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Huerta del Rey dice adiós a su quiosco de toda la vida«Es el mejor trabajo que podía haber tenido», responde orgulloso Raúl Rivas, dueño del quiosco -que lleva su nombre- que durante los últimos 32 ... años ha endulzado y ha mantenido informados a los vecinos de la calle Rastrojo en el barrio de Huerta del Rey, cuando se le pregunta por su experiencia detrás del mostrador favorito de los niños. El pasado lunes (16 de septiembre), después de 32 años, fue la primera vez que la calle perdió su olor a gominolas, 'fresquitos' o 'Chupa Chups', que durante décadas acompañaron a lo que fue todo un éxito en ventas: la actualidad de las familias tan mediáticas como los Iglesias o los Boyer que cada semana llenaban las páginas del 'Pronto' junto al hombre elástico que adornaba los envoltorios de los chicles Boomer.
Los negocios locales, el pequeño comercio, que parece condenado a desaparecer por esa falta de un relevo generacional, ocupa un lugar muy importante y significativo en la vida de todos los vecinos. Raúl lo tiene claro, después de tantos años, uno se convierte en confidente, «casi en psicólogo». Un negocio que permanece abierto los 365 días del año, que ve cada mañana a cientos de personas que pasan por delante, que en ocasiones se paran y a los que «ya son de toda la vida». Un ir y venir de gente constante que «te permite meterte de lleno en el barrio, conocer a todos, saber cuando han tenido un día bueno y cuando necesitan un amigo al que contarle lo que le preocupa». Por estas cosas, asegura que es «el mejor» trabajo que podía haber tenido y que, sin duda, «lo volvería a elegir».
Raúl Rivas
Quiosquero en Huerta del Rey
Después de 32 años asentado en el barrio, son muchas las personas que Raúl ha conocido, varias generaciones que han pasado por su negocio «incluso he atendido a niños que no veían por encima del mostrador y que ahora vienen con sus hijos a comprar». Un tiempo pasado que «fue mejor», pues Raúl recuerda con gran anhelo las alegrías que se llevaba cuando a los más pequeños del barrio la suerte les sonreía al despegar los tan demandados sobres de Panini. «Ellos se ponían supercontentos y yo casi me alegraba más que ellos», pues no eran muchas las veces que tenían la suerte de poder celebrar que les había tocado un jovencísimo Raúl González o a Figo todavía con la camiseta del 'Barça'.
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«Cada vez que decían que este no era 'repe' yo sonreía». Una sonrisa, que confiesa, respondía a la felicidad que generaba cuando los pequeños le explicaban lo difícil que era conseguir ese croma y «que nadie lo tenía». Unas alegrías que casi siempre venían de la mano del Real Madrid o del Barça, pero que en un ámbito más local también las generaba la estrella croata del conjunto pucelano Peternac.
Unas vivencias que quedarán siempre en su memoria, porque ahora después de tres décadas toca decir adiós, para pesar de todos los vecinos del barrio que el domingo -último día que tuvo que madrugar por cuestiones laborales- le montaron una despedida improvisada para agradecerle todo lo que había hecho durante estos años. «Muchos me pedían que me quedara un poco más, pero también hubo quien me dijo que descansara, que me lo merecía», recuerda
Una sensación carente de obligaciones laborales que le generan una sensación «extraña», aunque contento con poder descansar, algo que estaba «deseando». Después de tanto tiempo, Raúl confiesa que es un trabajo agotador, pero que «echa mucho de menos a la gente», después de tantos días y horas con ellos.
Una baja por jubilación de un negocio que cada día cuenta con menos valientes que soporten las jornadas maratonianas y sacrifiquen los fines de semana. Algo que sin duda no va a echar de menos, pero que lo vivía con «vocación». Unos horarios que en ocasiones son inexistentes, ya que «mientras haya gente» se sigue trabajando, así son muchos los días que Raúl no ha cerrado hasta las diez de la noche o «más si era necesario». La «baja rentabilidad», también puede estar detrás de esta tendencia de carteles de 'se traspasa' donde antes había una multitud de revistas.
Raúl Rivas
Quiosquero en Hurta del Rey
Y es que, como señala Raúl, existe un margen de beneficio «bajo», en un negocio que a día de hoy es «poco rentable», muy alejado a las cifras de venta que se anotaban en los libros de contabilidad hace 20 o 25 años. «Desde la pandemia, se produjo un gran bajón generalizado», señala.
La falta de lectura en las nuevas generaciones, o la nueva forma de consumo, más digital, señala, han desembocado a un «descenso» de un «cincuenta por ciento en prensa escrita». Sin embargo, el negocio de las chuches y gominolas sigue igual, lo que tuvo éxito hace treinta años lo sigue teniendo a día de hoy «el gusto de la gente no ha cambiado».
Si nos enfocamos en lo que fue todo un éxito en la década de los 2.000, los coleccionables y fascículos, aquellos tan memorables como el de 'Bichos' o los coches por piezas, también viven momento agridulce. La gente muestra un menor interés en estos artículos que cuentan con «muchísimas entregas» y que al final quien quiere tener la colección completa no le queda más remedio que «dejarse mucha pasta», explica.
La idea de Raúl ahora es traspasar el local, venderlo y que alguien siga con su 'legado' dentro del barrio, un negocio que, de hecho, ya contaría con un cliente fijo, porque él mismo asegura que iría todos los días. Un deseo que por el momento ve lejano. Aunque sí existen personas interesadas, la mayoría lo hacen por el local. Una idea que por el momento no le satisface y que está provocando que «no lleguemos a ningún acuerdo».
Actualmente, en el barrio quedan dos o tres quioscos, una situación que Raúl confiesa que le entristece bastante, aunque defiende la zona, que bien cada vez está más envejecida, como un lugar con mucha vida, con mucho transeúnte y colegios cercanos que permitirían que un negocio de estas características «funcione».
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