Novillada en Valladolid
Un palco digno y unos jóvenes espadas con necesidad de carretónLa tarde evidenció carencias, pero los dos novilleros brindarán a la afición tardes para el deleite y el recuerdo
Afortunadamente, la tauromaquia se muestra ajena a los planes de estudios y criterios de puntuación que establece la administración central en el sector de la ... Educación. En esto, para pasar de curso hay que aprobar, y con buena nota. El camino, como el que comenzaron a recorrer Daniel Medina y Mario Navas, intervinientes en el mano a mano celebrado en el coso del paseo de Zorrilla con motivo de la feria de San Pedro Regalado, desde sus inicios en la escuela taurina de Salamanca, es exigente, y no exento de sinsabores. Y no solo porque cada vez que se embuten en el traje de luces se jueguen el tipo, sino porque se deben a una profesión que es como un sacerdocio, una vocación cuasi sagrada, la tarea de un héroe en (guste o no) un rito de sacrificio.
Aunque la novillada evidenció carencias de los jóvenes lidiadores en la suerte suprema, lo que no es baladí, pues son matadores de novillos, y en septiembre parece que lo serán de toros, se intuye en ambos un futuro esplendoroso, pues no les faltan virtudes, entre ellas una tan crucial como el sentido del temple. Su mejoría, necesaria, no será sino la lógica que procede de una mayor experiencia, del rodaje de nuevos festejos, plazas y de la diversidad de oponentes con dificultades que superar. Daniel Medina y Mario Navas, seguro, brindarán a la afición vallisoletana y al resto de aficiones de la geografía taurina, europea y americana, tardes para el deleite, la emoción y el recuerdo.
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Entrar a matar en el carretón no es una penitencia exagerada, y nunca es poco el celo que ha de ponerse en mejorar la técnica de la suerte suprema y la educación emocional para ejecutar la suerte final con convicción, sin precipitación y fe en un resultado exitoso. Un diestro que se maneje con eficacia con el estoque ofrece una solvencia y garantía de triunfo que favorece, y mucho, la ansiada regularidad en su trayectoria en los ruedos.
Una exigencia, para con ellos mismos, que también debe proceder de la autoridad, del palco. La concesión de trofeos sin unos méritos mínimos desmotiva a los profesionales y desfonda a los aficionados cabales. La falta de criterio uniforme crea agravios comparativos, una fórmula que desorienta y hace perder prestigio a las plazas y las ferias. En esta novillada, conviene remarcarlo, desde el palco se ha actuado con acierto, que es tanto como decir con conocimiento y personalidad, sin dejarse llevar por la presión ni los compromisos.
En todo caso, la autoridad demuestra ante todo su ejercicio de control en un espectáculo en el que deben respetarse los derechos del consumidor que es el espectador en las tardes en las que se anuncian las figuras: la presencia, sobre todo en las astas, de los toros, y la concesión de trofeos, marcan la solvencia y aptitud de los presidentes.
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