![Coronavirus Valladolid: El cierre de la hostelería obliga a estudiantes y trabajadores a comer en la calle](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202011/13/media/cortadas/fiambrera-kcD-U120754314058SeG-1968x1216@El%20Norte.jpg)
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«A nosotros el cierre de bares nos ha destrozado. No nos queda otra que comer en plena calle», dice Ignacio Catalina, transportista, mientras apura los últimos pedazos de pan que acompañan su menú del día. Desde que la Junta decretó el cierre de la hostelería –el viernes pasado, en principio durante dos semanas– para intentar frenar la incidencia de la covid-19, son numerosos los trabajadores y estudiantes que se han visto obligados a improvisar un espacio de comida al aire libre. Trasladado sus picnic hacia zonas de la ciudad como parques y plazas ante la «falta de alternativas», como se refiere Catalina. Aunque para él «cada día es un mundo». Sin ir más lejos, esta vez se ha tomado el plato sobre un cuadro de luz situado junto a una cafetería –que ha habilitado el servicio de comida para llevar– del polígono de Argales. «Y hoy por lo menos he podido comerme un plato caliente», espeta, al tiempo que menciona a «todos los compañeros que no tienen opción y no les queda otra que comerse un bocadillo dentro del camión». «El otro día tuve que hacer un viaje a Palencia y, como no sabía si había algún bar que preparara comida para llevar, tuve que llevarme un bocata de casa, pero no puede ser que estemos así», continúa.
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Cuenta además que «cuando no queda otra» recurre a los bocadillos. Cree que esta situación se prolongará más allá de los 15 días inicialmente previstos, pero advierte que será «insostenible». «Es un lío. No podemos estar todos los días comiendo bocadillos porque nos vamos a poner que no entramos por la puerta».
Esta 'falta' de bares y cafeterías también salpica a la universidad. Una de las afectadas por esta «extraña» situación es María José Aguirre. Tiene 18 años y cada día, sobre las tres de la tarde, coge el bus hacia Palencia, donde estudia el grado de Enfermería. «Como muchos días no me da tiempo», incide esta joven, recurre a la comida de bares y restaurantes. Pero ahora, ante su cerrojazo forzoso, se decanta por sándwiches de máquinas expendedoras. Los come mientras aguarda la llegada del transporte, apoyada sobre un muro que ejerce como parada frente a la facultad de Filosofía y Letras. «Yo no lo tengo ni tan mal porque soy de Valladolid y a veces como en casa, pero muchos días no me da tiempo y lo hago fuera. Si hubieran estado abiertos los bares, me habría parado a comerme un bocadillo», apunta.
En la Universidad Europea Miguel de Cervantes, sentados en una escalera, al aire libre aunque cobijados bajo un pequeño techo, están Carlos (20 años, estudiante de doble grado de Ingeniería Organización Industrial y ADE), Ángela (19, ADE y Publicidad) y Eva (19, ADE Internacional). Ellas dan los últimos bocados a su bocata. Él se decanta por un táper de pollo troceado. La cafetería de su facultad está cerrada y, de momento, la calle es su única opción. «Sí que hemos oído que estaban mirando varias alternativas para que podamos comer cuando haga peor, porque dentro de la universidad tampoco se puede comer por todo lo del coronavirus, pero de momento no sabemos más y comer en la calle es la única opción que tenemos», coinciden estos jóvenes, quienes apuntan hacia sus vehículos como 'plan B' para los días fríos y de lluvia.
«Es un poco raro, pero habrá que acostumbrarse a los táperes», señala Carlos, al tiempo que reconoce que le hace «poca gracia» la idea de meterse dentro del coche a comer. «A ver qué pasa cuando llueva o haga más frío. Dentro de poco empezará a hacer peor, pero no nos queda otra que adaptarnos», reflexiona. Cursos anteriores no se encontraban con este problema, pues solo estaban los turnos de mañana –hasta las 14:00 horas– y de tarde –a partir de las 16:00 horas– y podían acudir a sus domicilios. Pero este año, con la pandemia, pertenecen al grupo que tiene clases entre la una y las cinco de la tarde.
Por la fórmula de comer en el interior de su turismo se decanta ya Carolina Rosano. Con el cierre de la hostelería, pasa allí el tiempo hasta que regresa a su trabajo.
Por un banco de la plaza de Santa Cruz opta David, vecino de Medina del Campo, para tomarse un bocata de lomo caliente y un café junto a su acompañante. «Lo hemos comprado en un sitio para llevar. En otras condiciones nos habríamos sentado en un restaurante», indica, mientras considera que «los bares no son solamente ocio. También son una necesidad, por ejemplo cuando quieres ir al baño y no se puede».
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