Un operario trabaja en las obras de restauración de la iglesia del Rosarillo. Rodrigo Jiménez

Valladolid

La iglesia del Rosarillo reabrirá con fines culturales tras 40 años cerrada

Una ambiciosa rehabilitación arquitectónica y del patrimonio escultórico recobrará tras el verano el esplendor del templo, situado en la calle San Juan de Dios, que seguirá sacralizado para cultos extraordinarios

Luis Amo

Valladolid

Sábado, 13 de abril 2024, 00:02

Cuatro décadas cerrada. Dos generaciones oculta a la mirada y admiración de vallisoletanos y forasteros en pleno casco histórico de Valladolid. Cuatro siglos sacralizada pero ausente de espiritualidad y cultos en los últimos cuarenta años. Y cinco meses por delante para concluir los trabajos que recuperen su esplendor y reabrirla al público. A devotos también. La Iglesia del Rosarillo está en pleno proceso de rehabilitación del templo y restauración del patrimonio artístico con la intención de reabrirse después del verano con un destino cultural, aunque también podrán celebrarse oficios religiosos y misas con carácter extraordinario.

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Prospecciones arqueológicas, estudios arquitectónicos para examinar la propia estructura del edificio y patrimoniales para recuperar todas las imágenes distribuidas hasta en cuatro retablos son los trabajos que están ejecutándose desde hace dos años para rescatar del olvido el prestigio de este templo de especial apego entre los vallisoletanos desde comienzos del siglo XVII, fecha en que se reconstruyó tal y como se conoce en la actualidad. Si bien la Iglesia de Nuestra Señora del Rosarillo formó parte del antiguo Hospital de la Cofradía de San Cosme y San Damián, que ya existía en el siglo XV y ubicado en la plaza del Rosarillo.

Es más, tal era la devoción que concitaba que el propio rey Felipe III adquirió el patronato de este templo, por lo que sus armas aparecen en la portada de la fachada estando considerado el escudo de piedra como uno de los mejores historiados de la monarquía española. Un uso del blasón, por cierto, del que adquirieron privilegios de uso porque la Cofradía del Rosarillo vendió a la Corona su hospital e iglesia construidas donde está el Palacio Real. Así, desde entonces, cuenta con una historia especialmente prolífica hasta el punto de que su carácter asistencial impulsó su fusión con la Real y Venerable Congregación de San Felipe Neri a comienzos del siglo XIX, entidad privada pero adscrita a la Diócesis de Valladolid que desde entonces es propietaria del templo localizado en la calle San Juan de Dios, detrás del Teatro Calderón y prácticamente frente al Palacio Arzobispal.

Techos en deficiente estado

El proyecto actual, por su parte, empezó el año pasado por una restauración estructural y, más en concreto, por la reparación de las bóvedas con dificultosas tareas de albañilería para subsanar las goteras y humedades de los techos que habían provocado desconchones, desperfectos en los frisos de yeso y escayola e incluso afecciones tanto en algunas piezas como en el coro y en el suelo de madera, que en la zona de entrada ha sido sustituido por losetas de piedra.

Más recientemente los trabajos han consistido en pintar todo el templo, bóvedas y paredes, reconducir el cableado y modernizar la instalación eléctrica junto con la creación de un aseo accesible para todo el público ante el nuevo uso del templo. En estos días están enfoscándose las paredes exteriores para optimizar la conservación estructural del inmueble y, en próximas fechas, se procederá a la limpieza general de la suciedad acumulada de años utilizando técnicas actuales que permitirá sacar a la luz el esplendor del patrimonio, con los brillos de su policromía original y los detalles de los altares, los retablos y las piezas en lo que significa un templo de valiosa riqueza artística del patrimonio vallisoletano. El rector de la Congregación de San Felipe Neri, Miguel Gallego, ha señalado estos detalles en una visita de obra por el templo donde ahora también se está consolidando y limpiando la espadaña del tejado que tiene dos cuerpos y dos campanas.

