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El ganadero Victorino Martín, en la finca Las Tiesas. César Mata

Victorino Martín

«Me gusta que mis toros sean fieros, una fiereza que hay que domar»

El ganadero muestra en su finca cacereña de Las Tiesas los toros reseñados para la encerrona de Emilio de Justo en la tarde del próximo 7 de septiembre en Valladolid

Sábado, 10 de agosto 2024, 08:23

El trayecto desde Valladolid hasta la finca Las Tiesas de Santa María, donde se hospedan plácidamente los 'victorinos' que se lidiarán en Valladolid el próximo 7 de septiembre, se hace posible gracias al aire acondicionado del coche. El termómetro que mide la temperatura exterior flirtea ... con los 40 grados. En estas fechas los predios de bravo en el sur son una fundición con calor astifino. Y, en este caso, en tono cárdeno flamígero.

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Tras dejar a la izquierda la localidad de Portezuelo, y su castillo enhiesto en un pedestal, un cartel anuncia el camino que hay que tomar para enfocar los pasos hacia la finca. Una A coronada, el hierro del Marqués de Albaserrada, ofrece una pista inconfundible. Es, sin duda, la marca más conocida entre los aficionados, si no la única. Por encima, incluso, de la A con asas, la de la mítica vacada de Miura.

A las 7 de la tarde, la hora convenida, aparcamos en la plaza de tientas. Unos minutos después aparece Victorino Martín, el ganadero, con visibles señales de haberse empleado con codicia en alguna faena campera. Llega acompañado de una hija y su nieta más pequeña en un todo terreno pick up. Un vehículo de trabajo. Las instalaciones no muestran ningún elemento ornamental innecesario. Todo tiene un sentido y una utilidad en Las Tiesas. No es una industria, porque criar toros tiene más de intuición y de artesanía que de producción en cadena, pero la estética no hace sombra a la producción y la selección. Una sombra que, por otra parte, es una bendición y, aquí y ahora, se cotiza a precio de barrera en plaza de primera.

«No sé si voy a estar muy presentable para alguna foto, ya veis –comenta mientras se mira las manchas de sudor en la camisa-, pero montad en el coche que vamos a ver los toros para Valladolid», indica Victorino, que ha heredado de su padre la naturalidad en el trato, además de una mejora evolutiva lógica en la comunicación social. Como todo ganadero de lidia ha de guardar sus cartas, algunas al menos, aunque, sin caer en la impostura, ofrece un gesto de honestidad y generosidad en el intercambio de palabras.

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Nos acercamos hasta un cercado de vallado metálico, en el que se hospedan un hato de unos quince toros, entre los que se encuentran los que se lidiarán en Valladolid en la tarde del sábado 7 de septiembre, en la encerrona anunciada de Emilio de Justo en el coso neomudéjar del paseo de Zorrilla. Es el motivo de la visita de El Norte de Castilla a estos predios, y queremos ver in situ, de primera mano, y en exclusiva anticipada, los astados de sangre albaserrada que van a protagonizar una de las tardes de mayor expectación de la temporada.

César Mata
C. Mata
C. Mata
C. Mata
C. Mata

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«Mirad, a la derecha, ese, el 30, ese es Misterioso, uno de los de la encerrona», expresa con voz vivaz y gesto espontáneo el criador. Le pedimos, en ese momento, que descienda del coche para hacerle alguna foto para este reportaje. Desciende sin dilación, aunque el sol de cara y el sudor apenas le permiten tener abiertos los ojos. «Yo te digo cuando los abro y tu disparas», comenta. Dicho y hecho. Antes de derretirse regresa al vehículo y nos indica, entre de memoria y con sus anotaciones, los números y los toros para la feria de Nuestra Señora de San Lorenzo.

