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El centro integrado de la zona este es el mayor ejemplo de arquitectura brutalista de Valladolid. Rodrigo Jiménez
Las huellas del brutalismo en Valladolid

Las huellas del brutalismo en Valladolid

El antiguo mercado central, hoy centro cívico de la zona este, es el ejemplo más evidente de esta propuesta arquitectónica en la ciudad

Víctor Vela

Valladolid

Domingo, 2 de marzo 2025, 08:10

La palabra, de entrada, impresiona en español. Brutalismo. Con sus ecos de violencia y bestialidad, su aire inhumano y feroz. Pero el término, en su origen, es mucho más aséptico y natural. Viene del francés. 'Béton brut'. Hormigón a la vista, en bruto, sin acabar. Lo cuenta José Ramón Sola Alonso, profesor de proyectos arquitectónicos en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valladolid. Habla todavía con 'The brutalist' en la retina, la película estrenada hace unas semanas, candidata a diez Oscar este domingo, que cuenta la historia de un arquitecto judío superviviente de un campo de concentración. Allí, en la gran pantalla, este estilo arquitectónico juega un papel simbólico en la ficción.

«Da un poco de miedo utilizar la palabra estilo para referirse al brutalismo», dice Sola Alonso, quien prefiere definirlo como un lenguaje con unas características que no son difíciles de identificar. «Honestidad en su estructura y los propios materiales, formas rotundas, una exhibición clásica del edificio, una férrea disciplina axial y unos materiales empleados en su condición más natural, como si fueran directamente la materia prima». En bruto. «Y no solo el hormigón, también puede ser el vidrio, el acero o el ladrillo».

¿Cómo ponerle imagen a estas palabras? Basta con fijarse (o imaginarse) en el centro integrado de la zona este, las naves hormigonadas del antiguo mercado central. Estos bloques entre la calle Cigüeña y el paseo de Juan Carlos I son el mejor ejemplo de brutalismo que puede verse en Valladolid. «Proyectado por Juan Antonio Aguiló Villahermosa y Ángel Valdés Martínez, y construido entre 1965 y 1966, ocupa un lugar destacado y su estudio nos remite a los planteamientos pertenecientes al brutalismo que el crítico inglés Reyner Banham bautizara con el artículo 'The New Brutalism' en The Architectural Review en 1955», explica Iván I. Rincón Borrego, en un estudio sobre este complejo de Pajarillos-San Isidro, publicado por la fundación Docomomo Ibérico. Y en ese artículo lo analiza: «El plano de hormigón que cualifica el frente de las naves se hace estructural, diferenciando con sus quiebros ortogonales cada una de las crujías pasantes que conforman la propuesta». «En definitiva, una imagen brutalista, donde la topología predomina sobre la geometría platónica elemental», concluye Rincón Borrego, quien añade dos palabras clave: «Rotundidad arquitectónica y elocuente expresividad material».

«Es un edificio extraordinario», apunta Sola Alonso, quien recuerda que el diseño y construcción de este «edificio complejo» se hizo «con una función muy clara, de elementos autónomos pero no independientes» que más tarde han sido objeto de una «interesante» intervención, al reconvertir el antiguo mercado central en espacios dotacionales (como centro cívico o de salud). Este remodelación «sostiene la forma expresiva de este nuevo brutalismo», resume Sola Alonso, quien recuerda que el hormigón fue también la condición expresiva fundamental de otros edificios de la época, como el colegio de la Sagrada Familia (de Antonio Vallejo Álvarez, Antonio Vallejo Acevedo y Fernando Ramírez de Dampierre, 1963-1967) o el instituto Cristo Rey (de Luis María Martínez Feduchi Rey y Vicente Eced 1956-66), sobre todo en el bloque de la nave taller.

¿Hay más manifestaciones del brutalismo en Valladolid? No tan evidentes. El arquitecto Manuel Saravia explica que hay construcciones que pueden asimilarse con los principios del brutalismo, aunque su adhesión completa no es tan fácil de ver. Por ejemplo, el centro cívico Canal de Castilla (en La Victoria) «y algunos incluyen también el edificio Lucía, de la Universidad». O la ampliación del centro cívico Parquesol. Saravia enumera algunas de esas líneas que definen el brutalismo. «Enfatiza los elementos estructurales y los materiales empleados (en bruto, sin recubrir). Ofrece un tratamiento de los materiales más espontáneos y exhibe la potencia de los elementos constructivos. Así, diseñas, por ejemplo, la estructura de tal manera que te salga muy potente (vigas fuertes, grandes, poderosas) y las exhibes».

A partir de estas características, Eduardo González Fraile, catedrático emérito de Proyectos Arquitectónicos y Proyectos de Restauración Arquitectónica, sugiere otros edificios de Valladolid que miran al brutalismo. Oque incluso siglos antes se podrían considerar antecedentes. ¿Por ejemplo? «La catedral. Estilo herreriano de escala monumental, monomaterial (o pocos materiales)y limpieza de ornamentos. Pensada con un gran espacio vacío alrededor y su reflejo en el río Esgueva (pensemos en la duplicación del impresionante muro que se asoma a la plaza de Portugalete) es un gran precedente, tanto en el interior como en exterior», explica González Fraile, portavoz del Colegio de Arquitectos.

«El movimiento de masas es brutal. Sorprende que, siendo la piedra de un peso material extremo, parezca que se suspende de los lunetos superiores, que crean una atmósfera onírica y surreal». Y sigue en relación con la catedral: «No hay decoración superflua y, cuando hay alguna, se integra la textura del material sin geometrías de jerarquía ni órdenes compositivos o elementos estilísticos que podamos reconocer». Además:«Aristas contundentes, ángulos acusados, con pocos materiales involucrados».

Junto a este gran precedente, González Fraile apunta otro: los talleres de Renfe y el depósito de locomotoras de ADIF. En línea, además, con otros talleres de la Compañía de Caminos del Norte de España. «Son ejemplos increíbles de arquitectura brutalista, con estructuras de hormigón y acero de tamaño gigantesco y dimensiones descomunales que deben matizar la luz y ventilar los espacios, disponiendo estructuras de proporciones colosales sin casi medios materiales».

Monumento del cuarto centenario de Valladolid, en la avenida de Salamanca. Iván Tomé
Edificio Lucía de la Universidad de Valladolid. Iván Tomé
Sede del Consejo Económico y Social. Iván Tomé

Sede del Consejo Económico y Social.

Iván Tomé

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Hasta los años 80, el portavoz del Colegio de Arquitectos enumera otras construcciones que coquetean con este estilo, como la iglesia de la Paz (de Pedro Ispizúa), la de Santo Domingo de Guzmán (de Julio González Marín) o el instituto Núñez de Arce (de Miguel Fisca). También la Casa Cuna (de Ángel Ríos Gómez e Isaías Paredes Sanz).

De construcción más reciente, apunta el Museo Patio Herreriano (de Juan Carlos Arnuncio Pastor, Clara Aizpún y Javier Blanco), el Museo de la Ciencia (de Enrique de Teresa), el archivo de San Agustín (de Gabriel Gallegos y Primitivo González) o el centro de salud de Parquesol (de Enrique de Teresa). Además, como escultura (y esto también lo apunta Saravia) se puede aludir como brutalista al monumento a Valladolid que Ángel Mateos diseñó en el aparcamiento de la Feria de Valladolid. Sola Alonso, sin embargo, subraya que no hay que ser excesivamente generoso al adscribir edificios a un movimiento e insiste en el centro integrado de la zona este como la gran estampa brutalista de Valladolid.

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