Mark Istrati y Kristina Avramenko durante el trayecto a Valladolid. El Norte

Huir de la guerra en Ucrania para empezar desde cero en Valladolid

Los refugiados Kristina Avramenko y Mark Istrati buscan un piso de acogida en la capital para iniciar su nueva vida tras alejarse del conflicto bélico de su país: «Ya no recuerdo el último día que comí bien»

Álvaro Muñoz

Valladolid

Jueves, 10 de marzo 2022, 00:03

Una llamada de teléfono le cambió la vida a Kristina Avramenko. Era su madre en la madrugada del 24 de febrero. Le avisaba de que Rusia había empezado a atacar Ucrania y que tenía que preparar una maleta de emergencia para salir. Salir hacia ninguna ... parte. Residente en la ciudad de Zaporizhia (a 200 kilómetros de Mariúpol), la vida de esta joven de 23 años ha cambiado considerablemente en diez días. Ahora solo busca empezar desde cero, lejos de la guerra, en Valladolid, donde llegará en las próximas horas. «Queremos un piso de acogida hasta que podamos pagar una renta», recalca Kristina a punto de entrar en territorio nacional.

Publicidad

En el recuerdo aún perduran las palabras de su madre ese 24 de febrero. «Escuchó y vio las propias explosiones con sus ojos. Estaba muy asustada», relata la joven ucraniana. Diez minutos después, el pánico de ese estruendo llegó a los oídos de Kristina. «Mis ventanas empezaron a temblar. La palabra guerra ya se escuchaba por todos los lados. Ya había explosiones por todos los rincones del país», afirma la joven, que se encontraba en esos momentos sola en casa al estar su pareja, Mark Istrati, en Alemania por trabajo.

Le rogó que se quedara en Alemania por seguridad, pero Mark decidió volver a Ucrania «para salvarnos». El flujo de llamadas entre Kristina y su madre no cesaba. Al igual que los bombardeos. «No sabía qué meter en la maleta. No entendía qué podía necesitar cuando no sabía dónde iba a ir», lamenta.

Las horas pasaban y Kristina y su madre, Svetlana Pashkovskaya, pusieron rumbo a una casa particular a las afueras de Zaporizhia. «Había muchos helicópteros y aviones. Veía a mi madre sin vida en los ojos. Vimos que estar alejados de la ciudad podría ser más peligroso y nos volvimos a la casa de mi madre que estaba cerca de un aeropuerto (destruido en los primeros días de guerra)», añade.

Publicidad

La seguridad no estaba garantizada y decidieron buscar protección bajo tierra. «Nuestro país no estaba listo para la guerra. En mi ciudad tampoco hay refugios antibombas normales. Solo hay 'refugios' viejos, sin ventilación ni agua. Ahí pasamos dos días con nuestras amigas y mascotas. Fue muy frío y solo salíamos a nuestros hogares para cambiarnos de ropa. En esos sitios no podíamos ni respirar», relata Kristina, que no ha parado de soñar con la guerra durante estos días.

«Quiero vivir»

«Empezamos a leer noticias sobre la muerte de niños, no quería creer en esta realidad. Además, en ese momento de mi vida tenía episodios depresivos, pero ahora todos mis pensamientos sobre la muerte han cambiado. Quiero vivir, y mucho», enfatiza antes de retomar el horror de los primeros días de guerra.

Publicidad

Tras varios días en el refugio, Mark pudo llegar hasta Kristina. «Nos quería sacar del país. Nos fuimos al sótano de una casa de unos amigos y allí empezamos a salir del país poco a poco. Recogimos más cosas de nuestra casa y nos fuimos mi madre y mi pareja. Menos mal que mi novio no es ucraniano, porque de ser así no hubiera salido del país».

Imágenes en el interior de un refugio en Ucrania en el que vivieron Kristina y Mark. El Norte

Cruzaron la frontera tras una travesía de mucho miedo y empezaron a ser refugiados. Y empezaron a recorrer Polonia (donde se quedó su madre al tener familiares), Moldavia, Rumanía, Hungría y Eslovaquia. El viaje continuó por República Checa, Alemania y Francia hasta cruzar los Pirineos. «Llevamos tantos días de viaje que ya no recuerdo cuántos son», apunta Kristina.

Publicidad

«Quiero recuperar mi casa, mi cama, mi vida... pero no sé si será posible»

Kristina Avramenko, refugiada en Valladolid

Una odisea que esperan que llegue a su fin en Valladolid. «Ya no recuerdo cuándo comí bien. Decidimos venir a España porque está muy lejos de Rusia. También porque sé algo de español, pues hace poco empecé a estudiarlo porque me gusta. Nunca pensé que lo fuera a emplear tan pronto. Vamos a Valladolid porque un amigo de mi pareja puede ayudarme a encontrar trabajo. Soy 'piercer' profesional (especialistas en 'piercings') y me gusta mucho mi trabajo, quiero recuperarlo. Al igual que mi casa, mi cama, mi vida... pero no sé si podré hacerlo algún día», afirma.

Con pocos ahorros, Kristina y Mark solo buscan en Valladolid sentirse seguros. «Quiero tener sueños en los que no aparezca la guerra, pasear con mi perro, disfrutar mi vida y no pensar cada minuto en que me pueden matar», añade.

Publicidad

«Buscamos una casa de acogida hasta que podamos pagar la renta por un alojamiento. No sé si nos gustaría quedarnos en Valladolid para siempre, porque espero que la guerra termine pronto y pueda venir a mi casa otra vez», afirma con esperanza esta joven, que también se encuentra a falta de terminar unos estudios en la facultad de Medicina.

Y todo eso, su trabajo, sus estudios y parte de su vida, lo esperan recuperar en Valladolid.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad