Por mucho que ya se hayan escuchado o que se hayan visto, los testimonios de Aitor Martínez, policía local de Valladolid, y Mari Paz González, coordinadora en Castilla y León de la Asociación Española de Lesionados Medulares, son desgarradores. Son de los que hacen clic ... dentro de uno mismo, además de abrir los ojos desde unas declaraciones en primera persona como víctimas de accidentes de tráfico.
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Su objetivo final, su nueva forma de vida, es concienciar allí por donde pisan. Y una de esas charlas fue directamente al corazón de los alumnos Imagen para el Diagnóstico del centro de Formación Profesional Ilerna. Era tan impactante lo que hablaban que solo había silencio y en algunos casos, ojos vidriosos. Porque si uno empieza la conferencia diciendo que «el coche es un arma de matar y lesionar, más que una escopeta», pues eso te atrapa ya el resto de los 90 minutos.
Esa frase la pronunció Mari Paz González, que junto al agente de la Municipal Aitor Martínez se han convertido en la dupla perfecta para concienciar. Lo hacen desde la dureza de lo que ellos y sus seres queridos vivieron cuando un accidente de tráfico casi acaba con sus vidas. «Un accidente va a destrozar a la gente que más queréis. La cadena perpetua sí que existe en España y la sufren las víctimas y familiares de estos accidentes», apunta Aitor antes de iniciar momentos más distendidos con los alumnos.
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Solange Vázquez
Estos rozan o tienen la mayoría de edad y ya saben lo que es conducir o viajar en coche. Es ahí el target de esta dupla. Por eso les invitan a que se pongan unas gafas que simulan los efectos del alcohol o la marihuana, drogas que están presentes en muchos de los siniestros viales. Y esa prueba práctica era evidente solo con mirar. Si uno no atinaba a la primera ni a la segunda ni a la tercera a poner el tapón en un bolígrafo es que llevaba una tasa de alcohol imaginaria del 0,4 mg/l o había consumido marihuana.
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Porque las drogas se encuentran en el 'top' cinco de los siniestros viales. A eso se añaden las distracciones, principalmente de los móviles, la velocidad (pérdida de la percepción del peligro), el mal estado de la carreteras o las ruedas. «Nos unen a la vida. Escatimad en todo, menos en las ruedas», recomienda Mari Paz mientras hablan de cifras y dejan el helador dato de que en España se dan cinco muertos al día en accidentes al volante. «En esas cifras, por ejemplo, no están las personas que se quedan en una silla de ruedas. Esta es una pandemia de la que no nos damos cuenta», agregan los ponentes de una charla que no para de acumular premios y méritos y ha traspasado las fronteras de Valladolid para calar en otros puntos de la geografía española.
Una teoría, «aquí no venimos a contar nada que no sepáis», apuntan, que dio paso a los momentos más duros con un vídeo que entremezclaban a personas que habían perdido a un ser querido con otros que no veían esa percepción del peligro al volante. Pelos de punta que se incrementaron cuando Aitor Martínez empezó su testimonio en primera persona.
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«Estoy abierto en canal», «tengo el cuerpo lleno de cicatrices» fue el arranque de lo que le sucedió en un aciago 25 de febrero de 2016, día en el que un camión le arrolló cuando montaba en bicicleta con un compañero (falleció tras el accidente) y le mandó a la UCI para debatirse entre la vida y la muerte. Casi nueve años después, sigue con secuelas como pesadillas o no poder correr o saltar. Por eso valora aspectos de la vida cotidiana como una comida con su familia o poder asearse sin depender de nadie.
Todo eso lo ha hecho después de una larga recuperación de años y que hace 18 meses aproximadamente se 'culminó' al volver a ejercer de policía en la calle, si bien con una dedicación a la educación vial y a ser policía de barrio.
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Su relato se estremeció cuando metió en la ecuación a sus padres. Los otros sufridores. Las otras víctimas de un accidente. Sin que él lo supiera, sus padres se despidieron de él. « Me operaban a vida muerte, pero tenia muchas papeletas de no salir del quirófano. Les dijeron que iba a morir», rememora el policía local, que ahora ve todo de otra forma y se atreve a decir eso de «la vida es bella».
Por encima de él paso un camión que «iba haciendo eses» y a 95 kilómetros por horas. «Había consumido la droga del móvil», concluyó Aitor.
Testimonio similar ofreció Mari Paz González, parapléjica y pegada para siempre a una silla de ruedas a raíz del accidente de coche que sufrió hace casi 30 años en el Camino Viejo de Simancas. Era una adolescente con sueños y esperanzas por delante. Estuvo dos meses en coma para pasar por el centro de tetrapléjicos de Toledo después. «Aún me sigo sacando cristales de los brazos 29 años después. En el accidente dejé mi libertad», subraya en mitad de su conferencia.
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Mari Paz quiso tirar muchas veces la toalla. «Culpé a mi madre por no desenchufarme», se lamenta. Pero siguió adelante, a pesar de que la vida le golpeó con las muertes de su hermano (la persona que iba al volante el día del accidente) o de su padre. Y pese a todo lo sufrido, cada día se levanta dispuesta a ayudar a que quienes se ponen al volante de un vehículo lo hagan con responsabilidad. Eso sí, insiste, entre los jóvenes, que es mejor que llamen ellos a sus padres para que les vayan a buscar a que sea la Guardia Civil la que se comunique con ellos para darles otro tipo de noticias.
Todas esas explicaciones calaron entre los alumnos, que se comprometieron a tener presente en el día de mañana las vivencias de Aitor y Mari Paz.
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