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María López González siempre soñó con ser madre, aunque nunca imaginó que la crianza de sus dos hijos Neizan-Mateo y Héctor le obligaría a ... enfrentarse a tantos desafíos. Los dos pequeños de 5 y 4 años están diagnosticados con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Eso hace que su día a día como madre esté lleno de retos, aprendizajes y, sobre todo, de un amor incondicional.
María se quedó embarazada de su segundo hijo muy poco después de dar a luz al primero. La pandemia marcó los primeros años de vida de sus pequeños. «Yo lo achacaba todo a la covid», dice recordando cómo las restricciones y el aislamiento dificultaron la detección temprana del TEA. Aunque su instinto le enviaba algunas alertas, el mazazo llegó durante una revisión por la piel atópica de Héctor, cuando éste tenía un año. Su nueva pediatra, que también era neuropediatra, le preguntó sobre el autismo del benjamín.
«Yo me quedé de piedra. No entendía nada. Se ve que para ella era muy evidente. Enseguida me hizo el cuestionario M-CHAT-R y dio riesgo alto. Al día siguiente me citó de nuevo y comenzaron las derivaciones a los especialistas, psicólogos, psiquiatras y neurólogos. Tiempo después, Neizan también obtuvo el mismo diagnóstico», relata esta madre.
Recibir la noticia no fue fácil. «Cuando te lo dicen, te rompen una burbuja de cristal en la que estás metida», confiesa María. «Lloré al ver el informe con el diagnóstico que decía trastorno del espectro autista. Hoy en día, se me siguen saltando las lágrimas al recordarlo», dice emocionada. Ella es muy consciente de que el autismo no es una enfermedad, sino una condición con la que nacieron sus hijos. «Tienes que dejar atrás la idea de los niños que pensabas que ibas a tener y aceptar a los niños que realmente tienes. Tengo que luchar por ellos», prosigue.
Su día a día se basa en las rutinas, algo fundamental para estos niños. «Se acuestan, se levantan y comen siempre a la misma hora. Tenemos el día muy bien estructurado y necesitan que les anticipe las cosas para evitar la ansiedad», dice María. Cada uno de sus hijos tiene necesidades diferentes. «Neizan tiene mucho miedo a todo, mientras que Héctor no ve el peligro en nada. Hay que tener mucho cuidado con él», dice.
Ambos reciben terapias especializadas en el centro de aprendizaje Sirga, que da apoyo integral para niños con TEA. Mateo acude a una escuela ordinaria, mientras que Héctor va a un centro especial. «Las terapias han marcado una diferencia significativa en su desarrollo. Han mejorado muchísimo. La terapia es básica para ellos. El mayor recibe apoyo en la lectoescritura y al pequeño le están ayudando mucho con el reconocimiento facial y a relacionar palabras con imágenes», informa María, quien lamenta que en la sociedad todavía haya tanto desconocimiento sobre el autismo. «Si no vives la situación, no la entiendes,» dice. «Es como cuando vas en silla de ruedas, que no te das cuenta de los obstáculos que hay en las calles hasta que no te ves en la situación. Hasta que no te toca, no sabes lo que es», opina.
Su mensaje para otros padres que sospechan que sus hijos pueden tener autismo es claro. «Si tienen una mínima sospecha, que vayan al pediatra. Que insistan para que les hagan los test. El instinto de los padres es muy valioso. Es mejor que te equivoques y luego no sea nada, a que no vayas y luego lo lamentes, porque cuanto antes se detecte, mucho mejor para el niño», dice esta madre cuya prioridad en la vida es el bienestar y la independencia de sus hijos.
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