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Mario Navas obliga a humillar al novillo.

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Mario Navas obliga a humillar al novillo. José C. Castillo
Novillada en Valladolid

Mario Navas corta una oreja en el mano a mano vallisoletano con Daniel Medina

La novillada mostró más esperanzas que dudas, con unos astados nobles, con romana, y de juego diverso

Domingo, 12 de mayo 2024, 00:09

Fue colocarse, de hinojos, Daniel Medina frente a la boca de chiqueros para recibir de esa guisa, a portagayola, al primer utrero de la tarde, y revelarse un sentimiento propio en el que, al alimón, se combinaba la admiración y la sensación de usurpación de unos terrenos, estos, que le fueron propios al maestro Lera, el crítico taurino de estas páginas durante décadas. Pero no, no era ningún sacrilegio, sino la continuación de un magnífico legado de un amigo que, desde su no impostada humildad, mostraba los secretos de lidia cotidiana, el fluir de los vuelos de unas telas con las que afrontar las embestidas más insospechadas y en las que acomodar el noble fluir de los días mansos.

Paciente, y eso implica valor, espero unos segundos inciertos Daniel Medina a que su primer oponente, un animal con romana generosa, propiedad de Toros de Brazuelas, llegara hasta el embroque con el capote, que libró con cierta elasticidad. Engatillado y abrochado de cuerna, el negro astado, con fúnebre divisa, mantuvo un tono de brusquedad en la embestida hasta el final de la lidia. Tras repucharse en el caballo, en cuyo peto cabeceó e hizo sonar el estribo, Medina, dispuesto, logró apenas unos derechazos pulcros.

Con insistencia, logró el chaval de Laguna de Duero robarle algún pase más, pero siempre sin posibilidad de alargar el viaje del astado. Con los aceros, en la tónica de un festejo con multirreincidencia en el fallo de la suerte toricida, no estuvo acertado. Incluso tuvo la mala suerte que en un golpe de descabello la espada de cruceta volara hasta los tendidos. Sin consecuencias. Antes de que el animal rodara se escuchó el primero de los cuatro avisos que se dieron durante la tarde.

Sorprendió Mario Navas a los tendidos con unas verónicas hondas y acompasadas al segundo de la tarde, negro como sus hermanos, de medida arboladura ligeramente asaltillada, pese a la inexistencia de coincidencia genealógica. Abanto se mostró el astado marcado con el hierro de Gómez de Morales, al igual que el resto del encierro, propiedad de Toros de Brazuelas.

Desde la montura se le recetó un puyazo excesivamente trasero, pese a que la conformación del animal pedía lo contrario. Menos quebrantar y más ahormar. Tras un quite garboso, ya con la muleta Navas evocó, y lo hizo en más pasajes, al diestro Manolo Sánchez (presente en el callejón y siempre atento a las actitudes del joven novillero) en unos doblones en los que mostró poder y empaque, con los que logró sacar al animal hasta los medios.

Se apagó prontó Anparfatero, que así se llamaba el mozo, que en un inicio desarrolló una embestida noble y sumisa. Una gavilla de naturales, de cite frontal y trazo curvo, denotaron la calidad de la muñeca de Navas. Pese a que entró con verdad, pinchó por triplicado, no sin antes recibir un aviso desde el palco.

Circunvaló Daniel Medina el ruedo tras la muerte del tercero. Previo aviso. Una faena irregular, como lo fue su oponente en el ritmo de la embestida. Con el percal sí pudo expresarse con profundidad el coletudo, que acompasó con una cadencia templada las acometidas de su oponente. Quiso sustentar el tramo de muleta citando de lejos, ofreciendo distancia al astado, pero no fue el mejor modo de plantar batalla a Morito. Tan solo alguna secuencia sobre el pitón zurdo permitió a Medina expresar su toreo, que ejecutó con la montera puesta. Una estocada hasta la gamuza hizo que brotaran pañuelos en los tendidos, aunque ciertamente no en proporción mayoritaria. El presidente no concedió la oreja.

Serio en su presencia, Pitillero (que ofreció 487 kilos en la báscula, solo superado por el siguiente novillo lidiado, que se acercó a los 500), sufrió los rigores de un puyazo sostenido, mientras romaneaba con energía. Firme y convencido, Navas afrontó su tarea con decisión pese a la evidente falta de entrega de su oponente. Una tanda compacta por el pitón derecho mostró el momento de mayor intensidad en una faena en la que el novillero se impuso a su oponente. Quizá perdió un trofeo.

Alto de cruz, montado, fue el castaño quinto, el de más romana de la tarde. 492 kilos, en gran parte para lograr una alzada incómoda para su lidiador. Daniel Medina apostó desde un principio y ejecutó garbosos lances a la verónica y por chicuelinas. Tras un encontronazo del astado con el peto, Medina brindó a Santiago Castro 'Luguillano', un torero, vallisoletano, de Mojados, que figura en el extracto histórico de los matadores con más salidas a hombros de Las Ventas.

La codicia de Inclusero permitió elevar la transmisión emocional a los tendidos, con tandas sobre ambas manos en las que Daniel Medina recuperó sensaciones de su mejor repertorio, sustentando en un temple y una clase de singular potencia. No tardó mucho el novillo en estropear el mecanismo de su ritmo, y pulsar el modo defensivo. Pinchó el lagunero.

Dotó Mario Navas a su tercera faena, en el astado que cerraba plaza, de una arquitectura más equilibrada, pese a que el animal de salida de cruzaba en los cites por su pitón derecho. Proporcionado y de armónicas hechuras este nuevo Inclusero, de buen cuello, Navas se dobló con gusto para, después, recetarle derechazos y naturales de limpio trazo, con temple y convicción. Por el izquierdo la embestida empeoró sin previo aviso. Culminó su labor con la muleta con un excelso doblón, poderoso. Tras pinchar, cobró una buena estocada, lo que legitimó que se le concediera una oreja, la única de la tarde.

En el tendido, en una localidad contigua al ganadero Victorino Martín, el alcalde, Jesús Julio Carnero contempló la novillada.

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