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Bíblico, monumental, monástico, napolitano, dioramas… La ciudad italiana de Greccio es la cuna donde se recreó el primer nacimiento de Jesús un 23 de diciembre de hace ocho siglos y Valladolid es una de las principales ciudades del arte belenista con una historia corroborada en templos, conventos, cofradías, museos, colegios y, por supuesto, en domicilios particulares. Y es que capital y provincia constituyen una de las municipalidades más reconocidas en este arte casi efímero de recordar el nacimiento del cristianismo en miniatura sustentado por distinguidas familias, asociaciones y anónimos. Un arte convertido en patrimonio autentificado por el seguimiento y aceptación que tiene entre los ciudadanos convirtiéndose la visita a los belenes en una tradición tan arraigada como, por ejemplo, las visitas a las iglesias durante Jueves y Viernes Santo.
Angulo, Villa, Bononato o Trebolle son algunas de las familias más prestigiosas en el arte belenista vallisoletano. Alejandro, José María, Manuel o Feliciano, respectivamente, son herederos de esta práctica del diseño, confección y montaje de los nacimientos junto con otros nombres como José Luis Chacel, Germán Iglesias, Félix Carmelo, Miguel Gallego, Rafael Pérez u otros continuadores de esta tradición como Enrique Gómez o Pedro Escudero, además de muchos menos conocidos pero que están auspiciados por las asociaciones belenistas castellana y vallisoletana.
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El Norte de Castilla reúne a varios de estos maestros belenistas en el nacimiento más reconocido por todos: el Belén de la Plaza Mayor confeccionado desde hace tres lustros por José Antonio Gerbolés y que a iniciativa del Ayuntamiento se convierte más si cabe estas navidades en auténtico protagonista del kilómetro cero de Valladolid. Se trata de un montaje cuadrado, adaptado al espacio circundante de la estatua de Conde Ansúrez, donde destaca la disposición del misterio de María, José y el Niño Jesús arropados por un ángel, el buey y la mula además de un pastor y los Reyes Magos. Se trata de unas imágenes a escala real donadas en la época de León de la Riva por Almacenes Javier que se muestran en un ambiente rural castellano donde también pueden distinguirse aperos, utensilios del campo o un carro con pacas de paja. «Parece que hemos acertado con el montaje», se enorgullece su autor a la vez que propone al nuevo equipo de Gobierno ampliar el número de imágenes, «al menos una al año para ir completando el espacio».
Y al arrope del pesebre… Los maestros. Como Alejandro Angulo, fiel testigo de esta tradición navideña del montaje de belenes desde hace cuatro generaciones y al frente este año junto a su tío Alejandro del montaje municipal de la Sala de las Francesas estrenado este viernes que, escenificando una aldea austriaca, lleva por título Cristo Niño y contiene casi 200 imágenes. Los belenes de esta familia son algo así como una tradición vallisoletana que de manera pública se estrenaron en 1958. A partir de ese año numerosos montajes en Valladolid pero también en otras ciudades como Madrid, Huelva, Segovia o Palencia. Aunque realmente su trabajo en esta materia se retrotrae a finales del siglo XIX, una dilatada carrera que les llevó a ser distinguidos en 1974 con la medalla al mérito de la ciudad «por el eficaz apoyo de la tradición belenista». También cuentan en su haber con cerca de un millar de figuras fechadas varios siglos atrás, a partir del XVII, de múltiples colecciones, de variopintos estilos y que además en este año de aniversario belenista añaden una especial y conmemorativa divisando el nacimiento: San Francisco de Asís.
La imaginación para los bocetos en papel, diseño y posterior ensamblaje de piezas y montaje final de edificaciones o crear el paisajismo conforma un auténtico oficio y estilo vallisoletano que se puede llegar a prolongar durante varios años previos al resultado final que se ilustra con numerosas tallas de diferentes tamaños para conseguir las perspectivas creadas y destacando escenas como la anunciación, el propio pesebre, el anuncio a los pastores o la adoración de los Reyes Magos. Junto a éstas, distintos oficios tradicionales de Jerusalén sea la temática que fuere del montaje. De ello da buena cuenta José María Villa, maestro belenista especializado en nacimientos costumbristas quien desde hace más de dos décadas plasma «lo que he vivido con referencias autentificadas en los evangelios, en aquella época y de esa época». Este artesano de la carpintería en miniatura, como él dice al referirse a sus afamados dioramas, sorprende también con montajes como el que tiene este año en la Iglesia de las Angustias donde además de la propia Natividad recrea en varios lienzos escultóricos el comercio y la arquitectura vallisoletana de otra época.
