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Su vida no fue nada fácil, huérfano de padre desde muy pequeño y 'huésped' de un hospicio toda su infancia y adolescencia, hasta que con 18 años pudo gobernar su nave, una nave que tenía ahora carcomido su timón por el alzheimer y que varó hace un año y medio en la residencia El Castillo de Cabezón de Pisuerga, hundiéndose el día 8 víctima del coronavirus, con su capitán aislado y viviendo sus últimos días sin el arropo de su familia. Una dura historia vital la de Luis Pin García, de 90 años, que deja viuda a Abundia Ortega, 'Piti', de 87 años, golpeada por el mazo del virus no solo por la pérdida de su marido, sino también de dos hermanos, Alejandra y Diosdado, residentes en la Beneficencia y que han fallecido en fechas recientes «en apenas cinco días entre uno y otro», según señala Marisa, hija de Luis Pin.
El nonagenario falleció el día 8 por coronavirus, 48 horas más tarde de haber sido su cumpleaños. «Mi padre llevaba en la residencia El Castillo de Cabezón de Pisuerga desde hacía año y medio, porque mi madre tiene 87 años y ya no podía con todo, aunque yo fuera a ayudarla. En la residencia mi padre estaba bien, mi madre iba todas las mañanas y yo por las tardes. A mi me decía 'enhebra' y andaba agarrado de mi brazo, nos tomábamos el café con su pastita o, en el verano, una caña con limón. Cuando empezó lo del coronavirus, yo andaba con la mosca detrás de la oreja, aunque en la residencia siempre me han dicho que allí no había casos. El 11 de marzo vi por última vez a mi padre, porque el 13 cerraron ya la residencia. Yo llamaba y me decían que estaban bien allí, que había algunos con diarrea pero que estaban aislados en sus habitaciones, y después me enteré de que no había médico, porque debe trabajar también en otra residencia y se contagió, así que han estado bastantes días sin médico, solo en contacto con el del centro de salud de Renedo», afirma Marisa Pin.
«El domingo, 22 de marzo, le subió la fiebre y le aislaron en una sala en la que habían habilitado camas, le dejaron allí con una mascarilla de oxígeno y una vía periférica con suero para hidratarle. Así estuvo diez días, y yo no sé quién tomó la decisión de dejarle allí», apunta Marisa Pin, que incide en que una unidad de la Covid-19 que fue a la residencia hizo trece test un día, y nueve de ellos dieron positivo. «Llegaron a decir que a mi padre no merecía la pena hacérselo porque estaba claro lo que tenía. Al final se lo hicieron a todos el 4 de abril y dio positivo», hace hincapié Marisa, que asegura que a su padre le dejaron «diez días tirado».
«Igual, si le hubieran llevado al hospital, se podía haber hecho algo por él. Todo ha sido un desatino, están tratando a la gente mayor como si no valiera nada», asegura Marisa, que incide en que «a mi madre le había dicho que teníamos que estar preparadas por si un día nos llamaban de la residencia para decirnos que mi padre había muerto, aunque no lo estábamos para este drama».
Señala Marisa que su madre, 'Piti', «es una mujer con una fuerza increíble, la pobre ha perdido en cinco días por la Covid-19 a dos hermanos, que han muerto en la residencia de la Beneficencia, además de a su marido». Ni 'Piti' ni Marisa, que es persona de riesgo, ni tampoco su hermano, que vive en Barcelona, pudieron ir a la incineración de su padre. «Solo fue mi marido y mi hijo», señala Marisa, que asegura que «esto no lo voy a dejar así, estoy esperando a ver si se crea alguna asociación o plataforma».
Marisa Pin y su marido han mantenido ya contactos con la web www.despues.info, que les ha informado de que un equipo de abogados de diferentes lugares de España trabaja de forma desinteresada en la preparación de una querella contra los 23 miembros del Consejo de Ministros, «a los que se imputará el homicidio por imprudencia de tantas personas como podamos acreditar que han fallecido a causa del coronavirus», según recogen en esta web.
«Nos han dicho que hay más de 2.000 abogados que han manifestado su deseo de participar en la preparación de esta querella y que pasan de 3.500, los adheridos ya como querellantes. Nos han dicho que los querellantes tienen que pagar los honorarios notariales por la preparación de un poder especial necesario para incorporarse a la causa, y eso de que pidan un poder notarial no nos convence mucho», señala Marisa.
Luis Pin García, que nació en el año 1930 en Valladolid, se quedó muy pronto sin padre y eran cinco hermanos. Su madre era cocinera en una casa y tuvo que dejar a sus hijos en un orfanato, «pero no les abandonó, iba todos los domingos a verles», agrega Marisa Pin, que explica cómo su padre aprendió un oficio en la Diputación, «que le mandaban las monjas». Estuvo hasta los 18 años en el hospicio, luego ya empezó a trabajar en la imprenta de la Diputación y se casó con 'Piti' en el año 1955. «Fue cuando empezó a trabajar como linotipista en El Norte de Castilla. Recuerdo sus manos manchadas de tinta», asegura Marisa. Su madre trabajaba en casa, «pero hacía cosas de coser para fuera», agrega Marisa, que conserva nítido «el recuerdo de meterse en la cama y no dormir hasta que llegaba mi padre, que salía a las cuatro de la mañana de trabajar». «Yo me despertaba varias veces y preguntaba a mi madre que si no había llegado. Cuando venía, me daba agua y ya me dormía», rememora.
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Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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