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Acor intenta frenar los incendios, robos y vandalismo en su antigua azucarera«Si descubre un incendio mantenga la calma, no se alarme. Toda una organización para casos de emergencia le apoyará». Así rezan los carteles que, por partida doble, reciben hoy a los 'visitantes' de las maltrechas instalaciones de la primera azucarera abierta por Acor en ... Valladolid, situada en la avenida de Santander, pasado el cementerio de El Carmen hacia Santovenia, cuyas edificaciones han sucumbido en los últimos años, desde su cierre y semidesmantelamiento en 2008, a los robos, el vandalismo y los incendios. El último ocurrió a comienzos de la semana pasada, de madrugada, en el inmueble que acogía las oficinas de la cooperativa y obligó a intervenir a los Bomberos.
El acceso a los vastos terrenos, que aún pertenecen a la cooperativa -en un primer momento se informó por error de que habían sido adquiridos por Switch Mobility, cuyos terrenos son justo los situados en la parcela, sin edificaciones, colindante- permanece desde entonces con un tímido precinto policial que no impide la entrada a unas edificaciones que han sido destrozadas y saqueadas en los últimos años. Fuentes de la cooperativa han aclarado este lunes que llevan años intentando «poner freno» a los robos y actos vandálicos registrados prácticamente desde su cierre en el interior de la azucarera a pesar de contar «desde su cierre» con un sistema de videovigilancia y de carteles que anuncia la presencia de las cámaras. «Hemos instalado cámaras, se avisa a la Policía en cuanto se detecta cualquier movimiento y se intenta cerrar para evitar el saqueo», explican.
Los inmuebles (oficinas, almacenes y amplias naves) que se salvaron del desmantelamiento casi completo de la histórica azucarera, inaugurada en 1968 y que estuvo en servicio durante cuarenta años, han sucumbido en los últimos años al saqueo de los ladrones de chatarra y cableado y al posterior vandalismo salvaje hasta mostrar un aspecto tan desolador como peligroso para quienes, sin apenas impedimentos, frecuentan su interior bien para robar lo poco que queda por robar o bien para hacer grafitis o causar más destrozos en su interior.
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Los vastos terrenos de la azucarera, la primera que abrió la cooperativa en la provincia, dentro del término municipal de la capital, hace más de medio siglo, ocupan doce hectáreas situadas al borde de la margen izquierda de la avenida de Santander (carretera de Santovenia) y que llegan por detrás hasta la ribera del Pisuerga, con su acceso principal situada en el número 185. Esta parte cuenta con una verja perimetral en un razonable buen estado pero mantiene abierta de par en par, con un tímido precinto policial en forma de cinta de plástico, la verja de entrada a la también desmantelada doble garita de seguridad.
En su interior se libraron del la piqueta durante el desmantelamiento de la factoría, ejecutado entre los meses de junio de 2008 y mayo de 2009, las citadas garitas de ladrillo, un edificio de oficinas de dos plantas también de ladrillo, al igual que un almacenillo y una antigua vivienda, que se encuentra junto un pequeño depósito. Todos ellos están situado en una hilera en primera línea de la carretera y todos ellos tienen boquetes abiertos en sus paredes y ventanas para facilitar el acceso sin mayores complicaciones a sus desvencijados interiores.
Un simple vistazo en las edificaciones permite comprobar los restos de una sucesión de incendios registrados tanto en la planta baja como en los dos pisos superiores del edificio de oficinas, el último ocurrido en la madrugada del pasado lunes, en el que los visitantes han arrancado de cuajo marcos de puertas y ventanas, el cableado o los sanitarios de los aseos. Eso al margen de destrozar, incluso, tabiques y de tirar literalmente por las ventanas viejos ordenadores y mobiliario que quedó abandonado a su suerte cuando se cerró la planta en 2008.
Así que el edificio, que aún luce los logotipos de Acor en su fachada, presenta ahora un aspecto desolador con paredes ennegrecidas por el humo causados por incendios evidentemente intencionados por ladrones o meros gamberros durante sus visitas al inmueble. En su antigua recepción, a la que ahora se puede acceder por una ventana en la que han colocado una silla y un taburete a cada lado para facilitar la entrada, aún permanecen los carteles de la distribución de unas oficinas que acogían, entre otros servicios, el laboratorio de tierrras, el servicio de cultivos, el departamento de calidad y administración y la dirección técnica y tecnológica de la cooperativa azucarera. Esta edificación presenta marcas evidentes en el exterior, tanto por delante como por detrás, del humo generado por los incendios.
