Cada una de las personas que llega a la Asociación de Jugadores Patológicos Rehabilitados de Valladolid (Ajupareva) carga con una pesada mochila emocional y lucha a diario contra los demonios que le han llevado a caer en una adicción a la que tratan de hacer frente ... como pueden. En esta entidad, que lleva 33 años al pie del cañón y en la que han conseguido ayudar a 2.965 familias, advierten de la tendencia que se mantiene desde el año pasado, cuando registraron récord de incorporaciones. El año de la pandemia fue llamativo, porque pese al aislamiento y las restricciones de 2020, 70 personas llegaron a Ajupareva en busca de ayuda, una cifra que aumentó a 98 al año siguiente.
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El año 2022 fue inédito. «Llegaron 121 acogidas, fue una locura total, aquí teníamos a una persona en la puerta cada dos días», explica el presidente de la asociación, Ángel Aranzana. Actualmente, atienden a 208 personas, pero la previsión que hacen para el cierre de este año no va ligada a un descenso, sino a la sensación de preocupación de que se alcancen cifras similares al cierre de este 2023, ya que hasta julio han registrado 43 nuevas incorporaciones. «Va a ser un goteo constante hasta diciembre», dice Aranzana ,que lleva años ligado a esta asociación y ocho como presidente.
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Sofía Fernández
Conocen los casos personales de cada uno de los miembros. «Es fundamental entrevistarse con ellos en privado y hacer un estudio de su situación personal y social que realizan los psicólogos, después pasan con el equipo técnico y los voluntarios y participan de forma semanal en terapias grupales y en familia», explica. Llevan realizadas 1.765 intervenciones psicológicas
Las familias llegan «absolutamente desesperadas» y en busca de una salvación para las personas que padecen adicción al juego en su entorno y que en muchas ocasiones han recurrido a microcréditos, a pedir dinero prestado e incluso a robar joyas a su familia. No vienen por iniciativa propia porque todos se tratan de engañar con el pensamiento de un autocontrol, de que no volverán a caer. «Sin ayuda no se sale», advierte Aranzana.
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El 24% de los usuarios tiene una media de edad inferior a los 35 años y por sexos se repite siempre el mismo patrón, una mayoría de hombres (97%) frente al (3%) mujeres. El apoyo no es el mismo cuando se trata de género. «Las mujeres a día de hoy aún están muy estigmatizadas en este tema, no se les permite el fallo y sigue existiendo esa concepción de que tienen que ser perfectas», expone el presidente. «Cuando sucede en mujeres lo que comprobamos -y eso no pasa con los hombres- es que la propia familia o la pareja lo ocultan por vergüenza. Tampoco se trata igual a nivel sanitario, que enfoca más el problema a la ansiedad o la depresión. lo vemos a diario, al hombre se le trata de otra manera, sobre todo, socialmente».
Cuando los casos afectan a las mujeres apenas llegan acompañadas. «Si acaso alguna hermana o una amiga, pero cuando el caso afecta a hombres toda la familia se implica. Ellas están mucho más solas en esto, aún estamos en una sociedad en la que no se mira igual al hombre que a la mujer», determina.
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El periodo de rehabilitación completa dura casi dos años y tratan con personas de toda la comunidad. Incluso de Palma de Mallorca o Alemania, desde donde mantienen un seguimiento a distancia.
Con los jóvenes han notado una tendencia que se mantiene este 2023, el de la vuelta al juego en tragaperras de bar. Es regreso al modelo de juego tradicional, pero con máquinas que se adaptan a los nuevos tiempos y que, además del típico juego de tres carretes, ofrecen multitud de opciones, como póker, ruleta o bingo en un mismo terminal. «Los jóvenes se endeudan muchísimo y en muy poco tiempo. Lo primero por lo que se enganchan es por la presión dentro del propio grupo, en la etapa joven carecen de esa asertividad para decir que no. Lo peor que les puede pasar es que en esos inicios del juego en una casa de apuestas, donde ven un partido o pasan tiempo, les toque algo, porque ahí cambia la percepción que tienen hacia el juego», resume Aranzana.
