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Las malas hierbas cubren el puente de Hispanoamérica en su 25 aniversarioUn cuarto de siglo contempla ya al puente de Hispanoamérica, mal llamado, aunque prácticamente todo el mundo lo llama así, de la Hispanidad. El décimo paso construido sobre el Pisuerga, convertido desde su inauguración en 1999 en uno de los más emblemáticos de la ciudad - ... con el permiso de los puentes Mayor (siglo XI) y Colgante (XIX)-, celebra este año su cumpleaños. Y lo hace convertido en un vergel de malas hierbas que brotan sin control desde hace semanas por cada rincón de sus 156 metros de tablero.
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El puente, a la espera de una visita de los operarios municipales, luce a día de hoy maleza con un avanzado estado de crecimiento cubriendo su mediana adoquinada, los bordes de sus aceras y del carril bici y los enormes pilares de hormigón -su base parece un jardín descuidado- que soportan sus dos imponentes velas de cuarenta metros de altura. La imagen es, sin duda, llamativa. Pero aún ahí más. Basta asomarse por sus bordes, a los dos lados del río, para descubrir que las malas hierbas pueblan también sus maltrechas y peligrosas escalinatas hasta el punto de que una de ellas, la que mira a la avenida de Zamora (del lado de Vallsur), por la margen derecha del cauce, está literalmente cortada por un árbol que lleva tiempo caído al borde de la ribera.
De manera que la naturaleza brota desde hace semanas sin control por la parte superior, y las escalinatas, de un puente que acaba de soplar 25 velas y que goza, no obstante, de un buen estado de salud. Su enorme y llamativa estructura de hormigón pasó por vez primera por el quirófano hace justo dos años en una intervención destinada a asegurar los huecos de separación de los pilares y de los mástiles de sus velas (por su forma) para «evitar el riesgo de corrosión de su armadura», según explicaron entonces fuentes municipales. Aquella obra obligó a andamiar sus dos mástiles durante el mes de julio de 2022.
No han sido necesarias más actuaciones de calado en esta infraestructura crítica para la circulación de la ciudad que fue inaugurada a bombo y platillo, con fuegos artificiales, limonada popular y concierto del grupo sevillano 'Siempre así' -eran otros tiempos-, el 12 de mayo de 1999. Su función era conectar el corredor urbano entre la autovía de Salamanca (A-62) y el Paseo de Zorrilla hacia la carretera de Rueda. Después llegaría la prolongación de la ronda interior, actual avenida de Zamora, hacia el polígono de Argales y las carreteras de Madrid, Segovia y Soria.
El puente, eso sí, pide ahora a gritos un repaso a fondo de su superficie para despejar la maleza, que tapa, incluso, algunos de sus focos ornamentales. Una intervención sencilla, y más cuando este mismo jueves precisamente ha estado una cuadrilla de operarios recortando los arbustos de la avenida de Zamora a la altura del centro comercial Vallsur.
La situación del paso de Hispanoamérica es, cuando menos, llamativa. Sus medianas adoquinadas están repletas de hierbajos y cardos a la vista de los miles de conductores que atraviesan sus cuatro carriles a diario. En los bordes, junto al carril bici, crecen también los hierbajos hasta ocupar parte de los viales verdes unidireccionales que recorren el tablero. Y en las aceras también hay maleza en los bordes al paso de los viandantes.
Mención aparte merece el estado de las cuatro escalinatas que permiten descender a las riberas del Pisuerga. Sus ladrillos rojos descascarilladas convierten el descenso en un peligro. Y la maleza también ocupa buena parte de sus bordes, en los que se acumula la basura como muestra del escaso cuidado de esta parte escondida casi y poco frecuentada. El citado tramo del lado de Vallsur está, incluso, cortado por un árbol caído.
Pero merece la pena echar un vistazo a las tripas del puente, por las que discurre la principal tubería de la red de agua potable de la ciudad, el 'anillo mil', y que muestra los topes de los veinte tirantes, diez por cada lado, que soportan los mástiles de cuarenta metros de las dos velas del puente proyectado por los arquitectos Juan José Arenas y Marcos Pantaleón.
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La construcción de esta infraestructura vital para la movilidad para la capital se llevó a cabo entre los años 1996 y 1999 y no estuvo exenta de contratiempos si se tiene en cuenta que el proyecto inicial se remonta a 1991 y que en 1997 debía estar acabada. Su apertura al tráfico se llevó a cabo después de su pomposa inauguración en la noche del 12 de mayo de 1999.
El paso fue el décimo construido sobre el Pisuerga y también el más caro levantado hasta entonces, ya que contó con un presupuesto de 14,8 millones de euros. Uno más, casi dieciséis, se invertiría en el undécimo puente construido doce años después aguas abajo del río, en La Rondilla, donde se inauguraría el paso de Santa Teresa en 2011. Entre medias se construirían la pasarela peatonal del Museo de la Ciencia (2004) y en aquel mismo 2011 la dedicada al médico, psiquiatra y científico Pedro Gómez Bosque.
De manera que la ciudad cuenta a día de hoy con once puentes (contabilizando como uno el doble puente del Cabildo) y dos pasarelas peatonales sobre el Pisuerga. Quizás sea el de Hispanoamérica, en lo que las últimas incorporaciones se refiere, el más simbólico de todos para la ciudad. Cabe recordar que el puente nació oficialmente con este nombre, Hispanoamérica (una región cultural integrada por los países de América en los que se habla castellano). Nada de Hispanidad (carácter genérico de todos los pueblos de lengua y cultura hispánica), un concepto diferente al anterior y que, además, ya estaba ocupado en el callejero de la ciudad desde un año antes a la inauguración del puente (de Hispanoamérica). la otra denominación, la de la Hispanidad, la luce desde 1998 la glorieta situada entre el cruce de las avenidas de Salamanca y Medina del Campo, en Arturo Eyries.
De vuelta al nombre del puente que conecta las avenidas de Zamora y de Salamanca, el propio Ayuntamiento y la Junta, que financió el grueso del proyecto, anunciaron antes de su apertura, y el día de su inauguración su denominación oficial: «Puente de Hispanoamérica. Así se llamará el décimo puente que atravesará el Pisuerga», recogía la crónica de aquella singular efeméride de El Norte de Castilla. Lo curioso es que a día de hoy, 25 años después de su apertura, el paso carece de placa que lo identifique y el callejero oficial muestra el nombre de puente de la Hispanidad.
Y eso que el puente llegó a tener su placa, luciendo el nombre con el que no nació, el de la Hispanidad. Fue colocada, eso sí, en 2012, cuando el Ayuntamiento coloca dichas placas (turísticas) en los once puentes de la capital con información sobre los mismos. Este panel desapareció unos años después y desde hace tres, al menos, no hay identificador que informe sobre el nombre, el de verdad o el posterior, y el más popular, que lo identifique.
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