Las clases de este jueves del oficial de la Policía Municipal Borja Sáez eran hipnotizantes. Sus explicaciones y los vídeos proyectados engatusaban. Hasta, tal vez, los cinco agentes allí presentes ni pestañeaban al ver cómo lo que en un futuro tendrán en su cintura puede ... hacer. Porque ellos y otros ochenta policías dispondrán en un periodo de tiempo breve -aún sin determinar- de las seis pistolas paralizantes que la Jefatura de la Policía Local ha adquirido recientemente.
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Tendrán una nueva herramienta en su día a día para velar por la seguridad de la ciudadanía y evitar, principalmente, el uso de armas de fuego en determinadas acciones. Conocidas como Taser (marca comercial y como se llama a este tipo de pistolas), la marca que ha comprado la Policía son Husha. Funcionan igual, tienen el mismo fin y a simple vista son semejantes.
Una pistola de descargas que ha llevado hasta la galería de tiro virtual de la Policía Municipal a gran parte de la plantilla. Allí se imparte el curso de aprendizaje, coordinado por el subinspector José Antonio García García, que es quien detalla el funcionamiento de este arma paralizante. «Intentamos transmitir a los agentes cuándo se debe utilizar. No es ni para someter a nadie ni es para facilitarnos el trabajo», recalca García García antes de incidir en que se empleara si hay una agresión a un agente o con peligro de una lesión importante o letal a terceros.
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Así que con los porcentajes en la mano, «la letalidad de las Taser se rebaja hasta un 1,5% por el 40% de las armas de fuego o el 60% de las armas blancas». «Hay que ser conscientes de que estas pistolas pueden provocar infartos o caídas al inmovilizar a alguien. De ahí, la importancia de no utilizarlo cuando se está corriendo. No se debe emplear con ancianos, niños, personas intoxicadas etílicamente, ni por drogas, ni en personas que tienen un trastorno mental, ni con embarazadas», añade el subinspector.
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Estos dispositivos de electrochoque son armas con forma de pistola que, al activarlas, disparan dos dardos que aplican una descarga eléctrica al hacer impacto en el cuerpo de la persona, que la incapacita temporalmente. La descarga es un impulso eléctrico de unos 50.000 voltios y una duración limitada, normalmente de unos 5 segundos, que confunde al sistema nervioso y produce una paralización muscular, provocando una incapacitación temporal de la persona.
Porque viéndola a escasos centímetros el arma impresiona. Sus dos punteros láser, con un alcance de unos ocho metros, son de por sí ya disuasorios. «Dice la marca Taser, que es la que más estudios tiene, que el 85% de las intervenciones donde se expone, incluso sin llegar a desenfundar, acaban porque la gente tiene miedo. La gente sabe que hace daño de verdad y esto no es una broma», agrega el agente.
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Junto con los seis dispositivos, la Policía también ha adquirido un sistema de grabación que irá instalado a la altura del pecho del agente. Una cámara que puede grabar desde diez minutos antes de que se emplee para atestiguar una correcta utilización por parte del agente. «El policía no tiene nada que ocultar. Las imágenes se descargarán y se pondrán a disposición de la Policía y del juez», detalla el subinspector, quien no se muestra ajeno al debate ético de su utilización en momentos determinados.
José Antonio García García
Subinspector de la Policía Local
«Siempre digo a los policías que es como si tuviesen un interruptor de control sobre una persona. Si quiero aprieto y si lo hago bien esa persona cae. De hecho, en alguna de las organizaciones dicen que es una forma de someter y de tortura. Leyéndolo así, sí que sería una forma de someter a una persona. Hay que someterla cuando hay que someterla, no por cualquier cosa. Es una herramienta que ayuda al policía, pero ayuda más al que va a recibir el disparo porque seguramente evitaría un impacto de arma de fuego», recalca.
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Por estas situaciones, Amnistía Internacional ya ha pedido la prohibición del uso de las armas de electrochoque en modo de contacto directo, pues «entraña considerable riesgo de tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes, así como el uso de descargas reiteradas o prolongadas».
Las nuevas seis Taser de la Policía Local se sumarán a otras tantas que ya tiene en activo la Policía Nacional. Fue a finales de año cuando las sacaron a la calle y hasta la fecha se han empleado como mínimo hasta en tres ocasiones . Una de ellas para reducir a un joven que amenazaba a agentes con una botella de cristal durante la pasada Nochevieja.
De esta forma, la Guardia Civil es el único cuerpo que no cuenta con ellas en la provincia. No es la primera vez que la Asociación Unificada de Guardias Civiles de Valladolid solicita disponer de esta herramienta. Peticiones a la Delegación del Gobierno que aún no han tenido una respuesta positiva. Hasta el punto de que se consideran «policías de segunda».
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