La vuelta a esas máquinas tragaperras también se deja ver entre los jóvenes. «Ya lo notamos el año pasado y este se mantiene, porque más del 50% de los casos que tratamos son adictos a las tragaperras físicas», advierte. Cada persona a la que atienden entra en una base de datos anónima que se remite el Ministerio de Consumo y por la cual se prohíbe la entrada a casinos, casas de apuestas o cualquier página de juego 'on line', pero desde Ajupareva quieren que se dé un paso más, el de incorporar a las tragaperras un lector de DNI electrónico para que las personas adictas no puedan jugar. «Al fin al cabo, esas máquinas son ordenadores a los que sería muy útil incorporar una base de datos», puntualiza.
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En Castilla y León, el juego mueve unos 80 millones de euros al año y son 17.601 los establecimientos que cuentan con algún tipo de máquina en la región -12.375 de ellas son tragaperras que dan juegos de un máximo de 500 euros-, el resto son las que dan premios mayores y solo se encuentran en salas de juego.
Desde la Asociación de Jugadores Patológicos Rehabilitados de Valladolid hacen, además, un llamamiento por la situación en la que se encuentran. «Cada año es una lucha continua para mantener los recursos y el personal que tenemos. En 2023, la Junta de Castilla y León ha bajado la subvención de 88.000 euros a la mitad para las siete asociaciones que hay actualmente. Tememos que de seguir con esas cifras y sin el apoyo de las instituciones, llegue un punto en el que esto sea insostenible», lamenta. No van a dejar a nadie en la puerta, «pero tendríamos que recortar en personal y no se podría garantizar entonces una tratamiento y un seguimiento óptimos a cada uno como venimos haciendo hasta ahora», finaliza.
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«Tan importante es el tratar de forma especializada e individual a una persona adicta como lo es trabajar en la prevención y la anticipación para no caer en la adicción», asegura la psicóloga y directora de Proyecto Hombre de León, Tania Paz. Como profesional, ha tratado de cerca cientos de casos en los que intervienen siempre múltiples factores que motivan a apostar. «Hablamos de factores de riesgo y protección, los primeros serían aquellos como un entorno familiar no estructurado, un bajo rendimiento escolar, un entorno social no adecuado o casos de adicción en la familia que se han normalizado», señala la profesional del Colegio de Psicólogos de Castilla y León.
Han detectado este año «un aumento significativo de las personas que hacen apuestas deportivas, que se han equiparado incluso al de la adicción a las tragaperras», señala. Asimismo, Paz señala que entre los patrones comunes de las personas que tratan están la de comenzar por apostar esas vueltas del café en la máquina del bar. «En un porcentaje importante vemos que comienza la adicción porque ganan y piensan que es por que cuentan con habilidades especiales, si fallan echan la culpa a cualquier factor externo y vuelven a empezar para recuperar lo que han perdido», explica.
La mayoría de las personas que se vuelven adictas usan el juego como una vía de escape de sentimientos de soledad, nerviosismo o ansiedad. «Cuando juegan dejan de sentirse así, desconectan, pero después llega la mentira al entorno y la culpabilidad».
En la adicción al juego detectan, además, que los pacientes con los que trabajan han llegado incluso a gastarse el dinero familiar. «Muchas veces vienen con tantas deudas que están hipotecados durante años, cosa que no sucede con la adicción a las sustancias», expone la psicóloga.
El 64% de los casos que tratan proceden de personas que tiene un trabajo estable, el 36% de personas sin empleo y se mantiene esa minoría de mujeres adictas al juego. «Cuentan con mucho menos apoyo, no se dejan ver tanto como los hombres a la hora de jugar y apuestan por locales como bingos o salas de juegos y en su caso la adicción viene motivada por una forma de huida de emociones o sentimientos desagradables, mientras que en el caso de los hombres, la mayoría buscan un efecto positivo».
Coincide Tania Paz en una apreciación que también hace el presidente de Ajupareva y es la de la importancia que tiene el grupo en las etapas de adolescencia y juventud, que pueden marcar determinados hábitos o comportamientos. Paz finaliza con una apreciación preocupante que detectan en los últimos años, «es el hecho de gastarse parte de la paga en apuestas o en hacer lo mismo que hace el resto del grupo en este sentido y es algo que socialmente se está normalizando, algo en lo que ha tenido que ver la publicidad y la promoción por parte de equipos de fútbol de referencia», lamenta.
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