Un viejo calendario, olvidado entre los escombros, muestra aún el año 2008, el último en el que estuvo en servicio la planta, cuyo cierre acordaron los socios de Acor el 5 de diciembre de 2007 a raíz, según justificaron, de la reforma del sector en Europa. El cierre se ejecutó en los meses siguientes y partir de junio de 2008 comenzó el desmantelamiento de buena parte de las naves y maquinaria, salvo las edificaciones mencionadas, cuyos accesos se tapiaron con ladrillos, pero que ahora han sido abiertos a golpe de piqueta. Para llegar a ellos hay que sortear boquetes en el firme, entre los antiguos sotechados de los aparcamientos, por el robo de las tapas de metal de distintas arquetas.
El resto de la amplia parcela solo cuenta con dos grandes naves más modernas, los viejos almacenas de la planta azucarera, cuyos portones metálicos también están abiertos de par en par y cuyo interior está también repleto de grafitis. Allí ya poco queda por sustraer a no ser que los ladrones de chatarra fijen su objetivo en las vigas metálicas que sustentan sus cubiertas.
La antigua planta ocupaba, al otro lado de la avenida, otro amplio terreno, sin verjar, en los que también se conservan dos maltrechas edificaciones vinculadas a su pasado 'azucarero'. A un lado está el antiguo hogar social de Acor, de una planta, al que también se puede acceder sin complicaciones por un boquete abierto en una de las ventanas tabicadas, con su correspondiente silla para entrar con más comodidad. Su interior también ha sido desvalijado. Y en el centro de esta parte de los terrenos se mantiene aún en pie otra vivienda de ladrillo y repleta de pintadas en cada centímetro de sus fachadas.
Y todo ello con fácil acceso a quien quiera pasarse por una planta azucarera, germen de Acor (sociedad fundada en 1962), que fue inaugurada el 27 de febrero de 1968, con bendición incluida a cargo del entonces arzobispo José García Goldaraz, y que cerró definitivamente sus puertas 40 años después para caer en el olvido a la espera de un nuevo uso. «El derribo de las edificaciones quedó pendiente de un futuro uso de los terrenos, pero están sufriendo continuos robos y se intenta poner freno a los mismos prácticamente a diario», reiteran desde Acor.
Hace dos años, el 28 de julio de 2022, la entonces presidenta de la compañía india de automoción Switch Mobility, Eva Driessen, formalizó el contrato de compra los terrenos colindantes a los de la azucera, también propiedad de Acor, para abrir allí su planta de producción, sin que haya habido aún movimientos en el mismo. Dicha empresa, según apuntan desde Acor, «cumplió en tiempo y forma con la totalidad de los acuerdos firmados con la cooperativa».
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La firma india había anunciado siete meses antes, el 9 de diciembre de 2021 (a través del entonces alcalde, Óscar Puente), su intención de abrir en Valladolid una megafactoría destinada a crear 7.000 puestos de trabajo (directos e indirectos) para fabricar autobuses eléctricos. Su proyecto parecía ver la luz unos meses después, el 18 de marzo de 2022, cuando sus responsables, con su entonces CEO Andy Palmer, vino a la capital a colocar la primera piedra de la factoría ya en los terrenos de Acor. En mayo llegarían a contratar a una treintena de trabajadores y a recibir cinco mil currículos. Sus planes apuntaban a que la fábrica estaría operativa a finales de aquel mismo año e iría creciendo en los siguientes ejercicios sumando el montaje de otros vehículos.
No se cumplió plazo alguno y el pasado 8 de julio (de 2024) el ahora responsable de Switch Mobility en Europa remitió una carta al alcalde, Jesús Julio Carnero, en el que informaba de que la compañía retrasaba a 2026 su implantación en Valladolid por la situación del mercado en el continente. El 22 de julio siguiente, la compañía renunciaría a la licencia de obras que tenía ya concedida. Y hasta hoy.
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