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«Al virus de la covid le da igual el verano», suele repetir el virólogo, exjefe del Servicio de Microbiología e Inmunología del Hospital Clínico y director emérito del Centro Nacional de la Gripe de Valladolid, Raúl Ortiz de Lejarazu. Ante los brotes que estos ... días se multiplican por Castilla y León, con Aranda de Duero confinada, más de 200 contagios diarios en la región y casi cien brotes grupales, el también asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) lamenta que «gran parte de la población ha pensado que la desescalada era una liberación a plazos».
Coronavirus en Castilla y León
No hay secretos en la lucha contra lo que algunos temen ya que pueda ser la segunda oleada de la pandemia. «Todo se basa en aceptar que tenemos un virus y que hay unas medidas de control que la gente tiende a olvidarlas y se las está saltando», remarca Mariano Esteban, jefe del Grupo de Poxvirus y Vacunas del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC.
Son dos de los mayores expertos españoles en coronavirus y ambos reclaman «un comportamiento colectivo distinto en el que no basta solo con la mascarilla y los geles higiénicos». Ortiz de Lejarazu recuerda que cerca de la mitad de los nuevos contagios han tenido que ver con reuniones sociales en las que salta por los aires la 'gimnasia' de mantener la distancia social y evitar las aglomeraciones.
Por eso acuñó la regla de las '4B' para situaciones de riesgo: bodas, bautizos, bares y botellones, que después elevó a '6B' al incluir banquetes y barbacoas. «Con ello pretendía crear conciencia y educación, pero ahora igual hay que tomar medidas parciales más duras con este tema», insiste el virólogo. Porque el incremento de los test ha demostrado el avance de las «vías silenciosas» de infección. Lo que Ortiz de Lejarazu llama el «efecto iceberg: por cada positivo sabemos que hay una cadena invisible mucho mayor».
En la expansión creciente, que estos expertos aún no tienen claro si se puede llamar segunda oleada, ambos reclaman una mejora de los sistemas de rastreo. Mariano Esteban insiste en que «hay gente, en especial jóvenes del ocio nocturno, que no muestran manifestación clínica pero son contagiadores. Por eso necesitamos más rastreadores para poder actuar de forma más rápida. Así se paró el SARS (coronavirus anterior)».
También para el jefe de Microbiología del Hospital Clínico, los rastreadores «son fundamentales, pero su eficacia está condicionada por la distribución de la población. Son una parte, pero la clave para detener los contagios es el compromiso social».
Además, Raúl Ortiz de Lejarazu, reclama «una vigilancia más directa e imaginativa para anticiparse y llegar antes que el virus y dejar de correr detrás de él». En esta línea se enmarcan propuestas como la que su equipo ha presentado ante la Junta de Castilla y León para rastrear en las aguas residuales de las residencias de ancianos y poder localizar riesgos de brotes y frenarlos antes de que se expandan.
Más allá del compromiso de cada ciudadano, Ortiz de Lejarazu admite la ausencia de un «manejo unitario» de esta crisis sanitaria. Tras el estado de alarma y el mando único desde el Gobierno central, cada comunidad autónoma ha tomado el mando de sus zonas. Y los rebrotes se han multiplicado en especial en regiones en las que las encuestas serológicas habían detectado menos infectados.
Por eso «hace falta algún decreto o ley que marquen un hilo de gestión común a todas las regiones -plantea Ortiz de Lejarazu-. Sería conciliable con la autonomía de cada comunidad. Ante una pandemia, debe haber nexos comunes. Y deberíamos tenerlo de cara al otoño».
Mariano Esteban, cuyo grupo trabaja en una posible vacuna, reclama a la población que cambie «el dramatismo por más conciencia y cumplimiento de las medidas de prevención». El investigador vallisoletano (Villalón de Campos) avanza que la covid-19 «irá perdiendo virulencia porque, al pasar de persona a persona, tiende a atenuarse».
Asegura que aún tardaremos «varios meses» en determinar esa menor mortalidad. Un aspecto clave en el que trabajan varios laboratorios. Pero avisa de que, por contra, ya ha aparecido una variante del coronavirus, tal vez menos dañina, «pero cuya mutación está relacionada con mayor capacidad de infección».
Por eso se hace más urgente para el investigador del Centro Nacional de Biotecnología un «desarrollo clínico del control de las infecciones para evitar que vaya a estados más avanzados y vuelva a aumentar su letalidad».
¿Se puede ir a un bautizo, boda o banquete? «Si, pero manteniendo las distancias. La sociedad tiene que seguir con su vida y no se puede confinar otra vez a todo un país», apunta Mariano Esteban.
Costumbres sociales que «no deben confundirse con una falsa sensación de seguridad o normalidad». Será la única manera de no volver a sufrir un confinamiento que, a pesar de la alarma ciudadana de estos días, ambos dan casi por descartado.
Su colega, Raúl Ortiz de Lejarazu opina igual. Pero advierte de que «incluso cuando haya vacuna, hasta que no demuestre su alta efectividad (por encima del 60% de casos) tendremos que adaptarnos a convivir con el virus y sus riesgos al menos año y medio o dos años más».
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