«Hago malabares para encontrar una raya de cobertura»

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Cuenta que la conexión de datos le funciona «más o menos bien» –«lo que antes hacía en media hora, ahora tardo casi una, pero no sé si es por la situación o porque Internet va más lento», reconoce–. No tiene queja. Se «apaña» y saca el trabajo adelante. Sin embargo, la «mayor dificultad», tal y como explica, es la «inexistencia» de cobertura móvil. «Cero patatero». Tiene que «hacer malabares» para encontrar «dos rayitas» de señal. Si se asoma a la ventana de su dormitorio, ubicado en la parte de arriba del domicilio, localiza una. Pero es insuficiente para hacer o recibir llamadas telefónicas. Esta intensidad tan solo le permite recibir mensajes de texto y comprobar si alguien ha intentado ponerse en contacto con ella sin éxito. «No veas lo que tengo que hacer para coger una rayita para que el banco me envíe los códigos de autorización para hacer transferencias o cobrar a los clientes. Eso es lo que peor llevo, dificulta muchísimo el trabajo», lamenta Gallego, propietaria de Ayuda Familiar, una empresa de servicio a domicilio que durante la emergencia sanitaria ha visto reducida su actividad a la mitad.

Ha improvisado una solución: desviar tanto su móvil particular como el de la oficina al teléfono fijo de la vivienda que tiene en Robladillo. «Si no, sería imposible. Menos mal que puedo manejarme con llamadas y mensajes de WhatsApp. Es una pena que en pleno siglo XXI aún estemos así», lamenta Henar Gallego.