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El Norte
Viernes, 1 de septiembre 2017, 20:54
¡Buenas noches Valladolid !
Es un auténtico honor para mí estar hoy en este balcón para desearos la mejor de las fiestas.
Quiero dar las gracias al alcalde, a Óscar Puente, por invitarme a dar el pregón este año y con ello hacer que esta ... noche sea, seguramente, una de las mas especiales e inolvidables de mi vida.
Desde que supe que iba a ser el pregonero, sentí un inmenso honor y también un cangrejo de responsabilidad. Bueno, pues aquí estamos esta noche los tres. El honor, el cangrejo y yo.
Lo primero que pensé fue, «tiene que ser corto , que la plaza no está para toros remolones». Así que os prometo brevedad.
Acto seguido pensé. «Vale, corto. Pero ¿y qué digo?... Qué voy a decir yo, que soy alérgico a cualquier tipo de nacionalismo y los pregones en muchas ocasiones, son un ejercicio de exaltación del terruño».
Aunque, me atrevería a decir, que ese sentimiento que tengo, es compartido por los vallisoletanos y por los castellanos en general. Una forma de amar nuestra tierra de corazón pero sin estridencias, con discreción, sin hacer comparaciones que subrayen la diferencia.
Y también pensé que si hablaba de corazón, no podía equivocarme.
Me pregunto, ¿qué es ser de un lugar? Yo no nací aquí, mi familia vino del norte de León, pero desde que tengo uso de razón, reconozco esta ciudad como la mía.
De niño corrí por las calles de Pajarillos. De adolescente viví todas las semanas la aventura de cruzar la vía e ir al centro. Esa frase tan de Barrio, "vamos al centro".
En esta ciudad tuve mis primeros sueños y mis primeras frustraciones. Aquí descubrí mi vocación de actor.
¿Qué es ser de un lugar, entonces?
La identidad la marca tu propia historia y yo soy de aquí, porque aquí empecé a ser, aquí fui y aquí gracias a vosotros estoy hoy.
Los barrios de la periferia, como el mío de Pajarillos, eran fabricas de sueños. Había en ellos una energía vital, increíblemente poderosa. Gentes de los pueblos de Valladolid y de pueblos de otras provincias que venían a una ciudad emergente.
Estas gentes humildes poblaron unos barrios que aun no existían, casa a casa, calle a calle los construyeron. Gentes valientes que vencieron sus miedos y se atrevieron a dar el paso en busca de un futuro mejor para ellos y para sus hijos.
Me siento agradecido a Valladolid por ser una tierra de acogida. Por acoger, por impulsar, por hacer uno de los suyos a alguien como yo, cuya familia vino de fuera.
Por eso desde aquí, quiero levantar mi voz en contra de la actitud de nuestro Gobierno, al incumplir sistemáticamente los raquíticos compromisos que había adquirido ante la comunidad internacional de acoger a refugiados sirios. Personas que huyen de la barbarie y de la muerte. Personas que sufren el mismo terrorismo que nosotros y aun peor.
Personas que buscan un futuro mejor, como hace unos años lo hicieron mis padres en Valladolid.
Cuando te vas fuera de tu tierra, echas de menos muchas cosas y hablas constantemente de ella. Es una manera de combatir la nostalgia. A mí me dicen que hablo mucho de Valladolid y es que a diario echo muchas cosas de menos:
Echo de menos, decir «majo» y oír decir «majo» a cada momento.
Echo de menos comer un buen lechazo con sabor a sarmiento.
Echo de menos El Bosco.
Echo de menos, pasar por El pasaje Gutierrez.
Echo de menos recorrer la zona de la Antigua y parar en todas las estaciones.
Echo de menos la SEMINCI y vivir el cine en la calle como aquí se vive, no pendientes del glamour, si no del cine.
Echo de menos el Teatro Calderón, el Teatro Zorrilla y el Teatro Lope de Vega. Bueno, a este último lo echamos todos de menos...
Echo de menos la Escuela de Teatro donde estudie y aquella época maravillosa que viví en ella.
Echo de menos los Cines Casablanca y el desaparecido Groucho y los debates con mis amigos a la salida.
Echo de menos el Rio Esgueva, el de antes y el de ahora.
Echo de menos a mis vecinos de Pajarillos… ¡menudos pájaros!
Y echo de menos disfrutar de las fiestas de Valladolid con mi familia y con mis amigos.
En mi infancia eran, el Tragaldabas, el desfile de gigantes y cabezudos, las orquestas que tocaban en mi barrio una vez al año, ir con mis padres a la Feria de Muestras y volver cargado de bolígrafos, viseras, chapas y demás publicidad, ir a las ferias de la Rubia y dejarnos satisfechos la propina, ver los fuegos artificiales en el Puente Mayor.
Después, en mi juventud, los conciertos en la Plaza Mayor, hacer novillos por estar en las fiestas, quedar en el Conde Ansúrez o en las cabinas de la Plaza Mayor, ese lugar donde nadie queda en fiestas.
Y salir a reír, a bailar y a bebernos la vida. Echo de menos a Candeal que siempre cerraba las fiestas y también y sobre todo echo de menos a mi familia y a la familia elegida, los amigos.
Mi familia y estos amigos del alma me han acompañado siempre, desde el principio hasta ahora. Para mí son lo más bonito de Valladolid.
A quien no echo nada de menos es a San Mateo. ¡Qué frío hacia, leche! La virgen de San Lorenzo resulta más tropical.
Gracias por hacerme sentir orgulloso de ser vallisoletano y gracias por vuestro cariño.
¡¡¡Os llevo en el corazón!!!
Vallisoletanos, ¡VIVA VALLADOLID!
Pucelanas, ¡VIVA PUCELA!
¡VIVAN LAS FIESTAS Y FERIAS DE VALLADOLID!
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