuerga, en la Universidad vallisoletana ejerció como profesor ... ayudante en el Departamento de Historia del Arte, en 1975 logró plaza como profesor agregado en la Universidad de La Laguna, en Tenerife. Experto en pintura española y europea del Siglo de Oro, en 1976 se trasladó a la Universidad de Sevilla, donde ejerció como catedrático desde 1983.
Enrique Valdivieso publicó en 1971 'La pintura en Valladolid en el siglo XVII' y era autor del 'Catálogo monumental del antiguo partido judicial de Peñafiel'. Editado en 1975 por la Diputación Provincial de Valladolid, el volumen (644 páginas) fue fruto de un fecundo recorrido durante varios años por iglesias, retablos, castillos y palacios de la comarca peñafielense para documentar su autoría, historia y estado de conservación. «Yo le acompañaba en aquellos viajes porque él no tenía coche; había decidido prescindir de él tras un golpetazo nada más sacarse el carné, cuando viajaba con su Seiscientos a dar clase al instituto de Portillo», recuerda el también catedrático de Historia del Arte José Carlos Brasas (Valladolid, 1950). «Para ir a los pueblos de la zona de Peñafiel cogíamos el tren de la antigua línea de Ariza y una vez allí, los curas de la parroquia nos llevaban a los pueblos para hacer fotografías y catalogar». También participó en la elaboración del 'Inventario artístico de Palencia y su provincia' junto a otros especialistas.
De carácter expansivo y abierto, sobre la tarima ganó fama de profesor ameno y entusiasta. «Le encantaban los alumnos, se lo pasaban muy bien por su sentido del humor, era alegre –agrega Brasas–, muy expresivo». Una cualidad favorecida por su paso por el teatro local aficionado junto a referentes de la escena pucelana como Juan Antonio Quintana y Licas (fallecido el pasado 25 de enero). De joven fue premio nacional al mejor actor de teatro universitario y hay quien recuerda su destreza «con el manejo de una marioneta que llamaba Ojo Pocho».
Como académico correspondiente de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción participó en varias conferencias en la sede de la entidad contigua a la Casa de Cervantes, y mantenía relación con sus antiguos compañeros de estudios en el colegio de la Salle, con quienes cada 25 de septiembre solía reunirse en una comida de hermandad.
Entusiasta futbolero del Pucela, su pasión por el coleccionismo le llevó a publicar 'Los cromos de fútbol del Real Valladolid-La época dorada (1948-1964)' (Maxtor). También el libro 'Memoria del viejo y desaparecido Portugalete vallisoletano', sobre sus memorias de infancia en una de cuyas casas adosadas a la Catedral ya desaparecidas vivió.
Jesús Urrea
«Tenía una vista extraordinaria para la pintura, para descubrir retablos inéditos, hallaba con facilidad la firma de los cuadros que estaban oscuros por el paso del tiempo, era muy sagaz relacionando e investigando. Así que en Sevilla se hizo dueño del tema y publicó unos libros magníficos», comenta Jesús Urrea, amigo íntimo y catedrático de Historia del Arte. Juntos firmaron publicaciones y emprendieron investigaciones, una de ellas sobre las pinturas de la Catedral de Valladolid. «Aquí leyó su tesis sobre pintura holandesa del siglo XVII en España, y en Sevilla ha desplegado toda su carrera como especialista en la pintura sevillana del barroco; es un experto en Murillo y en otros pintores sevillanos como Velázquez, Zurbarán, Valdés Leal...».
Además de intercambiar informaciones, con frecuencia ambos unieron su conocimiento para publicar investigaciones. En 2017 llevaron a imprenta 'Pintura barroca vallisoletana' , editado por las universidades de Sevilla y Valladolid y en el que dan cuenta del proceso histórico, cultural y religioso en el que se desarrolló ese arte desde el siglo XVI hasta el XVIII.
«En Sevilla le quieren mucho, y el siguió sintiéndose siempre muy vallisoletano, pues aquí transcurrió su infancia y su juventud», rememora Urrea. «Es una pérdida tristísima porque hemos estado muy unidos, cada domingo hablábamos por teléfono».
Docente como él era su esposa, Carmen Martínez, también vallisoletana y profesora de latín en su ciudad y después en Sevilla, donde conseguiría la cátedra. En Sevilla la muerte de ambos ha sido muy sentida, dada la vinculación con el mundo del arte y la cultura, refrendada con la concesión a Enrique Valdivieso de la medalla de la ciudad en 2017. «Desaparece una figura fundamental de la historia del arte en especial, del barroco sevillano, y un investigador inagotable que deja un legado del que la ciudad de Sevilla siempre estará agradecido», lamenta José Luis Sanz, alcalde de la capital hispalense en declaraciones recogidas por la Agencia Efe.
Desde Valladolid, sus amigos José Carlos Brasas y Jesús Urrea coinciden: «Nos deja un personaje primordial en la historia del arte español».
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