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Los últimos ingresos económicos de Javier Heras (Valladolid, 1972) fueron los 163 euros que cobró en marzo, una nómina por las 27 horas que prestó en una empresa de ayuda a domicilio. «En octubre tenía tres usuarios, pero luego dos fueron hospitalizados, me quedé solo con uno y al final, llegó la crisis del coronavirus, que lo paró todo». También su empleo precario. ¿Ingresos ahora? «Cero euros». Nada. Por eso, asegura, está en contacto con Cruz Roja y con la trabajadora social delAyuntamiento para recopilar la documentación necesaria que le permita optar al Ingreso Mínimo Vital, un recurso que contempla como un «colchón», un trampolín para atravesar estos momentos delicados hasta que pueda encontrar un empleo. «Porque lo que de verdad quiero no es una ayuda, sino trabajar», asegura.
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La vida de Javier Heras entró en números rojos el 16 de febrero de 2015, cuando se vio obligado a cerrar Alimentación Heras, la tienda especializada en bacalao que abrieron sus abuelos el 29 de agosto de 1934. Después de más de 80 años en el negocio («los números daban, cuadraban»), el fin del contrato de renta antigua –en un edificio en ruina «que sus dueños se negaron a rehabilitar»– estranguló todos sus libros de contabilidad. Atravesó un largo proceso judicial, sin éxito, con la promotora que le reclamaba un incremento del alquiler. Incapaz de hacer frente a un desembolso mayor, cansado de mantener «tan larga batalla contra la especulación», tuvo que cerrar el negocio que Juan Benito Heras, su abuelo, radicó en la plaza de Caño Argales con Panaderos (como continuación de la tienda de ultramarinos que antes tuvo en la calle Pasión).
Una vez fuera del comercio, la vida de Javier se complicó. «Me he reciclado. Me he formado en varios cursos, con certificado de ventas, de cocina, de geriatría. Pero la situación está muy complicada en Valladolid, sobre todo si ya vas cogiendo una edad y no tienes dinero suficiente para invertir en un negocio propio».
«Si yo pido este tipo de ayudas, es porque las necesito», dice Javier. Lo intentó durante tres años con la renta garantizada. «En 2017 me la denegaron porque cobré una pequeña herencia, algo que te llega una sola vez en la vida y que no te la soluciona. En 2018 no me la concedieron porque trabajé tres meses como encuestador para el Ayuntamiento, en octubre, noviembre y diciembre. Cobré 328 euros y ya no tuve derecho a esa ayuda de 430. Y el tercer año tampoco la recibí porque me di de alta como autónomo para vender cupones del sorteo de la Cruz Roja. A veces parece que tienes que ser pobre de pedir en el suelo para recibir estas ayudas. Que no van a ser para siempre. No deberían serlo. El Ingreso Mínimo Vital tiene que ser un colchón que te sirva cuando lo necesitas. Lo que de verdad necesitamos es trabajo. Lo que de verdad queremos es un empleo. Esa es la forma que tendremos para no necesitar este tipo de prestaciones», asegura Javier.
Hoy, con cero ingresos, vive y duerme en el albergue municipal que el Ayuntamiento ha abierto en el paseo de Extremadura, con medidas especiales de distanciamiento para hacer frente a la crisis del coronavirus. «Hasta febrero tenía una habitación compartida en un piso de la calle Guipúzcoa. No tenía recibos ni contrato. Me retrasé un mes en el pago, porque no recibía ingresos, y me cogieron las cosas, me las pusieron en la puerta y cambiaron la cerradura», dice Javier, secretario de Parados en Movimiento.
La asociación valora de forma positiva la creación de este Ingreso Mínimo Vital, pero matiza que «los requisitos para acceder a ella son muy estrictos». «La mayor parte de nuestros socios, que son parados de larga duración, no pueden percibirla», dice Luis González, presidente del colectivo. «Hay muchos que cobran ahora los 400 euros de la renta garantizada. Como su pareja trabaje, con un contrato pequeño de teleoperadora, ya se pasa de esos 1.015 euros que se concede para las familias con hijos. Es un derecho, pero que no llegará a todas las personas que lo necesiten», asegura el portavoz de una asociación que el miércoles reclamó en San Pablo celeridad para el pago de los ERTEy que ahora, después del confinamiento, recupera 'Los lunes al sol', las concentraciones semanales en la Plaza Mayor.
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