«Hoy llevo solo una hora con el móvil y la verdad es que estoy mejorando bastante», presume Sacha, una joven de 15 años, que la última vez que ha mirado su smartphone, en vez entrar en Tik Tok, ha echado un ojo a la ... aplicación con la que controla qué redes sociales consumen su tiempo, cómo y cuánto. Es una de las pautas de deshabituación que Juan Carlos Enjuto, educador social al frente del Centro La Semilla, ha enseñado a esta joven para controlar el uso abusivo que hacía del móvil. «No tenía 10 horas - de uso de móvil -, no tenía una cosa muy exagerada, pero sí que tenía más de cuatro horas», explica la joven, que lleva en las redes sociales desde los 13 años, cuando se abrió una cuenta en la red social china, a escondidas de su madre.
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Juan Carlos Enjuto
Educador Social
«Cuatro horas es una barbaridad, pero siempre que sean más de cuatro ya podríamos estar hablando de una adición», explica el educador social, que trabaja con Sacha desde hace un año. La joven acudió a la consulta por otros problemas siguiendo el consejo de su madre y fue durante las sesiones con Juan Carlos cuando pudo detectar que hacía un uso perjudicial del móvil.
Una situación que el educador social se ha encontrado en muchas ocasiones en los once años que lleva trabajando con adolescentes, especialmente en los últimos dos, cuando abrió La Semilla, donde ha tratado más de 40 casos relacionados con el uso del móvil: «Siempre hay otros problemas de fondo, que tienen que ver a veces con emociones o con otro tipo de cosas (...) Hay algunos que vienen por el móvil y luego ves más cosas y en otros cosas me contactan los padres para otras cuestiones y ves que el móvil está ahí».
«Al principio decía bueno, pero luego hablando con él dije, en verdad sí que tengo un problema. No son 10 horas al día, que es lo que se suele oír, pero sí que me quita mucho tiempo», confiesa la joven, que no cree haber tenido una adición, aunque es consciente de cómo el smartphone ha afectado a muchos aspectos de su vida, como los estudios. «Quería ponerme a estudiar y de repente me metía en el móvil a escribir a una amiga y eso de escribir a una amiga pasaba a meterte a ver un vídeo y después otro y después otro… y ya pierdes la tarde», reflexiona la joven, consciente de la trampa de los algoritmos: «Muchas veces he hablado con Juan Carlos que Tik Tok es un vídeo tras otro y al ser cortos te genera un exceso de dopamina, una recompensa al instante».
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Sacha
Adolescente en terapia por el abuso del móvil
«Cuando era más pequeña sí que tenía una adición bastante fuerte con la tablet, llegaba a estar noches sin dormir por estar jugando y el hecho que mi madre me la quitara era lo peor, le decía te odio», recuerda Sacha, arrepentida de que este apego a las pantallas le haya supuesto muchas discusiones con la persona que más quiere. «Te das cuenta de que estás discutiendo con tu madre por una tontería, que es una pantalla, cuando hay mil cosas más afuera que disfrutar. Me siento muy arrepentida de ello», lamenta la joven.
Las sesiones con Juan Carlos, una vez por semana, han transcurrido entre charlas y sesiones de canto. Una de las claves de las intervenciones, además de concienciar a los adolescentes de lo que supone dedicar tanto tiempo a las redes sociales y darles pautas para limitar este uso, es darles alternativas de ocio para crear otros hábitos que permitan dejar a un lado el smartphone. «Yo siempre ofrezco la música, doy clases de guitarra y de canto (..) No te digo que dejes de jugar a un juego, pero en vez de dedicarle seis horas, le dedicas dos y hacemos otras cosas, que pueden empezar aquí y que luego ellos les den continuidad».
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«Juan Carlos me ha enseñado, que tengo más cosas fuera del móvil», agradece Sacha, que tiene el móvil configurado para poder usarlo «ciertas horas» y para que se apague solo a las once de la noche. Gracias a este control y a nuevos hábitos como la lectura, ha reducido a casi la mitad el tiempo de uso del smartphone.
«Ya por mi misma, por ejemplo, me pongo a leer un libro», cuenta la joven, que ahora saca mejores notas y dedica el tiempo libre a nuevas aficiones. «He descubierto nuevas actividades que hacer, como pintar o cantar, que me gusta y siempre he tenido ese miedo a cantar y con él puedo hacerlo normal». Las relaciones sociales también le han ganado terreno al mundo virtual: «Paso más tiempo con mis amigos, con mi madre, con mi perro y con mi gato».
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