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Dice Lola Abad –71 años– que sola «se está bien». Es feliz. Hace y deshace a su manera. Entra y sale de casa cómo y cuándo quiere, «sin dar explicaciones» . Eso es, a su juicio, la «mayor ventaja» de vivir sola: la independencia ... en su sentido más estricto. «Estás a tu bola. Si quieres comer, comes. Si te quieres acostar, te acuestas y si quieres ver una cosa en la televisión, pones lo que tú quieres. Haces tu vida sin mandarte nadie ni dar explicaciones, a tu albedrío; hago lo que me da la gana y estoy contentísima», señala Abad, que trabajó «toda» su vida como técnico en un laboratorio de Madrid capital.
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Eva Esteban
Pero si rebobinara, si pudiera dar marcha atrás, «lo más seguro» es que tomaría otra decisión. «Hubiera sido todo distinto, muchos errores de los que he cometido no los volvería a hacer, pero ya no me puedo lamentar porque es lo que hay. En mi caso no apareció la persona adecuada, y como no ha llegado, preferí estar sola a mal acompañada», comenta esta mujer, que vive sola desde hace 27 años.
Lo que «peor» lleva, según cuenta, es llegar a casa y no tener a nadie con quien compartir mesa o un momento de charla. Afirma que, cuando eso sucede, es «un poco triste». «Llegas a casa y no tienes a nadie, hay que hacerse a ello», asevera, al tiempo que añade que su «compañía es la televisión». «Se echa de menos la compañía, tener alguien con quien hablar, cambiar impresiones... Te sientes un poco sola», señala Abad.
Asimismo, explica que «lo que peor» lleva es depender de terceros a la hora de organizar planes. «Para salir tienes que depender de gente, porque si tuvieras un marido, un novio o algo serían dos personas que se complementan y salen juntas, pero así tienes que estar a expensas de amigas, familiares... Tiene sus pros y sus contras, como todo», continúa.
No obstante, insiste en que esa soledad la ha «elegido», porque podría haber seguido compartiendo piso con amigas o conocidas, como hizo cuando era joven. «Cuando eres joven, vivir con compañeras y amigas está bien, te lo pasas en grande. Nosotras hacíamos todo juntas, cuando llegábamos a casa teníamos cosas en común, pero llegas a una edad que te haces muy cómoda y quieres vivir tú sola», afirma, mientras precisa que también le ayudó a dar el paso de irse ella sola y comprarse un piso propio el hecho de que sus amigas se independizaran, bien fuera solas o con sus parejas.
Llegó a Valladolid capital hace dos meses, después de pasar siete más en su pueblo, Pesquera de Duero, donde se desplazó a raíz de la covid-19. Vendió su piso de Madrid y se compró otro en la capital vallisoletana precisamente para huir de esa soledad. «He estado 48 años en Madrid, me vine con la pandemia y la verdad es que estoy muy feliz», asevera, al tiempo que destaca que es aquí donde tiene a toda su familia.
«Al principio eres joven y no necesitas a nadie, pero Madrid es una ciudad para vivir de joven, cuando vas siendo más mayor es un poco inhóspita, todo te pilla lejos. Me empecé a encontrar más sola y desprotegida y no me lo pensé mucho. Dije que me iba a Valladolid, porque si me pasa algo estoy más arropada por toda la familia, aunque cada uno tiene su vida», sentencia.
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