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A Jonathan Iglesias, salmantino de 36 años afincado en Valladolid desde hace cinco, le daba «mucho palo» tener que pedir dinero a sus familiares. El ... pago de la primera quincena de trabajo del mes de marzo se demoró –cuenta que no percibió esa cuantía hasta la «segunda o tercera semana» de abril– y este camarero, en ERTE desde que se decretó el estado de alarma, no tenía «ni un pedazo de pan que llevarme a la boca». Llegó a estar hasta cuatro días sin comer «absolutamente nada». «Buf, por lo menos, si no fueron más. La verdad es que los recuerdo como eternos. Sin tener nada que hacer para tener la mente ocupada ni poder comer, fue un infierno», revela este joven.
Desde aquella vez, su situación «no ha cambiado mucho». Aún no ha cobrado la cantidad correspondiente del expediente de regulación de empleo y sobrevive con lo que sus padres y sus tíos le prestan, «entre ochenta y cien euros al mes». La parte proporcional del salario de marzo la destinó a «pagar facturas que se iban acumulando». «Algunas semanas me meten veinte euros, otras treinta... Y menos mal que vivo solo y no tengo que pagar una hipoteca, no me quiero imaginar lo que hubiera pasado si llego a tener pareja e hijos», apunta. Gracias a ellos puede llevarse «un plato de fideos a la boca». Dice que, después de dos meses, se ha «acostumbrado» a ingerir menos cantidad de alimentos. «Voy haciendo pequeños paquetitos para racionalizarlo, y con mi mascota, que obviamente también tiene que comer, lo mismo», afirma.
Esta circunstancia, «que no deseo ni a mi peor enemigo», le ha arrebatado el sueño. No duerme «prácticamente nada». Le dan ataques de ansiedad al pensar en qué será de él y de su futuro. «Era una persona que estaba todo el día de acá para allá, que no paraba, pero el ERTE y parar en seco me ha afectado mucho. Me gusta mucho mi trabajo y no lo cambiaría, pero igual es el momento de volver a sacar los libros y seguir estudiando o buscar otras alternativas, porque la verdad es que todo esto pinta muy feo», lamenta Iglesias.
El SEPE aún no ha aceptado su expediente. Tampoco sabe cuándo lo hará. «Esta semana me han llamado y me han dicho que no había cobrado por un problema con el número de cuenta, pero cuando se lo he repetido para que lo apuntaran bien, resulta que estaba bien. Entonces, ¿qué pasa? Se pasan la pelota unos a otros y yo sin cobrar, malviviendo con lo que me deja mi familia, cuando es mi derecho, llevo trabajando toda la vida», critica este camarero, con 16 años de experiencia en el sector. «No puede ser que hayan pasado dos meses y estemos tanta gente así. No es justo», sentencia.
La pandemia ha truncado todos sus planes. Ahora, explica, no sabe qué hará con su vida. Tenía «pensado» abrir en un futuro su propio negocio, una opción que ya descarta. «Hombre, pues sí que me había planteado montar mis cosas, pero ahora, con todo esto, ya es totalmente imposible. Tengo 36 años y lo primero es poder comer y pagar las facturas. Mi trabajo me encanta y seguiré haciéndolo lo mejor posible si me dan la oportunidad», subraya Iglesias.
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