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El abandono del popularmente conocido como Rosarillo hasta hace medio siglo acumulaba cierta desatención en cuanto a la conservación ante el alto coste que ello suponía, con lo que su deficiente habitabilidad motivó el cierre. Pronto llegó la rehabilitación de la cubierta por riesgo de colapso, renovándola por completo y significando así la primera gran intervención en 1981 proyectada y financiada por el Ministerio de Cultura. Posteriormente, en el año 2008, gracias a la aportación de la subdirección general de Protección del Patrimonio de la Junta de Castilla y León, se procedió a la recuperación y limpieza de la fachada, único acceso a esta sencilla iglesia de una única nave que asoma a la calle con un gran portalón y tres ventanales superiores. Y a finales de los 80 y primeros de los 90, una paréntesis, dado que esta iglesia la utilizó la Cofradía de la Sagrada Cena donde dio cobijo al paso procesional de El Lavatorio, de Mariano Nieto, que finalmente fue y desfile en Medina del Campo. El Rosarillo también acogió esas navidades una valiosa colección belenista con numerosos misterios y dioramas de José Antonio San Martín de la Riva.

La autoría de este templo está relacionada con el afamado Juan de Nantes, maestro cantero y arquitecto del siglo XVI, que destaca por ser discípulo de Juan de Herrera, el autor de la Santa Iglesia Catedral de Valladolid. En su haber tiene intervenciones en la Colegiata de San Luis de Villagarcía de Campos, el Monasterio de la Santa Espina, colabora en el Monasterio del Escorial o también participa en las trazas del Monasterio de las Huelgas Reales, el Convento de San Francisco de la actual Plaza Mayor y la Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias junto a la reconstrucción del patio del Palacio de Santa Cruz. En definitiva, un amplio e importante currículo del técnico elegido que evidencia la importancia de la devoción a esta Virgen del Rosario en pleno epicentro monárquico de la historia de España en Valladolid y que ahora rescata sus mejores épocas.

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Restauración de hallazgos

«Está siendo una intervención muy bonita y de mucha delicadeza donde algunas cosas nos han sorprendido», manifiesta Carlos Crespo, el contratista de la obra del Grupo Caresvo, al describir que al restaurar las paredes y los distintos paramentos han aparecido restos de trampantojos previos a los retablos de madera policromada y donde se pueden observar desde el detalle de cada una de las composiciones hasta dibujos vegetales, geométricos, angelotes… Se trata de unos frescos que reflejan la obra escultórica posterior dado que en aquella época era muy costosa la contratación de retablos y piezas en madera, como indican desde la propia Congregación de San Felipe Neri, por lo que inicialmente se pintaba el tema, los detalles y las imágenes en la pared para posteriormente trasladarlo a madera. Sino había dinero suficiente, pues se combinaban ambas técnicas.

Es más, gracias a este procedimiento, destaca hoy la existencia de un curioso mural en el lado de la epístola donde antes existía un retablo dedicado a la Sagrada Familia, que reproduce lo mismo que previamente fue pintado sobre la pared. La autoría de la obra en madera está atribuida a Pedro de Sierra alrededor de 1736 y, según estimaciones de los sacerdotes congregantes, fue retirado de su lugar en la década de los 60 estando en la actualidad en la capilla del Colegio de las Jesuitinas de Valladolid. La intervención actual ha cuidado al máximo este espacio con una labor de saneamiento previa aún a la espera de restaurar esta pintura en los próximos meses dado su elevado coste. Y esta obra entre lienzo de gran formato, altar y retablo es el vivo ejemplo de los restos pictóricos que han salido a la luz en otros emplazamientos de esta iglesia como junto a los retablos de San Cosme y San Damián -patronos de los sanitarios- así como el dedicado a San Joaquín, Santa Ana y la Virgen Niña -patronos de los abuelos-. «Restos de inmenso valor con los que se ayudará también a investigadores, restauradores y conservadores a conocer las técnicas, formas de trabajar y estilos de otras épocas», como destaca contratista y congregación, al explicar que el objeto de las tareas «también tiene una parte didáctica para conocer más de nuestra historia y del hacer de nuestros artistas precedentes».

