Los vallisoletanos viven cada vez más solos. Los hogares compuestos por una sola persona siguen creciendo en Valladolid y ya alcanzan los 62.300. El 8% más que en 2014, cuando en la provincia se contabilizaban 57.400 casas en las que habitaba una ... única persona. Representan, además, el 28% del total de viviendas, que en 2020 eran 220.200, según se desprende de las últimas estadísticas del Instituto Nacional de Estadística (INE). Una tendencia creciente que, sin embargo, no responde a que en territorio vallisoletano haya más vecinos, pues en ese periodo, entre 2014 y 2020, ha perdido 5.640 empadronados.
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Unos acabaron viviendo solos por el devenir de la vida. Otros, por decisión propia. En cualquier caso, los expertos consideran que todo ello se debe fundamentalmente a la independencia emocional de las personas. «Hay gente que aunque vive sola, no se siente sola. Lo que importa en todo ese proceso es la soledad emocional, porque puedes sentirte solo en soledad o en compañía», asegura la representante del Colegio de Psicología de Castilla y León (Copcyl), Ana Belén Sánchez, quien incide en que «cada vez detectamos que la gente se siente más sola». Una circunstancia que se agudiza conforme uno se hace mayor y se da más –en base a su experiencia– en hombres que en mujeres. «Las mujeres tenemos menos dependencia emocional y nos cuesta menos dar determinados pasos, como irse a vivir sola», añade.
Pero no son solo cifras. Son solteros, viudos divorciados. Son personas. Son historias. Con nombre y apellido. Como Samuel Gómez, vallisoletano de 35 años que acumula siete viviendo solo. «Estoy contentísimo, es un piso pequeño hecho para mí, a mi medida, y perfecto de precio», asegura este reportero gráfico.
Decidió dar el paso en julio de 2015. Hasta entonces, compartía piso con otras personas, pero «tenían pareja y acabaron yéndose». Así que lejos de buscar otros compañeros, consideró que lo más adecuado era «probar» él solo. «Llega un momento en el que no te apetece vivir con otras personas. Tienes la casa a tu gusto, el salón le pones a tu manera y si tienes trastos, son los tuyos, pero viviendo con otra gente es una zona común y tienes que tenerlo todo muy recogido», afirma este joven, al tiempo que señala que otra de las cuestiones por las que se independizó fue por el hecho de «no tener que aguantar las manías de nadie ni que nadie aguantara las mías». «Con 19 años te da igual, pero cuando te haces más mayor, esas cosas a las que no dabas importancia, resulta que la tienen», subraya Gómez.
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Esa es la cara de la moneda. También hacer y deshacer a su gusto, sin dar explicaciones ni justificaciones a terceros. Aunque también hay una cruz. Reconoce que «lo peor», cuando más añora la compañía, es cuando cae enfermo. «Lo notas más cuando te pones malo, que necesitas que te cuiden o que haya alguien pendiente para hacerte la compra o que vaya a por algún medicamento. Te cuidas solo, pero no es lo mismo», asevera.
Otro 'contra' es el mantenimiento de la casa. Conviviendo con terceros, la limpieza y conservación de las zonas comunes –baño, salón, cocina– se reparten. Estando uno solo, cae todo el peso hacia el mismo punto. «Es inevitable que, estando solo, descuides un poco sin querer la casa. Si estás con otra persona lo tienes que tener más cuidado y recogido», indica.
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A Evangelina S., vecina de Serrada con tres hijos, esa soledad se la «impusieron». Tiene 81 años y vive sola desde hace trece, cuando su marido falleció. «Lo decidieron por mí. Yo estaba muy feliz con la vida que llevaba, con ese día a día con mi marido, y al principio el cambio fue muy traumático, tenía mi vida hecha en otro sitio y de repente todo cambió», admite esta mujer.
El mayor «inconveniente» de vivir sola –relata– es el hecho de no poder hablar con nadie. «La soledad», cuenta. Aunque matiza que tiene contacto continuo con su familia y están «muy pendientes». En sentido contrario, opina que «lo mejor» de estar en una casa unipersonal es «no tener que dar cuentas a nadie». «Me levanto cuando quiero, como cuando tengo hambre, si me apetece hacer algo lo hago... Todo eso la verdad es que ayuda bastante en el día a día», sostiene.
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Le costó hacerse a esa nueva realidad, pero explica que se alistó a la Universidad de la Experiencia de Valladolid «para hacer amigas y estar entretenida». «La verdad es que me gustó, y ahora entro, salgo, paseo todos los días... dentro de lo que se puede, claro», apostilla. Dice, asimismo, que siempre ha sido «muy activa», pero la pandemia no le vino «nada bien» para su estado anímico. «Se paró todo por precaución, y en el momento que paras cuesta volver a arrancar», apunta.
Compartir piso es una opción cada vez menos habitual en la provincia de Valladolid. Cada vez son menos las personas que no forman ningún núcleo familiar entre sí y que viven juntas. Compartir estancias, manías y limpieza con terceros, ya sean conocidos o no, gusta poco a los residentes en territorio vallisoletano, que buscan otras opciones –ya sea solo, en pareja o de regreso a casa de los padres–. Así se desprende de las últimas estadísticas publicadas por el INE, que también revela que el número de hogares de convivientes sin parentesco ha bajado en 2.100 en cinco años.
Si bien en 2015 eran 6.900 los domicilios en los que se compartía vivienda, en 2020 esta cifra era de 4.800. No obstante, cabe destacar que en los dos últimos años se ha experimentado un ligero incremento, concretamente de 300 hogares –en 2019 eran 4.500–.
Otro dato que refleja el INE es que la mayoría de viviendas están compuestas por entre tres y seis habitaciones, mientras que las constituidas por siete habitáculos o más, aunque ha crecido ligeramente entre 2019 y 2020, es una tendencia a la baja (en 2020 eran 700 los hogares de estas características, mientras que en 2015, 900).
El polo opuesto lo representan los hogares monoparentales, es decir, aquellos en los que un único progenitor vive con uno o varios hijos. En 2020 eran 23.700 los domicilios y en 2015, 19.200, por lo que el crecimiento en ese periodo es del 20%. También aumentan las viviendas en las que residen dos o más núcleos familiares. Si bien hace dos años las estadísticas contabilizaban 2.500 hogares, en 2015 esta cifra se situaba en 2.000.
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