Valladolid

La historia del hotel Marqués de la Ensenada: lujo, incendios y okupas

El hotel cerraba así por sorpresa sus puertas, su dueño daba la espantada sin ofrecer explicaciones y sus trabajadores se quedaban en la calle. Pero una pareja extranjera, que tenía su vuelo previsto para el día siguiente (el 3 de enero), optó por quedarse. Y durmieron, en efecto, en un hotel desierto y prácticamente vacío en el que sus empleados, eso sí, optaron por quedarse en una escena casi propia del hundimiento del Titanic e, incluso, sirvieron el desayuno a sus últimos clientes a la mañana siguiente -fue lo último que se cocinó en sus fogones- con absoluta profesionalidad. Los clientes tomaron su desayuno, les pidieron un taxi desde la recepción y se fueron camino del aeropuerto.

Atrás dejaron un hotel prácticamente desierto, cuyo mobiliario de vendió por 8.000 euros al Centro Reto, y en el que la plantilla, ya con el propietario desaparecido, se encontró con la única visita de unos inspectores de la Seguridad Social que les anunciaron que el establecimiento estaba embargado por las deudas contraídas por sus gestores.

Valladolid despedía así atónito a un hotel de lujo que inició su andadura en 2009 y que tan solo estuvo operativo ocho años. Todo fue relativamente bien al inicio de la aventura empresarial iniciada por el construtor local Francisco Capellán, que compró el histórico edificio de la harinera La Perla, levantado en 1912 sobre el Canal de Castilla para aprovechar la fuerza del agua para mover sus molinos, después de que la fábrica cerrará sus puertas en 2006.

Un año después comenzó las obras de rehabilitación del edificio industrial, cuya estructura se mantuvo al contar con el máximo grado de protección, y el flamante hotel Marqués de la Ensenada abrió sus puertas el 14 de diciembre de 2009 con la categoría de cinco estrellas y después de una inversión de seis millones de euros.

Pero la cosa se torció en 2015, cuando el empresario vendió el negocio a una sociedad alicantina, responsable de su cierre y desmantelamiento entre los días 2 y 3 de enero tan solo dos años después. El edificio sería posteriormente saqueado, vandalizado y ocupado por indigentes para dormir sin que su propiedad, desaparecida literalmente, respondiera a los continuos requerimientos del Ayuntamiento para que tapiara el inmueble. Al final, después de un incendio -hubo más- que causó graves daños en una de las alas de habitaciones del antiguo hotel en abril de 2018, el Consistorio acabó tapiando por sus medios el edificio.

Y en junio llegaría su ocupación por parte de un colectivo, que ya había emprendido otras aventuras similares menos duraderas, en el edificio de la esquina de la plaza de la Universidad con la calle Cardenal Cos (antes de su conversión en el actual hotel Zenit El Coloquio o en el antiguo colegio San Juan de la Cruz), pero que en esta ocasión encontró el vacío ilegal necesario para que su entrada fuera a mucho más largo plazo. Así nació el centro social autogestionado La Molinera.

Y duró hasta que finalmente sus actuales propietarios, la sociedad zamorana Zangano, vinculada a la empresa Lácteos Cobreros -lo adquirió a otra sociedad en 2022-, forzó judicialmente su desalojo definitivo el 18 de abril de 2023. En esos casi cinco años de actividad, el espacio acogió decenas de actividades (conciertos, charlas, talleres...) y por sus salas pasaron centenares de personas.

Los propietarios, no obstante, anunciaron entonces que su intención era recuperar el uso hotelero del inmueble. Y, aunque después llegaron a barajar otros usos (centro de mayores o clínica de salud mental), ahora se confirma que el antiguo hotel Marqués de la Ensenada volverá a ser un establecimiento de lujo en el marco de un proyecto promovido por los dueños y que será gestionado por la cadena malagueña Soho Hoteles. El proyecto está a la espera del visto bueno definitivo del Ayuntamiento.

El centenario inmueble de La Perla abrirá así un nuevo capítulo en una historia repleta de vicisitudes y que fue un tanto accidentada desde su propio nacimiento, en 1912, cuando sus actuales muros se levantaron sobre los restos de una harinera anterior (dese 1841) que fue pasto de un pavoroso incendio que la destruyó por completo.