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En un coqueto y acogedor bar, cerca de la plaza de Coca, brindan con sus cócteles recién preparados Eliana Concepción y sus cinco amigas. Es la una y media de la madrugada de un viernes de agosto tranquilo, donde se puede coger sitio con facilidad ... en cualquier terraza o local. También bailar de forma cómoda, si uno lo prefiere, dentro de los negocios más enfocados a disfrutar hasta altas horas. Estas seis vallisoletanas están sentadas en semicírculo, formando un animado corro, en una esquina del pequeño bar de la calle Dulzainero Ángel Velasco. Disfrutan de una animada y banal charla mientras se ponen al día entre sorbo y sorbo de espumosas y coloridas bebidas.
Cuando escuchan las palabras «sumisión química», enseguida asienten enérgicamente con la cabeza. «Nos cuidamos más ahora», dice Eliana, en busca de una mirada cómplice de sus amigas. Una vez conseguido, añade contundente: «Hemos dicho que, a partir de ahora, solas a ningún sitio. Ni al baño, ni de vuelta a casa, ni nada». Pero se muestra pensativa, frunce el ceño, cuando por su mente pasa la posibilidad de que los casos de sumisión, los pinchazos, puedan llegar a la capital vallisoletana. Rehuye de verbalizar si siente miedo o inquietud ante ello, pero sentencia: «Antes dejabas el vaso en la barra, pero ahora ni nos despegamos de él, nos lo llevamos incluso al baño y es cierto que a raíz de lo que sale y lo que está pasando vas con mucho más cuidado».
Sus amigas, un grupo «de entre 30 y 35 años», han decidido «salir hoy –por el viernes– porque hay menos aglomeración de gente y así estamos más a gusto», explica Eliana en nombre del grupo, que asiente y se muestra de acuerdo con cada una de las afirmaciones que hace ella. «Tenemos que cuidarnos las unas a las otras», reitera Eliana, una frase que se repite como un mantra entre los grupos de mujeres que salen por Valladolid.
Cerca, en una mesa alta de una terraza de la plaza de Coca, Liz Angarita y Emili Ferrer, dos amigas de 23 años, han salido a tomar algo «tranquilamente, no hay mucho ambiente», como coinciden. Ambas dos se ponen al día, buscan pasar un buen rato de charlas y risas, dejando paso el verdejo a las copas. «Tampoco es que sientas miedo a salir, pero es verdad que ahora vas con más cuidado, te fijas más en todo y siempre juntas y con la copa en la mano», comenta Liz.
LIZ angarita
Muy activa en redes sociales, la joven aprovecha para destacar que le parece «genial que los disyoqueis de Valladolid estén subiendo publicaciones en las que dicen que, al mínimo aviso de cualquier pinchazo o caso similar, pararán la música; me parece perfecto porque esto no es solo una cosa de mujeres, la única forma de acabar con esto es hacerlo entre todos», finaliza la joven, afincada en la ciudad.
Horas más tarde, ya de vuelta a casa, cerca de la Plaza Mayor, tres mujeres que rondan los cuarenta años prefieren no revelar su identidad, pero sí aseguran que acaban de presenciar cómo «un grupo de unas seis u ocho chicas se han tenido que ir del bar en el que estaban porque unos 'plastas' estaban mirándolas e incomodándolas», explica una de las tres mujeres, quien añade que «a veces no hace falta decir nada pero basta con ver el lenguaje corporal para saber que no estaban cómodas».
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Las tres opinan que, en base a su experiencia, a lo que ellas perciben, «las chicas van siempre acompañadas», aunque reiteran que no han notado nada diferente ni especial en su salida nocturna por Valladolid con respecto a ocasiones anteriores. «Simplemente es que ahora estamos más pendientes por la situación que se ha generado, pero no tenemos que dejarnos llevar tampoco por esta psicosis que se está creando con la sumisión», finalizan antes de seguir su camino a casa, las tres juntas.