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«¿Tienes para apuntar?«, indica. «Son el 5, Buscapleitos; el 21, Escrupulillo; el 25, Veneciano; el que ya os he dicho, ese 30; y luego el 64, Verdadero; el 66, Estudioso; y el 67, Melonero», relata. Llama la atención que una ganadería que siempre embarca los 6 toros justos para cada corrida prevea 7 en el encierro que llevará hasta Valladolid por la Ruta de la Plata. «Es que es algo especial», aclara Victorino. Tiene, es lógico, su explicación: no sentaría muy bien al ganadero si se diera la 'mala suerte', es un decir, que el triunfo gordo, la faena redonda, llegara con un potencial sobrero de otro hierro. Hay cosas que no deben dejarse al azar. Y en esta ganadería mucho me temo que la improvisación anda tan prófuga como Puigdemont desde su origen.

El cercado en el que se encuentran los toros de la encerrona del día 7 de septiembre muestra un desnivel en descenso, con un horizonte no excesivamente lejano en el que emerge un descomunal puente, de un único arco, sobre el río Tajo; del mismo modo, los toros de Victorino Martín, se sustentan en el cimiento primigenio y fundamental de la casta: «Buscamos toros que estén encastados, incluso aunque a veces no parezcan toros buenos, pero es que lo que pasa en ocasiones es que el torero no lo ha entendido, no que el toro carezca de casta», manifiesta. Al relance de su última frase, continua: «Y sí, me gustan que mis toros sean fieros, una fiereza que hay que domar».

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El vehículo que conduce el propio Victorino emprende el camino de regreso hacia las instalaciones de la finca mientras se detiene, nuevamente, para que contemplemos las hechuras de los animales. «A mí me parece que están bien presentados para una plaza como Valladolid, para lo que merece una plaza de su categoría», remarca para establecer una opinión que no peque de prudente pero tampoco cree expectativas excesivamente elevadas que pudieran volverse en su contra. Inteligencia y sensatez; bravura y nobleza.

Antes de descender del todoterreno la conversación se ramifica, como si fuera un encaste que despliega sus procedencias. Y aparece Valladolid en los orígenes de la vinculación entre los toros de Albaserrada y la familia Martín, allá por los años 60 del pasado siglo. Cuando, parte a parte, tercio a tercio, se adquirió a los hermanos Escudero Calvo, marraneros originarios de Palazuelo de Vedija, las reses del mítico hierro que estaban abocadas a ser carne de matadero. Pero eso es otra historia. Ahora nos toca hidratarnos con la fluida y torrencial conversación de Victorino Martín, que es también presidente de la Fundación del Toro de Lidia. Una botella de agua fría permite refrescar recuerdos e invocar presentimientos.

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«Emilio es el torero ideal para mis toros, por su entrega y su madurez»

Pese a la solidez de la marca Victorino Martín, la ganadería se encuentra en una permanente búsqueda de evolución y adaptación a los criterios modernos de bravura y calidad en la embestida. Desde que en 2016 Manuel Escribano logró el indulto de 'Cobradiezmos' en la Real Maestranza sevillana, la selección del tipo y comportamiento en la vacada tiene un objetivo concreto: «Ese toro fue una declaración de intenciones de lo que buscamos, es esa la excelencia en el juego hacia la que queremos avanzar». En 1982 Ortega Cano indultó a Velador en Las Ventas, y desde entonces ninguna otra medida de gracia en los ruedos había tenido tanta repercusión. En todo caso, el ganadero no muestra una especial motivación sobre un posible indulto de uno de sus toros en Valladolid. «No es que lo rechace, claro, pero hay que definirse bien como ganadero y tener presente que si se indulta un toro es para que cubra, porque si no, y lo digo con firmeza, el toro debe morir en el ruedo, que es donde mueren los toros con dignidad», expone. En un momento determinado, reconvertido a filósofo de la agrosfera, Victorino plantea las dimensiones de la tauromaquia en ese debate «espacio-tiempo». Las aguas de la conversación vuelven a su cauce y, antes de finalizar, queremos saber su opinión sobre el torero que se enfrentará a sus 6 toros, Emilio de Justo. «Es el torero idóneo para mis toros, por su madurez, por su entrega, porque apuesta por descubrir su calidad y sus virtudes», comenta con convicción. Sobre el encierro que enviará a Valladolid, indica, para concluir: «Apuesto porque alguno saldrá bueno, están entipados, me gustan sus hechuras, y hay diversidad, porque es una corrida muy abierta de sementales«.

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