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Era Leonor Rodríguez Rodríguez (Valladolid, 78 años) un auténtico «terremoto», tanto profesional como personalmente. No paraba quieta, pero nada se la escapaba. Estaba atenta a absolutamente todo. Como madre era «un diez». Como abogada, profesión que ejerció durante 34 años, su carrera fue «intensísima».
Pero si había algo que caracterizaba a esta letrada vallisoletana, que falleció este domingo a los 78 años, era su «altísimo sentido de la justicia», su condición innata por intentar que cada uno tuviera lo que consideraba que le correspondía. Sin distinciones. «No paraba, trataba cada caso como si fuera el único y último, se esforzaba con todos y cada uno de sus clientes», dice Silvia Gerbolés, una de sus hijas (Carla y Pilar, las otras dos).
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Comenzó su carrera profesional como profesora de Derecho Mercantil y graduada Social, aunque en una «segunda parte de su vida» decidió apostar por lo que ella creía que era su vocación: Se graduó en Derecho por la Universidad de Valladolid en la promoción 1975-1980. «Fue abogada más adelante, pero lo vivió con una intensidad increíble», reconoce su hija, quien añade que no había un caso en el que no focalizara todos sus esfuerzos. «Hizo mucho penal, pero luego llevó mucho temas civiles. Yo decía que era la abogada de las causas perdidas, pero sin ser causas perdidas. Se esforzaba con todos los clientes, se volcaba con todos y cada uno de ellos», asevera.
No tenía Leonor Rodríguez miedo al fracaso. No se le ponía nada por delante. De hecho, explica su hija, en cuanto terminó el grado en Derecho montó su propio despacho, que llevaba su nombre. Así permaneció hasta 2018, cuando sus familiares le instaron a 'colgar' la toga y darse, después de toda una vida trabajando, un respiro. «La costó dar el paso, le gustaba ayudar a los demás», admite Silvia.
Pese a que en mayo de 2018 pasó a una segunda línea, mantuvo el vínculo con la abogacía como colegiada no ejerciente. «Se mantuvo por el afecto que tenía a la profesión y a los que formamos parte de ella», señala el decano del Colegio de Abogados de Valladolid, Javier Martín Pérez, quien destaca lo «combativa» que Leonor Rodríguez era en la sala. «Creo que el recuerdo que guardamos todos es de una persona extremadamente alegre; le gustaba la 'pelea' de salas y no tanto el papeleo», incide el decano, mientras considera que «te alegraba el día solo con verla».
Estaba «en todo». Su nivel de implicación era tal que incluso formó parte de movimientos asociativos como la Joven Cámara. También llegó a ser miembro de la junta directiva del Museo Nacional de Escultura. «Era de esas mujeres sorprendentes, con capacidad para todo. Llegaba a todo y no dejaba nada desatendido, era realmente increíble», continúa Silvia.
Su generosidad, profesionalidad y un sentido del humor «increíble» le llevaron a ganarse el respeto y cariño de la abogacía. Muchos compañeros se tornaron, con el paso de los años y las experiencias vividas, en amigos. Todos lloran la muerte de una mujer «alegre, con un nivel cultural sorprendente, muy inteligente y bondadosa» con todo aquel que se cruzara por su camino. Para siempre quedará su irrompible «súpermemoria». La iglesia parroquial San Ramón Nonato de la capital acogerá este lunes, a las 19:00 horas, el último adiós a Leonor Rodríguez Rodríguez.
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