![Coronavirus en Valladolid: Guardianes naranjas a pie de calle en Valladolid](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202005/07/media/cortadas/proteccion-k0BC-U11079335371L4B-1968x1216@El%20Norte.jpg)
![Coronavirus en Valladolid: Guardianes naranjas a pie de calle en Valladolid](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202005/07/media/cortadas/proteccion-k0BC-U11079335371L4B-1968x1216@El%20Norte.jpg)
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El mensaje de Bego, una niña vallisoletana de la que no saben más que su nombre, les dio «alas». En una de sus tardes libres, esta pequeña decidió escribir una carta a los voluntarios de Protección Civil de la capital para agradecerles que no se «rindieran y siguieran aguantando». «Héroes no son los que siempre ganan; a veces, son los que pierden. Mucho ánimo y cuidaos mucho, os necesitamos a todos», rezaba la misiva. El trazado del plan era perfecto:ella lo redactaría y su abuela se lo haría llegar. Unos días después, el 24 de abril, deseo concedido. La asociación recibió el papel manuscrito y sus cerca de 35 integrantes no escondieron su emoción. Este «detalle», como los muchos otros que reciben a diario de los vecinos de la ciudad para mostrarles su apoyo por la labor que están realizando durante el estado de alarma, les erizó la piel. Les emocionó y les inyectó energía para «seguir más fuertes».
El aliento de los vallisoletanos es precisamente el motor de esta agrupación civil. «Sin ellos», explica su responsable, José Luis Doncel, «nada tendría sentido». «Sabíamos que Valladolid era muy solidaria, pero ahora se ha demostrado. Es en los momentos de presión cuando se conoce hasta dónde es capaz de llegar cada uno, y la verdad es que la gente tanto de la ciudad como de la provincia ha estado a la altura, no podemos estar más que agradecidos por todo lo que nos animan y nos ayudan», sostiene. Su respaldo les hace ver el vaso medio lleno. Batallan en primera línea contra este virus mortal e invisible, están «todo el día» al pie del cañón, pero duermen «muy a gusto» al saber que han cumplido con su deber. «Nosotros no queremos reconocimientos. Hacemos esto porque nos gusta, y solo el hecho de saber que has ayudado a una persona o que incluso le has salvado nos permite dormir muy a gusto; acabas cada día reventado, pero merece muchísimo la pena», continúa el presidente de la asociación.
Coronavirus en Valladolid
Desde que se activara el estado de alarma no han «parado». Cada mañana, puntuales a las ocho y media, tres equipos (por la tarde salen otros tantos, aunque esta cifra depende de la disponibilidad) se desplazan hasta la sede del colectivo para distribuirse el trabajo. Salen «disparados». Dos vehículos hacia el Hospital Clínico para recoger los fármacos y posteriormente distribuirlos y el restante, a la zona de la ciudad –principalmente estación de autobús y de trenes– donde corresponda esa mañana para repartir mascarillas. La suya es una labor mecánica. Ya se han hecho a ella, aunque Doncel reconoce que al principio, los primeros días, les costó «un pelín» adaptarse porque «es algo que nunca habíamos hecho». Ahora, casi dos meses después, ya están «acostumbrados». «Como si llevábamos haciendo toda la vida», bromea.
Sus voluntarios cooperaron con el montaje del hospital de campaña en la Feria de Muestras. También se encargaron de la instalación de las carpas frente a los hospitales Clínico y Río Hortega e incluso acudían a la llamada para felicitar cumpleaños con sus luces y sirenas. Asimismo, ante el «boom» de confección de mascarillas caseras, acudieron «casa por casa» a recogerlas para, posteriormente, donarlas. «Al principio parecía que no había material y la gente se volcó en fabricar mascarillas; ahí tuvimos muchísimo trabajo, pero aún no hemos entrado a valorar que habremos hecho durante estas semanas», argumenta Doncel.
Pero, tras ello, su función se centra «básicamente» en dar protección al Banco de Alimentos y a Red Madre en sus actividades, en distribuir mascarillas a la población y en repartir a domicilio medicamentos de dispensación hospitalaria «para que la gente no tenga que salir». Comienzan en torno a las nueve de la mañana, una vez hayan cargado el medio centenar de bolsas que de media tienen a diario, y en varias ocasiones esta distribución se prolonga hasta bien entrada la tarde, pues dos veces por semana (martes y jueves) hacen lo propio en municipios de la provincia. «La necesidad de estos medicamentos no entiende de localización geográfica. Da igual si quien lo necesita vive en Alaejos o en Esguevillas. Si lo necesitan, hay que ir, aunque la paliza sea importante», sostiene Natalia Pérez, voluntaria de Protección Civil desde hace 4 años.
Los entregan en mano, en la misma puerta, aunque el contacto con el usuario es «mínimo». Tan solo unos segundos que, sin embargo, permiten «ver el miedo en los ojos de la gente». «El volumen de trabajo está bajando un poco porque la gente ya sale, pero aún así ves que tienen cierto temor por salir», apostilla Pérez.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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