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Laura Negro
Valladolid
Jueves, 7 de mayo 2020, 07:03
Desde que se decretó el estado de alarma, millones de personas permanecen confinadas en sus casas. Con todo lo que esto supone. Ahora se ... consume más luz y agua. Y también se hace un mayor uso de las telecomunicaciones, tanto para teletrabajar como para mantenerse entretenidos. Ese uso extraordinario conlleva en muchas ocasiones un aumento en las averías, lo que a su vez ha propiciado una mayor demanda de servicios de reparación.
Luis Ángel Melero es técnico de mantenimiento en Zéner. El suyo es uno de los trabajos considerados como «esenciales». Su tarea es resolver las averías de los clientes de Vodafone. Su actividad no ha parado, es más, ha redoblado esfuerzos para no dejar a nadie incomunicado en esta difícil situación. A sus 39 años, lleva 15 de domicilio en domicilio arreglando averías. Cuando llama a un timbre, nunca sabe lo que se va a encontrar detrás de la puerta. En este mes y medio, la cosa ha cambiado. Ahora cada vez que llega a un domicilio se encuentra siempre con la misma circunstancia: clientes intranquilos por miedo a un posible contagio.
Coronavirus en Valladolid
«Todas las averías pasan un filtro previo para intentar resolverlas en remoto. Cuando no queda otro remedio, acudimos al domicilio. En las últimas semanas estamos priorizando aquellas que son más críticas, por ejemplo, las de clientes mayores con teleasistencia o teletrabajadores, entre otros», dice.
Luis Ángel Melero Escudero
Este meticuloso técnico va siempre provisto de guantes, mascarilla y gel desinfectante que usa antes de entrar y salir de cada casa. «Las medidas de seguridad siempre son importantes, pero ahora todavía más. Lo más complicado es mantener la distancia de seguridad. Hay casas muy pequeñas y muchos clientes no oyen bien y se acercan para que les explique la reparación. Pero la mayoría tienen interiorizado que debe mantenerse a distancia», cuenta.
Luis Ángel Melero tiene más miedo a contagiar que a que le contagien. Teme llevar el virus a su casa, pero también contagiar a los clientes que atiende. Por eso extrema las medidas de seguridad marcadas por protocolo y, además, cumple también con aquellas impuestas por los clientes. «Algunos me han puesto bolsas de plástico en los pies, pero lo más habitual es que me rocíen con lejía las suelas de las botas, lo cual me parece muy bien. Siempre me piden permiso para hacerlo. Creo que tengo las suelas más limpias de Valladolid», bromea.
«Otros me dan hidrogel, aunque me lo acabe de echar, y algunos me han puesto guantes encima de los que llevo, lo que me dificulta un poco el trabajo. Pero me lo tomo muy bien. Entiendo que estoy entrando en su domicilio y esa persona no sabe en cuántas casas más he estado antes de la suya», dice.
Según cuenta, se ha encontrado muchos abonados de servicios de telecomunicaciones muy confiados. Tanto que no guardan las distancias de seguridad e incluso le han dado palmadas en la espalda. «En condiciones normales es estupendo, ya que lo hacen para mostrar su agradecimiento. Pero lo que hago es explicarles los protocolos de seguridad», acaba.
Luis Ángel Melero disfruta con su trabajo, especialmente con el trato con el cliente. «A veces cuando me encuentro con ellos por la calle me saludan, y eso me encanta. Algunos me invitan a sus cumpleaños, otros se empeñan en enseñarme sus maquetas y a otros les gusta que admire su belén montado en pleno mes de abril. Yo soy amable con todos y guardo buen recuerdo de ellos. Espero que ellos de mí también», confiesa. Los que más le preocupan son los clientes de edad más avanzada. «Para mí, lo primero es atenderles a ellos. No quiero que bajo ningún concepto se queden incomunicados. Muchos viven solos, pero es que, con estas circunstancias, la soledad es doble. No quiero que por una avería se vean privados de la videollamada diaria con los nietos».
Luis Ángel Melero Escudero
Cuenta que los primeros días de la cuarentena la incertidumbre y el miedo mantenían en vilo a los clientes. «Fueron días muy duros. Muchos no querían que entráramos en casa. Los datos que salían en las noticias asustaban y aquellos que tenían familiares de riesgo, nos decían que ya volverían a llamar y no nos dejaban entrar. Es perfectamente entendible. «Poco a poco todos nos hemos ido acostumbrando a esta 'nueva normalidad'. Nos vamos relajando según la situación se está estabilizando y ahora ya no hay tanto problema en que nos dejen entrar en sus casas», afirma.
Para suavizar esos temores, Luis Ángel y sus compañeros, por protocolo, hacen una llamada previa para explicar al cliente cuándo van a llegar, cómo se va a desarrollar la visita y todas las medidas de seguridad previstas. «Es una manera de tranquilizarles. Todos lo agradecen. Si estando como está el tema no explicas las cosas, es cuando a la gente le entra más miedo».
Las incidencias más frecuentes son sobre Internet y el teléfono, especialmente el fijo. «Era el gran olvidado, ya que todo el mundo usa los móviles. Desde las compañías han tratado de fomentar su uso para no sobrecargar la red móvil y tenerla más libre para aquellos que teletrabajan. Siempre intentamos resolver las averías en el día», informa Luis Ángel, quien empatiza bien con la gente. Por eso durante los 20 minutos de media que suele estar en cada casa, intenta hacer el confinamiento más llevadero. Especialmente si son mayores. «Les doy conversación mientras trabajo. Suelo gastar bromas para que se rían. Muchos están muy solos y no me cuesta nada hablar con ellos mientras tiro cable. Son muy agradecidos», asegura.
Reconoce que le da tristeza ver la ciudad tan vacía. «Llegan las siete de la tarde y ves que estás tú solo trabajando. Eso se hace duro. La única ventaja es que recorro Valladolid de punta a punta en seis minutos. Para el trabajo es genial porque agilizas mucho, pero es triste estar así. ¡Quién me iba a decir a mí que echaría de menos los atascos de Valladolid!», bromea.
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