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Entre los hallazgos también destaca la aparición de dos lápidas con leyenda, familia y escudo grabados sobre piedra bajo la cota del suelo de madera así como los arranques de los pilares góticos de una edificio anterior al conservado actualmente, un estilo artístico también elevado hacia el arco del techo y que, cabe significar, según el arqueólogo que está haciendo el seguimiento de esta restauración, «son idénticas las trazas a la Catedral Vieja de Vitoria». También se han rescatado las pinturas originales de los sillares de piedra de algunas zonas que estaban muy deteriorados pero que ahora son perfectamente apreciables: «Cualquier tarea que hemos hecho, cualquier cometido sobre el que actuábamos se iban descubriendo los orígenes de este templo», han manifestado el secretario y el administrador de la Congregación de San Felipe Neri, Juan Pablo Hervada y Gregorio Casado, quienes especialmente orgullosos reconocen que están siendo unos meses «muy bonitos y muy intensos, de continua fascinación por el avance de la rehabilitación y por todos los hallazgos en unos trabajos complejos pero muy satisfactorios» a la vez que elogian el trabajo de la Escuela de Arte que en los primeros años de este siglo realizaron tareas de conservación de algunas piezas y de algunos de los pequeños retablos». «Es una intervención muy agradecida», concluyó Carlos Crespo, al admirar este templo que tiene 14,60 metros de altura, 8,79 de anchura, 24,60 de largo y con unos muros con más de un metro de ancho de piedra y ladrillo con una circunstancia sobresaliente: en conseguir el esplendor de este templo participaron prestigiosos arquitectos, ensambladores y escultores de Valladolid.

El altar mayor, precisamente, ocupa toda la anchura de la nave haciendo especialmente atractivo todo el espacio desde la propia entrada con un color dorado que a nadie dejará indiferente. Y corresponde con la última fase de la restauración, prevista para las próximas semanas, que consistirá en la limpieza general mediante la utilización de un aspirador industrial para retirar todo el polvo, palomina de aves o el negruzco de la llama de las velas aplicando técnicas apropiadas para cuando la suciedad está incrustada de años tanto por las tallas como entre las columnas salomónicas, bajorrelieves, frisos y otros adornos propios del barroco destacando, en la parte superior, un Calvario y dos ángeles portaestandartes flanqueando desde los extremos. Sin duda, un recibimiento casi majestuoso a esta recoleta iglesia desconocida por miles de vallisoletanos hasta ahora que, a buen seguro, como se muestran convencidos Gallego, Hervada y Casado, «quedarán prendados por la seducción espiritual de la Virgen del Rosarillo desde su camarín».

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Futuro inmediato

Mientras la restauración afronta la fase final, la Junta Directiva de San Felipe Neri ya planifica un completo calendario de fastos culturales y religiosos para la reinauguración que podría coincidir con la festividad de la Virgen del Rosario el próximo 7 de octubre. Y es que este organismo quiere hacer de este espacio un diálogo con la cultura y la espiritualidad integrada completamente en la sociedad vallisoletana con conciertos, para los cuales se ha comprado un órgano, audiciones o espectáculos de pequeño formato en un recinto con muy buena acústica junto con la posibilidad de cultos no ordinarios «respetando que en ese céntrico entorno ya existen numerosos templos con misas diarias». De este modo tratan de ampliar la programación de la Iglesia de San Felipe Neri que en los últimos años están desarrollando con gran éxito.

Un estreno y reapertura al público donde la Virgen del Rosarillo tendrá especial protagonismo. Se trata de una pieza de época barroca, con el niño de la mano y un rosario, de vestir, y con especial devoción entre muchas generaciones hasta el punto de que regresará a su camarín original después de varias décadas en una capilla de la Iglesia de San Felipe Neri. Junto a esta imagen, también volverá a su altar del lado de la epístola, prácticamente a la entrada, una Dolorosa del siglo XVII, también de destacable factura. Por el contrario, de momento se quedará en el templo hermano donde sigue teniendo mucha piedad popular el llamado Cristo del Refugio y que, según el historiador Javier Burrieza, «la imagen fue muy recurrida especialmente en las horas centrales del Viernes Santo de Valladolid. Concluido el Sermón de las Siete Palabras y con la única presencia, entonces, de la procesión de los llamados 'Docentes', las mujeres -sobre todo las jóvenes- se encaminaban hacia esta pequeña iglesia para rezar 33 credos, tantos como los años de Cristo a la hora de su muerte, delante de esta imagen y a la misma hora que expiraba Jesús en la Cruz».

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