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Tenía una videoconferencia programada a las doce del mediodía con compañeros del equipo de la Biblioteca de la Universidad de La Rioja, donde trabaja desde ... hace dieciocho años, pero esta vez no pudo ser. El Internet «a pedales» existente en la localidad vallisoletana de Bolaños de Campos, donde está pasando la cuarentena para acompañar a su madre, impidió a Henar Serrano unirse a la reunión. Lo llevaba intentando desde primera hora de la mañana, pero finalmente desistió: «Es imposible. No hay manera de que funcione cinco minutos seguidos», lamenta.
Este es tan solo un ejemplo del «sinvivir» que sufre cada vez que tiene que contectarse a la red para teletrabajar. Ha probado «de todo», hasta en los rincones más escondidos de la casa. Pero nada. Tanto ella como su hermana (que también desempeña su oficio desde casa) y su sobrina (estudiante de Bachillerato, con clases 'on-line' y pronto en plenos exámenes) se tiran «de los pelos». «Nos vamos cambiando de sitio, pero creemos que no funciona bien en ninguna parte, y eso que compramos un repetidor, pero parece ser que ni con esas», señala Serrano, al tiempo que hace un llamamiento a las autoridades: «¿Cómo quieren que la gente venga al pueblo, a la España vaciada, si luego no puedes mandar ni un simple WhatsApp? Se les llena la boca, son todo palabras que no llegan a ningún sitio, y así no podemos seguir. Es lamentable», asevera.
Está «desesperada». No sabe qué hacer. Tampoco cómo podrá desempeñar su labor en lo que queda de confinamiento. Desde que está en Bolaños, dice, ha pasado de trabajar las seis horas y media que le corresponden a estar «todo el día pendiente». «Una cosa es que tenga que hacer un poquito más de tiempo y otra qu esté todo el día a expensas de si me va a funcionar o no el Wi-Fi», indica. «Me conecto a las cinco de la mañana, a las tres, a mediodía, por la noche... He probado a todas las horas posibles, pero funciona siempre igual de mal, lo que me obliga a trabajar también sábados y domingos, no puedo ni descansar», añade.
A pesar de ello, afirma que no se «arrepiente» de no haber regresado a La Rioja a pasar la cuarentena. Así, cuenta, está «más tranquila» porque ayuda a su madre. «Siempre da cierta tranquilidad, así si pasa cualquier cosa estoy al tanto», explica.
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