«¡Comienza la estampida!», avisan, al poquito de empezar la noche, los Ska-P desde el Plaza Mayor. Y se desencadena así una avalancha de temazos tan combativos como festivos. «Tumba tumbaremos al depredador», advierten. «Tumba, tumbaremos al ejecutor», anuncian. «¿Por qué aceptamos un sistema ... en el que tenemos todas las de perder?», se preguntan en la canción con la que la banda en desbandada, 28 años desde Vallecas al mundo, desprecinta su concierto en Valladolid.
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«Buenas noches, ¡qué bonito está esto!», dicen después de presentar a López, el gato obrero y ska («sigue sigue sigue»), y antes de enfilar un catálogo de temas que reclaman la desaparición de los festejos taurinos ('Abolición' o 'Vergüenza'), abogan por el fin de fronteras y el multiculturalismo ('Mestizaje'), aventuran que «la tercera está en camino» (con 'Jaque al Rey'), apelan por la diversidad sexual ('Colores') o reclaman la lega-legalización («cannabis de calidad y barato»).
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Una llenísima Plaza Mayor –por segundo día consecutivo, después de Derulo, aforo completo– canta estos estribillos como consignas (ninguna causa sin canción) en un concierto desenfadado de melodías festivas, letras batalladoras y una alegría como de verbena. Porque también la música puede ser refugio y trinchera. Y más en tiempos de incertidumbre, con esta inflación de malas noticias y peores augurios.
Porque por ahí se asoma el otoño, con su amenaza de hojas caídas, recibos al alza y letras por pagar. La gráfica del euribor es un perfil del Himalaya. El surtidor de gasolina parece una pistola para el atraco a mano armada. Acercarse a la frutería es como mirar el escaparate de Ambrosio Pérez, con las cerezas como perlas sangrientas y unos plátanos imposibles que se sustituyen en el postre por la bisutería hecha banana. Da miedo encender la luz y ver cómo los euros se escapan por el enchufe. La vuelta al cole es un mordisco al bolsillo de pinturas salvajes y folios desmadrados. El invierno que se acerca provoca más pánico que en 'Juego de tronos'. La pesadilla es una nueva factura en el buzón. El radiador es un cofre del tesoro hinchado de gas.
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«No tengo un puto duro, pero sigo cotizando», dicen en 'El vals del obrero', un tema que escribieron en 1996 y que en este 2022 (o sea, 26 años después) recuerda: «Es difícil llegar a fin de mes y tener que sudar y sudar pa' ganar nuestro pan». Hay canciones que son un regreso al futuro.
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Frente a todo esto (el miedo, la incertidumbre, las mil comisiones y los precios desbocados), a veces el mejor escudo es una canción. Ninguna burbuja más eficaz que un estribillo a grito pelado. «Es la música la que nos hace sentir libres», cantan en 'Skapa', para añadir: «Sin dejar de bailar, sin dejar de reír, te prometo resistir'.
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Porque ante un futuro oscuro como un pasillo en la infancia, hay que aferrarse a las canciones como antorchas, a los buenos momentos como linterna, a la felicidad de un concierto y una noche de fiestas como faros para evitar el naufragio. Antes que hundirse, nunca dejar de nadar. Ska-P es un flotador de hedonismo para evitar, al menos durante esta noche, pensar en lo que vendrá. Y así, la Plaza Mayor es un eterno presente donde ojalá vivir el resto de este año.
El público salta como si el pavimento fuera cama elástica o tambor (algun que otro 'ay' soltaría más de un adoquín). Canta como si no hiciera falta voz para mañana. Aplaude para espantar temores. Celebra cada cancion como si se pusiera detrás de una pancarta. Y ovaciona (como en los teatrillos infantiles de títeres)cada vez que uno de los integrantes de la banda sale con el uniforme militar de un Borbón o disfrazado de un torero que termina con banderillas en la espalda, descabello y unas voces que «después de casi treinta años» siguen gritando:«Es torero matador el que no baile».
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J. Sanz
Justo después de 'Vergüenza', desde el escenario, se produce la lectura de un manifiesto que celebra el recurso de Pacma para la suspensión del Toro de la Vega. «Sabemos divertirnos sin hacer daño a nadie, ¿verdad?», dice Ska-P en esta velada final del verano que es conjuro contra el mal futuro y fiesta fugaz que se deshilacha cuando se apagan los focos y, al mirar al cielo, en esa luna blanca como cara de payaso triste, intuimos el frío que llega. El otoño se aventura complicado. Los tiempos mejores están tardando en llegar. Al menos, aún nos quedan las canciones.
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