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Se jubila la reina de los rulos y las mechas de PajarillosTras toda una vida dedicada en cuerpo y alma a su clientela, la peluquera Guadalupe 'Lupita' García de Mier colgará este mes de junio las tijeras y el secador, para dedicarse a ella misma. Tiene bien merecido el descanso. Lleva cerca de cuarenta años poniendo ... rulos y haciendo mechas a sus clientas del barrio de Pajarillos, un trabajo que le ha llenado de satisfacciones. «Tengo 68 años y aunque estoy muy bien, empiezo a notar que me duelen las muñecas. Me voy con pena y a la vez con la alegría de haber hecho felices a mis clientas», dice esta simpatiquísima peluquera, que siempre tiene una palabra amable para quien está peinando. Su dedicación en estas décadas ha sido ejemplar y recalca que nunca se ha cogido una baja laboral. «Para mí, venir a trabajar no ha sido una obligación, sino un placer. Disfruto cada momento que paso aquí. Todo el que entra por la puerta de mi peluquería es como de la familia», comenta Lupita con una sonrisa, mientras atusa el pelo de Mari Carmen, una clienta «de toda la vida».
Lupita era hija de hosteleros y desde muy pequeña, al igual que sus hermanos, empezó a echar una mano en el negocio familiar, el bar Peñalabra, en la calle Faisán. «No me gustaba demasiado, pero había que hacerlo. Con tan sólo 13 años ya estaba detrás de la barra», cuenta esta profesional del peine. Se casó con 19 años y muy pronto cumplió su sueño: estudiar peluquería. Cuando el pequeño de sus hijos cumplió cuatro años, decidió que era el momento de abrir su propio salón, en el barrio que la vió nacer. Compró un local y el 5 de febrero de 1985 abrió 'Peluquería Lupita'. Recuerda que aquel fue un día de una gran nevada. Pronto sus primeras clientas se convirtieron en asiduas. Lupita se daba maña y las atendía con simpatía, así que su salón se convirtió en un lugar de confianza.
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«Aquí no solo vienen a que las arregle el pelo. Vienen a charlar, a reír y a compartir la vida», comenta con una sonrisa que refleja la pasión con la que ha vivido su oficio. «Afortunadamente siempre he gozado de buena salud, pero cuando necesité una intervención de varices, decidí operarme un sábado por la tarde para perder lo menos posible de trabajar. El miércoles ya estaba aquí como un clavo y sin haber pedido la baja médica», explica. Ese compromiso que siempre ha demostrado, le ha sido correspondido con creces. Sus clientas la adoran y la consideran más que una peluquera, una amiga. «Lupita es una institución en el barrio. No solo sabe hacer maravillas con el pelo, sino que también sabe escuchar. Es una fenómena», dicen las siete clientas que este viernes por la mañana había en el salón.
Durante años, Lupita ha estado en los momentos más importantes de la vida de sus fieles clientas. En las bodas, bautizos, comuniones y otros eventos. «Actualmente peino a cuatro generaciones de varias familias del barrio. Me siento muy agradecida por toda la confianza que han depositado en mí después de tantos años. Para mí son todas como de mi familia. Las quiero mucho. Jamás he tenido un problema con ninguna. Con ellas, todos los días son especiales y nunca me ha costado venir a trabajar», comenta emocionada esta peluquera, que tiene planes sencillos pero significativos para su jubilación. «Me dan ganas de llorar al pensarlo, pero intentaré disfrutarlo al máximo. Me encanta el yoga y la natación. No sé estar quieta, así que tengo muy claro que en casa no me voy a quedar», dice. Lo que si tiene muy seguro es que irá a menudo por su salón, en el que seguirá su hija Silvia como gerente. «Ella lleva tres décadas trabajando codo con codo conmigo. Entró cuando tenía tan solo 18 años y aquí lo ha aprendido todo», comenta la madre con orgullo. «Te voy a echar mucho de menos», replica la hija con los ojos empañados. También Lorena, una empleada que lleva dos años con esta gran familia, la echará en falta. Juntas han formado un gran equipo de trabajo.
Lupita, con su jubilación no solo deja atrás un negocio, sino un legado de cariño y dedicación que perdurará en Pajarillos, en la peluquería que lleva su nombre. «Para mí este barrio es el mejor del mundo. Yo no lo cambiaría por nada. Yo he tenido 39 años y medio la puerta de mi establecimiento abierta y jamás he tenido un problema. Me siento muy querida. Chicas ¿me queréis?», pregunta a sus clientas mientras lava con suavidad la cabeza a una de ellas. «Si no te quisiéramos, no llevaríamos tantos años viniendo a peinarnos contigo», responde Pepi. «Yo llevo 54 años en el barrio y Lupita me corta el pelo desde hace más de 30. Es muy buena gente y si tenemos algún problema con la cita, ella nos lo resuelve sin ningún problema. La vamos a echar en falta», remata esta fiel clienta.
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