En la zona de Cantarranas, cinco jóvenes de 22 años –Alejandro, Sergio, Claudia, Lucía e Itziar– acaban de salir de un conocido bar donde el vino es el gran protagonista. «Es verdad que una amiga mía me ha comentado que a raíz de los casos de pinchazos que se van conociendo tiene más miedo de salir, pero no hay que dejarse llevar por la alarma como se ha generado en redes sociales, aunque hay gente que lo pone en duda, yo sí que me lo creo», aclara Sergio.
«Tenemos miedo en determinados momentos, sobre todo cuando te encuentras en lugares con mucha gente. Es algo que piensas que no va a pasar aquí, porque Valladolid es una ciudad tranquila, pero te da cosa igualmente. Ahora mismo no creo que suceda nada pero en fiestas, con tanta gente...», añade Lucía.
Pero no solo la clientela pondrá más atención a sus vasos, estará más pendiente de cualquier acercamiento extraño y se cuidará más durante las salidas nocturnas o los eventos que impliquen gran multitud de personas. Los profesionales de la hostelería, sobre todo los que se dedican a la noche, también pondrán su granito de arena para minimizar riesgos y evitar, en la medida de lo posible, que se produzcan este tipo de casos.
Algunos ya saben qué medidas van a tomar y otros comprometen su implicación y trabajo sobre ello antes de que lleguen fechas cruciales como las fiestas de la Virgen de San Lorenzo. «Es un tema que nos concierne a todos, aunque aún no lo hemos tocado en profundidad, lo trataremos y profundizaremos en este tipo de casos de sumisión química en la próxima reunión que mantengamos antes de septiembre», explica Pablo Ruiz, el presidente de la Asociación Más que Bares, una entidad que cuenta con unos 80 miembros de hosteleros, la gran mayoría dedicados al ocio nocturno.
Los puntos violeta, el reparto de tapavasos por parte del Ayuntamiento o reforzar la vigilancia del personal de seguridad de bares y discotecas, entre otras medidas, les parece un avance. «Estamos dispuestos a trabajar en cualquier cuestión que tenga que ver con la seguridad de nuestros clientes», enfatiza Ruiz, al tiempo que sostiene que «Más que Bares está, como siempre, a disposición de las administraciones para colaborar de forma conjunta y tomar medidas al respecto».
Misma predisposición muestran en la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de Valladolid (Apehva). El portavoz del ocio nocturno en la agrupación, Juan José García 'Queco', apunta que «nosotros estaremos colaborando con todo lo que nos pidan, como siempre». «Somos los primeros que velamos y nos preocupamos por la seguridad de nuestros clientes, pero desde siempre. Estamos pendientes de que todo marche con normalidad, sin incidentes, y la gente se lo pase bien», comenta García, propietario de Mahogany, Shutton y Zhouk.
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Están dispuestos los propietarios de los locales de copas y discotecas a colaborar en todo lo que esté en su mano, aunque insisten en que se conocen entre todos, mantienen contacto diario, y «no hemos tenido ningún aviso ni susto de nada». Lo dice Charly García, de Cocoon, una de las discotecas que más jóvenes atrae cada semana en la ciudad, quien insiste en que «no hemos tenido constancia de que haya habido ningún caso, ni de productos en las bebidas, ni de pinchazos, nada de nada, y la verdad es que estamos teniendo bastante gente este verano».
Charly García
Dueño de Cocoon
En su caso, asegura que a raíz de conocer los casos de sumisión química que se están denunciando en otras ciudades del país, han dado órdenes al personal para que «sean súper eficaces a la hora de ayudar a la chica que sea». «No tenemos protocolo, pero están avisados de que en el momento en el que vean algo raro, actúen; estamos siempre muy pendientes, no nos gusta la violencia, si sales de fiesta es a pasarlo bien», añade este hostelero, al tiempo que subraya que «tenemos doce personas de seguridad y constantemente por la sala hay una pareja dando paseos y controlando todo lo que pasa».
En Asklepios, otro de los clásicos de la noche vallisoletana, su gerente, José María Moreno, opina que «el tema es algo contradictorio». «Por un lado hablan de pinchazos, no se acaba de concretar los elementos que se pinchan, y por otro lado se habla de sustancias en los vasos», explica, mientras concluye que «llevo 45 años trabajando a pie de obra, abriendo y cerrando la discoteca, y no lo he visto en mi vida».
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