La Familia Trebolle Liz, por su parte, expone desde hace varios años en la Iglesia de San Lorenzo un nacimiento «con una finalidad bíblica, la de dar testimonio del nacimiento de Jesús y de los acontecimientos anteriores y posteriores a dicho momento» con 130 figuras en 16 pasajes en un espacio aproximado de 40 metros cuadrados donde este año destaca sobre todo la nueva orientación del pueblo de Nazaret y Egipto. Su autor, Feliciano, se siente especialmente satisfecho del trabajo logrado, pero más todavía del carácter didáctico que ha conseguido porque son decenas de colegiales los que lo han visitado durante las últimas semanas siendo él mismo el cicerone para contar desde su creación y montaje hasta lo que representa cada pasaje.
Interesantes perspectivas del nacimiento de Jesús bien adecuadas en escenarios egipcios, marroquíes, jordanos o más próximos como en las ciudades de León o Valladolid, como el instalado este año en el Palacio de Pimentel, tiene en su currículo Manuel Bononato, maestro belenista de la Asociación Belenista Castellana, de reconocido prestigio nacional e internacionalmente, que cuenta en sus almacenes con más de una veintena de monumentales ambientaciones convirtiéndose en uno de los colectivos de este arte en España con más y mejor patrimonio como revela su actual presidente, Ricardo Rodríguez.
Se da la circunstancia de que este colectivo está celebrando el 60 aniversario de su creación aunque la asociación primigenia es anterior con lo que han querido homenajear a su ciudad con este antológico montaje donde el cauce del río Esgueva en su discurrir por Portugalete dirige las escenas bíblicas desarrolladas en monumentos como la Catedral con la Colegiata de Santa María, la Universidad, la iglesia de la Antigua o el antiguo mercado de esta plaza que han sido realizadas por Yolanda Sebastián, José María Burgos o José Luis Martín. Más de dos años de trabajo para crear una ciudad de marquetería de cuarenta metros cuadrados donde disponer un centenar de personajes.
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Estas monumentales creaciones además de la propia historia del belenismo de aquí y de allí quedan plasmadas año a año en la revista Aleluya. En este caso es la Asociación Belenista Vallisoletana la que publica una revista navideña -este año la edición número 18- reconocida como la mejor de tirada nacional de este sector y donde escriben firmas como maestros belenistas junto con personas del sector de la cultura, la literatura, el periodismo y la política. Su ideólogo es Félix Carmelo quien empezó con 8 años a ayudar en el montaje del Belén del antiguo Colegio Hispano, donde ahora está La Salle, y que ocho décadas después sigue muy activo con esta revista editada por el Ayuntamiento de Valladolid y con el montaje de belenes monumentales. «Son 18 años de pleno compromiso con el belenismo», indica.
Entre tantos montajes destaca otro amante del belenismo: Miguel Gallego, quien es uno de los mayores coleccionistas de misterios de España. Este sacerdote vallisoletano tiene en su haber más de 500 misterios procedentes de los cinco continentes y que tiene dos centenares expuestas en una muestra permanente en Rueda donde las va cambiando durante el año para poder enseñarlas todas. Y en la provincia vallisoletana también hay muchos ejemplos como en Medina del Campo, Tordesillas, Olmedo o Medina de Rioseco, donde en esta época de Adviento y por quinto año consecutivo abre su Museo Temporal de Belenes fomentado por la Asociación Belenista Riosecana.
El futuro de este sector lejos de ser incierto va teniendo sus adeptos y con muchos anónimos que trabajan este arte. Es verdad que no abundan maestros jóvenes, pero sí hay iniciativas que van despuntando como el vallisoletano Roberto Gómez que a nivel personal tiene una rica colección y es uno de los responsables de montar una inigualable colección del belenismo en el Convento de las Clarisas de Carrión de los Condes, cuyo tesoro lo conforman 1987 belenes. Junto a él, Pedro Escudero, dedicado a la conservación y restauración de piezas artísticas de carácter religioso y aunque ha colaborado en belenes como el de la Catedral o el de la Cofradía de la Santa Cruz Desnuda, este año coincidiendo con el aniversario del primer pesebre se ha estrenado con una creación conventual en el Monasterio de Santa Isabel de Hungría rescatando de la clausura una serie de piezas datadas desde el siglo XVII.
Valladolid cual pesebre navideño, en definitiva, huele estos días a serrín y a musgo, admira la monumentalidad de sus montajes y curiosea en torno a su patrimonio religioso en miniatura tanto en instituciones civiles como religiosas e incluso militares, extendiendo este arte belenista a centros de trabajo, hospitales o escaparates comerciales. Así, los maestros belenistas hacen que Valladolid viva en la actualidad un nuevo Siglo de Oro por su arte, patrimonio y arraigo de los 800 años del belenismo de sus vecinos más longevos: los franciscanos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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