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El 14 de marzo, Darío González, de 8 años y vecino del barrio de Pajarillos, inició la «carrera más importante» de su corta vida. El día anterior, el viernes 13, fue la última vez que pisó la calle. Lo hizo cuando acabó la escuela, para regresar a casa, pero lo que no sabía era que, «muy a su pesar» –sus padres dicen que le «encanta ir a clase»–, no volvería a acudir a su aula. El Gobierno decretó el estado de alarma para luchar contra el coronavirus y este niño, como los 6,9 millones de menores de hasta 14 años que según el Instituto Nacional de Estadística (INE) residen en España –68.590 en la provincia de Valladolid–, dijo adiós al aire libre.
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Desde entonces, según revelan sus progenitores, Bárbara Labajo y Rubén González, ni él ni la pequeña Malena, de dos años, han sobrepasado la puerta del domicilio familiar. Ellos salen a hacer la compra, a tirar la basura o a trabajar, como en el caso de Labajo, celadora en el Hospital Río Carrión de Palencia. Pero sus hijos «para absolutamente nada». «Matan el gusanillo», como se refieren, frente a un enorme ventanal que ilumina el salón. «Muchas veces se pasan las tardes ahí sentados, ven a la gente pasear al perro, miran el cielo... Se entretienen», reconoce el padre.
Darío y Malena, aunque «a ratos chillan por todo», llevan el confinamiento obligatorio «bastante bien». La gran parte del día pintan, hacen deberes y ven la televisión. De esto último, comentan sus padres, «chupan mucho». «Hay veces que no queda más remedio; yo tengo que teletrabajar y mientras mi mujer trabaja, los niños tienen que estar entretenidos; aún así dan poca guerra», sostiene Rubén González, al tiempo que explica que ellos llevan la rutina «peor». «Tienes que hacer más cosas y todas de un modo nuevo y diferente a como se hacía antes», añade.
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A pesar de todo, estos padres han notado que el aislamiento ha hecho mella en el carácter del pequeño Darío. Malena, por su parte, «está bien, a lo suyo». Ahora es «un poco más gruñón» y está «desmotivado» con el colegio. «Es un niño de sobresalientes, pero no está motivado, no es la situación perfecta y le cuesta ponerse a hacer las tareas», sostiene Bárbara Labajo. Así, aplaude la decisión del Ejecutivo de permitir que los menores salgan a la calle a partir del próximo 27 de abril, aunque con matices. Tiene sentimientos encontrados. Cree que es una «buena decisión porque necesitan salir, jugar y relacionarse, ya están cansados de pintar y de videollamadas», pero también considera que la elección es «mala porque no hay medios». «No hay test, no hay mascarillas, no sabemos a lo que nos enfrentamos. Nosotros, en el bloque de vecinos, hemos hablado de bajar por turnos al patio común en vez de sacarles a la calle, es mucho más seguro», subraya esta madre.
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En su edificio, situado en la calle de la Reja y donde viven «muchísimos niños», el sentir general es el mismo: Hay «ganas», pero también «miedo y preocupación por el bicho», por lo que solicitan «medios para poder hacerlo con seguridad». «Nos da miedo, como mucho un paseo y ya está», asegura Beatriz Garrido, vecina del segundo. O también Sara Sanz, del tercero, quien afirma que le parece «bien» que puedan salir a la calle, aunque «siempre y cuando se den las medidas de seguridad necesarias».
David Barbero y Virginia Molpeceres también han percibido un «cambio de humor a peor» en sus hijos. Nico tan solo tiene mes y medio, y Valeria, de tres años, «se entretiene con el vuelo de una mosca y ya es un poco consciente de todo», aunque dicen que desde que se activó el estado de alarma está «más inquieta». Este matrimonio está «a favor» de que la desescalada permita salir a la calle antes a los menores de edad, pero cuestionan que sea «peor el remedio que la enfermedad». «Claro que les vamos a dejar salir porque les va a venir bien, tanto a ellos como a nosotros, pero como mucho un paseo por la acera manteniendo la distancia con otros niños y de vuelta a casa», argumenta Molpeceres. En casa de Alfonso Velasco, el anuncio del Gobierno fue recibido como agua de mayo. Este joven, vecino de Covaresa, tilda de «buena decisión» la iniciativa porque considera que «si han dado el paso es porque es seguro». «Es un alivio poder salir;los niños necesitan correr, desahogarse, cansarse un poco para luego dormir mejor», incide.
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Óscar Chamorro / Álex Sánchez
Óscar Chamorro / Álex Sánchez
Óscar Chamorro Álex Sánchez
Óscar Chamorro / Rodrigo Parrado
Sus «peques», Tony (4 años) y Alfonso (año y medio), como les llama de un modo cariñoso, han seguido una escrupulosa rutina durante este último mes y medio. Como si nada hubiera cambiado. Alfonso Velasco y su madre, Desirée Martín, con quien vive, les despiertan todos los días a la misma hora, como si fueran a prepararse para ir a la escuela. «Están más frustrados y rabiosos, pero creo que salir les vendrá bien», continúa. Las familias ya han iniciado la cuenta atrás. Saben que la meta está más cerca, que los menores regresarán «pronto» a las calles, y aunque aplauden la decisión, reclaman «hacerlo con seguridad».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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